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Otra vez el fin del mundo

ADELA CELORIO

Como si no tuviéramos suficiente con el descontrolado tiempo que nos está tocando vivir, ahora por correo electrónico circula la amenazante noticia de que el fin del mundo está cerca. La más reciente información señala el próximo 21 de diciembre de 2012 como el día de la gran catástrofe.

La verdad es que por mí está bien, el mundo cruel e injusto que hemos conocido puede irse al caño. Por su prestigio basado en el conocimiento astronómico y matemático, la civilización maya se considera una de las más importantes, y es precisamente la profecía maya que señala el inicio del sexto sol, y con él, un nuevo periodo de 5,200 años para la humanidad, lo que trae nerviosos a algunos paranoicos que ya han comenzado a emigrar a la zona maya "para salvarse".

No es la primera vez que me toca escuchar variaciones sobre el tema del fin del mundo, que menos mal, terminan siempre en la nada. Cada cierto tiempo por una u otra razón aparece algún mesiánico que convence a un grupo de descerebrados de arrinconarse en algún lugar "estratégico", donde según ellos serán salvos de eventos tan ajenos a nuestro control, como el hecho de que un asteroide choque contra nuestro planeta. Tantos astros que circulan y nos rozan, tantos mundos que estallan en el horizonte... Dado el juego de los azares, un cataclismo es tan probable como improbable, aunque podemos tranquilizarnos con la idea de que por causa de una razón superior, la colisión no llegará a producirse, al menos no antes de unos buenos centenares de millones de años.

Cuando se habla del fin del Mundo, la idea inevitable es siempre la de una terrible desgracia, y si lo que necesitamos es preocuparnos anticipadamente por terribles desgracias, lo que corresponde es contabilizar cada noche antes de dormirnos la cantidad de bombas atómicas que en diferentes lugares de la Tierra aguardan que cualquier loquito con poder se disponga a activarlas. Podemos también perder el sueño pensando en los líderes que en pleno tercer milenio provocan guerras santas -como si alguna guerra pudiera calificarse de santa- y más preocupantes todavía, son quienes pretendiendo ganarse el salvoconducto al cielo se atan al cuerpo cinturones de dinamita para inmolarse en cualquier mercado público cargándose a gente inocente que no contaba todavía con su particular fin del mundo. Si de verdad necesitamos vivir más asustados de lo que ya estamos, tendríamos que preocuparnos por gentecilla tan opaca como el pastor pirómano e imbécil, que en una pequeña población de Florida y en tardía represalia por la destrucción de las Torres Gemelas, convocó recientemente a su rebaño a una quema masiva del Corán.

Aunque el pastor obtuso no consiguió encender la cerilla; mucho me temo que su tonta idea, sembrada ya en las mentes de otros tontos, no tardará en ser imitada, siempre por supuesto en el nombre de Dios.

Está visto que no necesitamos preocuparnos por colisiones planetarias, los exaltados de este mundo es lo que hay que temer, a los intransigentes, a los gobernantes que sienten asquito por sus gobernados porque esos son los que encienden las hogueras que incendian la Tierra. Por una colisión que no está en nuestras manos controlar, toda preocupación es inútil, y en todo caso, "si se acaba el mundo yo me voy pa' Mérida" como solía decir un yucateco amigo de mis padres.

¿Y quién iba a pensar que el tiempo le daría la razón? Resulta que ante la conmoción que han provocado las predicciones, ya hay bloqueos en los hoteles y se espera una gran afluencia de turismo en toda la zona maya. Empresarios y funcionarios de la blanquísima Mérida se preparan para aprovechar este "fin del mundo" a nuestro favor, obteniendo una buena derrama de dinero mediante la industria turística a la que tan duramente ha golpeado la mala prensa provocada por la narco-guerra.

Yo por mi parte deseo de todo corazón que la profecía maya anuncie el fin del pin... mundo que conocemos, para dar inicio a una nueva era en que la humanidad se elevará por fin a un nivel superior. Creo que es lo menos que podemos esperar para este tercer milenio, y ojalá que en ese nivel superior se haga por fin realidad el mensaje de amor y justicia que hace poco más de dos mil años quiso dejar Jesús entre los hombres sin conseguirlo.

En cuanto al fin del mundo, creo que la cosa es mucho más sencilla, llegará cuando amores, recuerdos, familia, honores, reconocimientos y todo eso que en vida nos da tanta luz y que es intransferible, a nuestra muerte quede reducido a polvo como nos recuerda todos los años el miércoles de ceniza. Es por todo lo anterior, que lo que toca ahora es vivir, es amar, es bailar para exorcizar los malos tiempos.

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