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EL COMENTARIO DE HOY

TRAGEDIA GRIEGA

FRANCISCO AMPARÁN

El colapso económico de Grecia amenazaba seriamente la viabilidad del euro. Por ello, los 16 países que usan esa moneda común, encabezados por Alemania, entraron como bomberos histéricos al rescate de los helenos.

El paquete de estabilización anda por ahí de los 750,000 millones de euros. Sí, leyó usted bien: algo así como un billón (millón de millones) de dólares. Hubo años el siglo pasado en que ése era el Producto Bruto de todo el planeta. Ahora sirve para rescatar a un pequeño país, y a prevenir que lo misma les ocurra a otros, como España y Portugal.

¿Qué pasó? ¿Qué salió mal? ¿Cómo pudo ocurrir un derretimiento económico tan grande en un país con casi 30 años de pertenecer a la Europa comunitaria?

Explicaciones sobran. Pero, en pocas palabras, podemos afirmar que Grecia quiso vivir como si estuviera en el Primer Mundo sin haber salido del Tercero. Eso ya lo hemos visto en México varias veces. Y los resultados han sido igualmente catastróficos.

La economía griega cargaba de tiempo atrás graves rezagos. No era ni con mucho tan competitiva como la de la mayoría de sus socios europeos. El ahorro interno era nulo. La corrupción, endémica en Grecia desde tiempos de Licurgo y Solón, se chupaba buena parte del presupuesto. El Gobierno operó durante lustros con déficit crecientes, y se endeudaba como si fuera heredero de Echeverría y López Portillo.

Pese a todos esos nubarrones, los griegos se dejaron llevar por el optimismo de ser parte de la Europa de las estrellitas sobre fondo azul. Se crearon las instituciones típicas del Estado Benefactor: seguro de desempleo, pensiones, larguísimas vacaciones... pero nadie quiso hacerse cargo de lo que iban a costar luego. Se crearon auténticos ejércitos de burócratas que, por supuesto, gastaban un dineral sin aportar nada de provecho. Tarde o temprano esa combinación de corrupción, despilfarro e irresponsabilidad tendría que estallar. Y estalló.

El rescate de Grecia no fue unánimemente aplaudido. Muchos alemanes, que todavía están pagando por la reunificación con sus vilipendiados hermanitos del oriente, sienten que están salvando a un lejanísimo pariente borracho, vago y mantenido. Con justicia se preguntan por qué, si recientemente se subió la edad de retiro hasta los 67 años, han de poner de su dinero para salvar a un país en donde los pensionados pueden empezar a serlo... a los 55. Si les digo que querían vivir como ricos.

En todo caso, Grecia va a tener que tomar una medicina amarguísima. Nada más acuérdense de lo que vivimos los mexicanos en los ochenta (contracción del gasto público, más impuestos, desempleo) y se darán una idea de lo que le espera a Grecia... pero multiplicado por diez. Ahora sí que los griegos harían bien en releer a algunos de sus clásicos: los trágicos... y los estoicos.

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