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El fracaso de la Revolución

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El fracaso de la Revolución

El fracaso de la Revolución

Sergio Sarmiento

Cumplimos un siglo desde el comienzo de la Revolución de 1910, pero no queda claro si debemos festejarlo o lamentarlo. La historia oficial nos presenta la Revolución como una gran gesta popular contra un gobierno dictatorial e injusto que llevó a una era de democracia y prosperidad en el país. La realidad es muy distinta.

En materia económica, el porfiriato fue la época de mayor prosperidad en la historia de nuestro país hasta ese momento. La Revolución representó un golpe brutal a la inversión y a la actividad económica y retrasó durante décadas el desarrollo económico de nuestro país.

Los censos nos muestran que la población mexicana bajó de 15 millones en 1910 a 14 millones en 1920. Esta mortandad no fue producto de las batallas revolucionarias, que no fueron tantas ni tan mortíferas, pero sí de una gran mortandad como consecuencia del hambre y las epidemias. Éstas, sin embargo, encontraron tierra fértil en el país precisamente por la Revolución.

Hasta el día de hoy la mitad de la población mexicana vive en la pobreza mientras que un 20 por ciento sufre la miseria más absoluta, sin tener siquiera la capacidad de alimentar adecuadamente a sus hijos. En ese sentido la Revolución fue un fracaso.

Tampoco logró el movimiento armado construir una democracia real. Es verdad que sí expulsó del poder al grupo de Porfirio Díaz, que había permanecido al mando del país durante más de tres décadas; pero fuera de la votación de 1911 en que fue electo Francisco Madero, la democracia tardó casi un siglo en llegar al país.

Una vez que Madero fue derrocado y asesinado por Victoriano Huerta, empezó una vorágine destructiva. Los grupos que se levantaron contra Huerta pronto lo derrocaron, en parte porque contaron con el apoyo del gobierno estadounidense, pero después empezaron a pelearse unos y otros por el poder.

No deja de ser notable que todos los líderes revolucionarios importantes fueron asesinados en un momento u otro: Francisco Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón. Cuando éste último fue asesinado, Plutarco Eías Calles tomó la decisión crucial de formar un organismo fuerte de gobierno, el Partido Nacional Revolucionario, que le dio paz y tranquilidad a México bajo ese nombre y dos sucesivos, el último de los cuales fue Partido Revolucionario Institucional (PRI), durante décadas. Lo que nunca permitió este partido casi único fue que surgiera una verdadera democracia. De hecho, habría que esperar hasta el año 2000, 90 años después del inicio de la Revolución, para que México viviera su primera alternancia de partidos en el poder.

Si la Revolución no consiguió eliminar la pobreza ni darle a México una democracia real, que en todo caso habrían sido sus dos objetivos fundamentales, habría que considerarla un fracaso. La historia oficial, sin embargo, ha insistido en presentarla no sólo como un movimiento heroico, que quizá lo fue, sino como una gran victoria del pueblo, cosa que simplemente no lo fue.

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