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Madero vs. Moreira: PRI gana

JORGE ZEPEDA PATTERSON

En la carrera presidencial que se avecina serán decisivos no sólo los candidatos sino también las maquinarias electorales. De allí el cuidado que los partidos políticos han otorgado a la elección del dirigente que los habrá de abanderar de aquí al 2012. Con días de diferencia PRI y PAN habrán elegido al presidente de partido que se hará cargo de la Madre de todas las Batallas. Todo indica que Gustavo Madero, por el PAN, llevará de rival a Humberto Moreira, por el PRI. Un primer round que parecería haber perdido el partido en el poder. ¿Por qué?

Primero, por la forma en que llegan. Madero se impuso al interior de una intensa batalla que deja muertos y heridos. Roberto Gil, la estrella ascendente del panismo y principal contendiente de Madero, quedó lastimado y con él buena parte de la fuerza política que lo apoyó. Entre ellos, Patricia Flores, la poderosa "ex mujer fuerte de Los Pinos", quien abandonó la competencia en protesta por el arreglo en lo oscurito entre el Yunque y los calderonistas, para someter a Gil.

La maniobra, en efecto, aseguró el triunfo de Madero, pero deja daños colaterales. Gil y Flores tenían de su lado a buena parte de la red de delegados federales a lo largo del territorio nacional. Pero esta fuerza quedó marginada del Consejo Nacional y seguramente con muy pocas ganas de sumarse a la próxima campaña. Por su parte, el Yunque recibió aritméticamente más posiciones de las que merecía y eso tampoco son buenas noticias. Los sectores ultraconservadores serán un compañero de viaje incómodo para seleccionar candidatos atractivos o para diseñar propuestas encaminadas a atraer votantes del centro ideológico.

Por su parte, Humberto Moreira llega a la presidencia del PRI en alfombra roja y sin alguien que le haga sombra. Los otros aspirantes (Emilio Gamboa y Fidel Herrera, entre otros) simplemente se hicieron a un lado cuando advirtieron el turbo con el que se presentó a la pista el coahuilense. Su equipo en los pits incluía la mayor parte de los gobernadores pero, sobre todo, a un jefe de grupo decisivo: el del Estado de México. A diferencia de Madero, que llega a la dirigencia restando, Moreira llega sumando, porque se supone que el ascenso de este maestro normalista asegura el regreso de Elba Esther y su poderoso sindicato a las filas del PRI.

Segundo, por el proceso de selección de candidato que les espera. De alguna forma, el PRI ya eligió a Peña Nieto como candidato presidencial al designar a Moreira. Ellos son mancuerna definida de antemano y la facilidad con que Moreira ha tomado el PRI desde "afuera" (ni Manlio Fabio Beltrones, ni Beatriz Paredes, ni los mandamases usuales del centro pudieron meter las manos) simplemente revela que la constelación de gobernadores que apoya a Peña Nieto ya decidió la partida.

Mientras que el PRI ya tiene el tándem Peña/Moreira para el 2012, el PAN contempla un largo y desgastante proceso. Si su polémica elección interna sirve de antecedente, las primarias que se avecinan hacen temer un fratricidio, particularmente porque no tienen un candidato apetecible. Al carecer de una propuesta contundente, media docena de panistas se sienten con los merecimientos para levantar la mano. Madero (y Calderón) tendrán que operar un milagro para evitar escisiones y heridas en ese proceso.

Tercero, al margen de las personas, el tablero de mando de la presidencia del PRI es mucho más eficaz y está más prestigiado que el del PAN. Los blanquiazules tienen que relanzar la imagen de su dirigente, luego de las cuestionadas conducciones de Manuel Espino, Germán Martínez y César Nava. Los dos primeros prácticamente desaparecieron de la militancia activa, y el segundo será más recordado por su penthouse y las veleidades de su romance con Paty Lu que por sus aciertos políticos. Moreira, en cambio, recibirá el mando de parte de Beatriz Paredes a quien puede cuestionarse su selección de huipiles, pero no su presencia o su oratoria.

Cuarto, la relación de la presidencia del partido con el "hombre fuerte" tampoco favorece al PAN. Calderón considera, en la práctica, que el partido es una extensión de su gabinete político. No es una mala idea, salvo que muchos de los panistas no parecen compartirla. Los antecesores de Madero no han podido resolver esta contradicción en los diez años que el PAN ha ocupado Los Pinos, y no será fácil encontrar solución en los dos años que restan. Calderón buscará influir en la designación de candidatos y en la definición de programas electorales, a través de Madero, pero encontrará resistencia de las militancias locales que nunca han podido acostumbrarse a la lógica del centralismo.

Para bien o para mal, Moreira carece de este problema. Los priistas llevan inscritos los códigos genéticos de respeto a los designios de un hombre fuerte. Basta que el priismo se convenza de que hay un candidato ganador (lo cual nunca tuvieron en Roberto Madrazo), para que los mecanismos de unidad y disciplina se impongan a lo largo de todo el proceso. Todo indica que Peña Nieto será ese hombre y Moreira su operador dentro del partido.

El recuento de ventajas a favor de Moreira-PRI vs. Madero-PAN no es algo que beneficie a la democracia. Lo último que necesita la sociedad mexicana es la percepción de que hay un alineamiento de fuerzas total en torno a un candidato. Tal percepción puede traducirse en "cargada" abrumadora que propicia cheques en blanco y caldo de cultivo para el autoritarismo sin contrapesos. El desbalance que hoy exhibe la carrera presidencial que aún no arranca es más resultado de los errores de los adversarios que de los aciertos del PRI.

PAN y PRD no pueden seguir concediendo tanta ventaja.

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