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Es de sabios cambiar de... proyecto

Las laguneras opinan...

LAURA ORELLANA TRINIDAD

Ausencia absoluta de jardines, llanuras de piedra, inmensos suelos de granito decorado por miles de chicles pegados en él. Gente sentada en el suelo, ni un solo banco, algún asiento individual aislado, vergonzante. Señoras embarazadas, personas de edad, caminantes fatigados, turistas al filo de la deshidratación, vagan por esos páramos enlosados como hebreos por la península del Sinaí, sin hallar un punto donde reposar un momento, reponer fuerzas, dar de mamar al niño o echar un cigarro. Es, al fin, una ciudad dura, seca y fría soñada por quienes no la habitan, impuesta a la fuerza, sin consultar a nadie, entre cuatro fanáticos de la desnudez urbana y sus cómplices municipales encantados de salir en la foto, encandilados como bobos catetos antes los desafueros avalados por la autoridad arrogante, autista, de cualquier firma de prestigio.

El texto anterior lo escribió un asiduo observador de su terruño, Madrid. Parece exagerado que Arturo Pérez Reverte, dueño de estas letras, diga que Madrid se está convirtiendo en "dura, seca y fría", pues cuenta con más de 10 parques, algunos tan grandes como el del Retiro. Pero supongo que advierte cambios. Imaginé de pronto, ¿y si el escritor se apersonara en Torreón? ¿Qué escribiría? No lo sé, pero creo que no saldría de su asombro al conocer el gasto público -calculado en 500 millones de pesos- para tirar la presidencia municipal, comprar tres manzanas en 140 millones de pesos y emplear el resto en diseñar y construir una gran plaza, con otro edificio municipal y una plaza cívica, entendida ésta como una plancha de concreto.

Hace unas semanas, dos representes del estado de Coahuila, vinculados con este proyecto, lo presentaron en la Universidad Iberoamericana. Asistí por curiosidad y aunque muchos lo han criticado porque desvía recursos de nuestros problemas más significativos -la economía y la violencia- pienso que las plazas públicas son trascendentes para la vida comunitaria y hasta mitigan lo grave: es el lugar de encuentro público por antonomasia, donde reside el poder político (municipal), pero también el arte, la diversión y el diálogo. Una plaza puede dar vida a esta zona actualmente deprimida, que es nada menos el corazón de la ciudad.

Me decepcioné: apenas se presentaron algunas "ideas" de cómo será el proyecto: un edificio de 9 pisos que todavía no está diseñado, la plancha de concreto, el cierre de la Matamoros "que no tiene mucha afluencia", el estacionamiento subterráneo de vehículos y el museo del automóvil. Árboles, sólo a los lados, para no obstaculizar la visión de nuestro lábaro patrio. Aún así, nos pidieron que contestáramos una encuesta de manera electrónica, una "consulta", dijeron. Conforme las preguntas avanzaban, se escuchaba un rumor en la sala: la encuesta presentaba sesgos. Es un hecho que no sobreviviría la revisión de una organización seria de investigación. Un buen grupo de asistentes ya no contestamos las últimas preguntas.

De inmediato los profesores de arquitectura y los alumnos, comenzaron con algunas interrogantes: ¿por qué no hacer una zona arbolada en una zona tan calurosa y seca como Torreón? ¿se está considerando la autosustentabilidad en la construcción de la plaza y el edificio? ¿Realmente se han hecho estudios sobre la circulación de la Matamoros?

Yo pregunté si se había hecho un concurso para el diseño del proyecto. Contestaron que a pesar de la oposición del Colegio de Arquitectos, se había asignado a un colega (que al parecer es muy profesional), porque el gobierno no tiene la obligación de realizar este ejercicio en el diseño, sólo en la licitación de la obra. Pero aunque el arquitecto sea excelente, la respuesta parece increíble en una sociedad moderna: los proyectos públicos (con ley o sin ella) deben ser los mejores. Más aún cuando inversiones de esta magnitud, como aseguró un arquitecto, se hacen en una ciudad cada 50 años.

Esa sesión fue crítica, pero la semana siguiente, la respuesta madura y ciudadana surgió: un arquitecto y profesor de la UIA, Guillermo Sandoval y un egresado de la UIA en esta disciplina, ya un profesional, Carlos Sada, presentaron sendos proyectos en la universidad. Es complicado exponerlos en tan breve espacio y ojalá ellos puedan hacerlo públicamente, pero intentaré una síntesis. El primero contextualizó nuestro hábitat (desértico, clima extremoso, lluvias escasas, falta de edificios o lugares emblemáticos en la región). Así, propone un edificio sostenible con diseño bioclimático (ahorro de energía, iluminación natural, ventilación, aislamiento térmico y que genere electricidad). Se trata de crear un microclima que ahorre y genere energía. Señaló que en los 100 años de Torreón no se ha incrementado un metro cuadrado de áreas verdes en el centro, por lo cual plantea aumentarlas creando una plaza entre Matamoros y Morelos, otra entre Allende y Matamoros y una más en la azotea del edificio. Se añade otra, sombreada por el edificio, que sería un espacio para conciertos o actividades a cualquier hora del día). El estacionamiento subterráneo estaría sólo por debajo del edificio (la semana anterior habían explicado que no se sembrarían árboles con raíces profundas en la plaza, porque el estacionamiento estaría debajo). El proyecto contemplaría cuestiones como patrimonio e identidad, iconicidad y simbolismo (habló de que en Torreón no tenemos edificios representativos, como los tienen en otras ciudades, un lugar para "tomarse la foto"). Este proyecto no contempla el cierre de la Matamoros y sí respetar los árboles que están cercanos a la Morelos.

La otra propuesta no sólo incluye a la "gran plaza" sino todo el Centro de la ciudad. Es un proyecto que tiene varios meses de trabajo y que inexplicablemente, no se consideró. Para su desarrollo, se llamó a investigadores de la UNAM y éstos realizaron un estudio social de la zona y observaron mediante indicadores la pérdida de sostenibilidad del Centro en aspectos como economía familiar, equipamiento urbano, transporte público, contaminación, zonas de (in)seguridad, miedo, la participación colectiva. Se trata de un proyecto arquitectónico desde la mirada de la intervención social, (muy ligado a la propuesta de Sergio Fajardo en Medellín). Lo interesante es que no contempla construir una presidencia municipal, sino aprovechar el palacio federal. Se trata de un "reciclaje o sanación de edificios", pero estimados lectores, tendrían que ver la propuesta: se aprovechan los amplios pasillos del edificio, se colocan elementos para disminuir el calor, etcétera. Se conectaría esta zona (de la gran plaza) con la de Armas, mediante un tranvía. En esta última, se tomaría la manzana en la que antes estaba el cine Princesa, que ya casi toda tiene edificios derrumbados (se dejaría el edificio antiguo de la CFE y otro con altura, detrás), para desarrollar un parque público, se arreglaría la plaza de Armas. Se vislumbra que estos elementos y otros, reanimen la economía.

La petición ese día fue: que se consideren propuestas integrales como éstas y que la construcción de la Gran Plaza dé lugar a que los ciudadanos nos apropiemos de nuestro entorno. Los representantes gubernamentales escucharon y se llevaron las propuestas.

Mi abuelita me decía, cuando me ponía un poco necia: "Es de sabios cambiar de opinión...".

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