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Costa Rica idealizada

Las laguneras opinan...

MUSSY UROW

Aunque soy mexicana por nacimiento -y lagunera por adopción- mis primeros años los pasé en el Caribe costarricense y me eduqué en la Meseta Central de San José. Recuerdo muy bien que de niña y adolescente decía "nací en México", y luego cuando llegué a Torreón recién casada, "era de Costa Rica."

En mis primeros años laguneros, añoraba no sólo a mis padres y hermanos, sino el clima y la belleza natural de la pequeña "Suiza Centroamericana", donde desde 1948 no existe un ejército y el porcentaje de alfabetización es el más alto de América Latina.

El contraste geográfico y natural no podía ser más opuesto: el desierto, la aridez, el calor, los cerros grises y pelones de Torreón contra la selva exuberante y lluviosa, el bosque nuboso, los volcanes, los ríos y las playas vírgenes, todo amontonado maravillosamente en un territorio del tamaño de Chiapas.

Bautizada "Costa Rica" por el mismísimo Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje -1502- me fascinaba saber que el gran navegante había llegado a Cariari (lo que después se llamaría Puerto Limón) en la costa del Atlántico, justamente donde viví 10 de mis primeros 12 años. Nada podía ser más exótico y fascinante para una niña de gran imaginación: me paraba en el tajamar, miraba el mar y luego hacia el parque a mis espaldas y pensaba: "Esto mismo veía Colón."

Volví a Costa Rica periódicamente a visitar a mi familia, hasta hace 15 años, cuando mis padres decidieron regresar a México, así que la distancia de todo ese tiempo acumuló enormes cantidades de nostalgia e ilusión por ir de nuevo, por ver con mis ojos de hoy el terruño idealizado. Y se me hizo, en compañía de seres queridos: mi esposo, mi madre, mi hija mayor y su marido y tres de mis seis nietos.

Costa Rica es gobernada hoy por la licenciada Laura Chinchilla, primera mujer en ocupar este cargo, y los "ticos" confían en que su mandato les sea favorable en desarrollo y estabilidad. Costa Rica también ha resentido el efecto de la crisis económica mundial; tradicionalmente dependiente de la agricultura, durante mucho tiempo exportó, principalmente, café de altura, de gran calidad y demanda, así como cacao y azúcar. Sin embargo, desde hace 15 o 20 años su economía dio un giro importante hacia el turismo ecológico, aprovechando la enorme riqueza natural de su territorio. Alguna vez me explicaron que la ubicación geográfica de Costa Rica, exactamente a la mitad entre el hemisferio norte y sur de nuestro continente, la hace el hábitat perfecto para una enorme variedad de especies de fauna y flora. Además, es la parte más angosta de Centro América, con litorales a ambos lados. Las más exóticas y espectaculares flores crecen allá como aquí el orégano y la gobernadora. En las regiones de la costa del Pacífico, la más extensa y donde se ha dado el mayor desarrollo hotelero, se ofrece todo tipo de actividades para el turista que gusta del contacto directo con la naturaleza y las emociones extremas: rápidos en varios ríos con diversos niveles de dificultad, tirolesas que cruzan la jungla verde por encima de frondosas copas a cien metros de altura y la posibilidad de observar en su hábitat natural toda suerte de aves y mariposas, caimanes, cocodrilos, iguanas, ranas diminutas de colores increíbles, y monos "capuchinos" y "titís" que bajan de los árboles y comen de la mano del turista y vuelven locos a los niños.

Casi siempre que regresamos de vacacionar, ya sea en el extranjero o en nuestro propio país, tendemos a hacer comparaciones, aún con nuestra propia ciudad: que si "allá sí están limpias las calles; que allá sí aprovechan lo que tienen; que todo está tan bien organizado", etc, etc. En esta ocasión a nosotros nos pasó lo contrario. Verdaderamente, la belleza natural de Costa Rica es única; sin embargo, la infraestructura general para recibir al turista no está aún lista. Las carreteras son muy estrechas y sinuosas; el tráfico es muy intenso, lo que hace los recorridos difíciles y pesados. Y principalmente la actitud de algunos prestadores de servicios en hoteles y restaurantes, sin generalizar, digamos que no es la adecuada hacia visitantes extranjeros. Algunas situaciones desagradables nos hicieron recordar que en México, el trato al visitante siempre se ha distinguido por ser amable; independientemente de la situación, la actitud del mexicano es de solicitud, de ayuda, de buscar siempre una satisfacción para el cliente.

Otro aspecto que recordamos fue el de la comida; en Costa Rica se come bien, hay variedad de mariscos, pescados, las frutas son excelentes -la piña es excepcional- y ni hablar del café, pero nunca se podrá comparar con la variadísima gastronomía mexicana. Y finalmente, acabamos diciéndonos "pero si en México tenemos también lugares muy bellos e interesantes...vamos a viajar mejor en nuestro país." Y claro, ni pensar por ahora en visitar la Barranca del Cobre o Creel en Chihuahua porque la cosa por allá está peligrosa; y ni qué decir de Michoacán. Las playas, por lo menos desde Torreón, nos quedan muy lejos y es caro llegar a ellas; para ir a Mazatlán, tenemos que volar primero hacia la Ciudad de México, ¡ridículo! además, las pocas -únicas- líneas aéreas que salen de Torreón cobran como si viajáramos a Europa.

En fin que viajar enriquece, no sólo el espíritu y el cuerpo, sino la vida. En nuestro caso, reunirnos nuevamente con viejos y queridos amigos, con familiares, saber que también allá la gente tiene sus problemas, pero los enfrentan y siguen adelante, renueva el ánimo y aumenta la esperanza de que no todo es quejarse, ni todo es tan malo.

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