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San Malaquías

GILBERTO SERNA

 L Os contemporáneos no hemos de vivir muchos años para encontrarnos con el destino que, dicen, le espera a la humanidad. Tal cosa sucederá en los años que corren, no muchos. Si el irlandés, bautizado con el nombre de Maelmhaedhoc, latinizado como Malaquías, profetizó atinadamente la sucesión de Papas, utilizando lemas descriptivos, hemos llegado al penúltimo Papa: "La Gloria del Olivo", o sea Joseph Alois Ratzinger, después del cual ocurrirá la persecución de la Santa Iglesia Romana durante el reinado del siguiente Papa o sea Petrus Romanus "quien alimentará a su grey en medio de muchas tribulaciones. Después de esto la ciudad de las siete colinas será destruida y el temido juez juzgará a su pueblo." Luego en el Nuevo Testamento "Oiréis rumores de guerras ... el sol se oscurecerá y la luna no dará luz y las estrellas caerán y se estremecerán los cielos" (Mateo 24:6-30). "El cielo desaparecerá con gran estruendo y el fuego derretirá los elementos y arderán la Tierra y los otros mundos" (II Pedro 3.10).

El Papa Benedicto XVI acaba de expresar, acerca de este asunto: "ahora lo vemos de una manera realmente aterradora: la mayor persecución a la Iglesia no viene de los enemigos de fuera...". Hemos de esperar nuevas arremetidas. El actual Jefe de la Iglesia es un Papa de transición, a sus 83 años de edad, está dedicado a luchar con todas sus fuerzas contra quienes desean destruir la Sede Apostólica. En tanto, la ley natural hará lo suyo, ¿vendrá a continuación al que se considera el último Papa? ¿Se cumplirá la profecía de Malaquías?, ¿o será que sus oráculos carecen de un sustento real? Pronto lo sabremos. En la actualidad la tarea fundamental es la de recuperar la credibilidad de los feligreses. A eso están consagrados los altos prelados en el Vaticano. Dijo el Santo Padre: "la Iglesia tiene, por tanto, profunda necesidad de reaprender la penitencia, aceptar la purificación, aprender el perdón, pero también la necesidad de ofrecer justicia. El perdón no sustituye a la justicia".

El Papa Benedicto XVI llegó el miércoles de esta semana al santuario de la Virgen de Fátima, en Portugal. Indicando que "la fe corre el riesgo de apagarse en muchas partes del mundo, como una llama que no es más alimentada, afirmando que la humanidad sufre y está herida". El Obispo de Roma imploró a la Virgen que interceda para que toda la familia de los pueblos vivan en paz y concordia. El Vicario de Cristo, pidió además que él, el Papa, sea firme en la fe, audaz en la esperanza y fuerte en el amor. Lo que es el resultado de los días intensos que está viviendo la Iglesia por las asechanzas que están dentro de su seno. ¿Será esto el preludio del fin de los tiempos? Agregue a lo anterior los álgidos tiempos que nos ha tocado vivir, si es que vivir es estar día y noche con el Jesús en la boca. Los ruidos que se oyen durante la noche, aquí en Torreón, no son los que uno quisiera sino los que anuncian una escalada más de la violencia, que está entre nosotros como una hiedra venenosa se adhiere a un árbol.

Los laguneros escuchamos los truenos y relámpagos que se generan en una tempestad que nosotros hemos permitido que siga creciendo. Nada hacemos como no sea cerrar los ojos con los párpados apretados. Se masacran jóvenes en ambos bandos, que se alimentan en el descontento social. Se desgarra el tejido que une a las familias y no se corrigen las grandes distancias que separan a las nuevas generaciones de las antiguas. Hay en el fondo un desajuste económico que no se tiene la intención de corregir. Los ejércitos se mueven como hormigas ciegas que avanzan durante las noches dejando oír sus clarines bélicos, provocando terror y angustia. Las dos partes acumulan las más mortíferas de sus armas. Hay en el ambiente olor a pólvora que no permite advertir el de la sangre humana. El odio se encaja en los pechos, mientras los hombres se convierten en fieras en que lo único que les llega al cerebro es la injusticia que avanza ahora convertida en mantenimiento del orden. No habrá noches diferentes. Una será igual que las otras. El Apocalipsis está cerca, un cataclismo cuyos efectos pareciera no importarnos.

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