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EL DIVÁN

TE AMO. SIEMPRE Y CUANDO HAGAS LO QUE YO QUIERO

LIC. JOSÉ ANTONIO MIRANDA HERNÁNDEZ

Hace poco escuche a una persona decir "es que mi madre no me quiere, si me quisiera me apoyaría en mis decisiones" otra en algún momento me comentó que cada vez que ella sentía que hacía algo verdaderamente importante su padre devaluaba lo que acababa de lograr.

Estos comentarios son más que comunes hoy en día y obedecen al como se entienden los conceptos de amor, protección y soledad.

Comúnmente se dice que el amor es incondicional, es honesto y sobre todo no daña. Este concepto de amor es uno más bien ideal donde sólo se ve lo bueno sin tomar en cuenta, por decirlo así, lo negativo.

Ser una persona tomada en cuenta, importante y que sea considerada por su propia familia, amigos incluso compañeros de trabajo, es algo que cualquier ser humano desearía. Sin embargo lo normal es que con el paso del tiempo y las diferentes etapas por las que pasa el ser humano el protagonismo y la incidencia en la decisión de los hijos va amainado dando lugar a la confianza y respeto por las decisiones de los demás, por no mencionar la felicidad que embarga por formar a seres humanos responsables y con valores.

Pero el miedo a la soledad y la protección que deviene en sobreprotección, juegan un papel trascendente en las relaciones amorosas, sean éstas de padres a hijos, de esposa a esposo o de amigo a amiga.

Para ser un poco más claros citemos un ejemplo: el hijo que decide estudiar en una universidad fuera del país porque solamente ahí ofrecen la carrera que desea estudiar. La respuesta del padre es que si lo acepta pero sus conductas dicen todo lo contrario. Le restringe el dinero, le critica sus salidas, le comenta que el ser doctor es lo más importante y que fuera de casa las cosas están difíciles. Otro ejemplo es la amiga que decide abrir su círculo de amistades, pero su amiga de toda la vida se las critica, porque dice que la compañera nueva es envidiosa, que viven muy lejos, que es mala influencia, etc. En los dos casos tanto la amiga como el hijo dejaran de buscar cumplir sus metas con un solo objetivo, seguir siendo aprobados por sus padres y amigos, porque en el fondo sienten que si hacen otra cosa los van a dejar de querer. El padre y la amiga por su parte logran su objetivo, no estar solos y lograr que los otros hagan lo que ellos desean. ¡Ya ven lo que pasa por ver tanta novela! ¡O escuchar tantas canciones de Paquita la del Barrio¡

Desafortunadamente mi estimado y granizado lector podría darle más ejemplos, Lupita Dalessio, La Paca, Juan José Origel, no, no, no hablo de esos ejemplos, sino de algunos de la vida cotidiana que repiten el patrón de que para amar a alguien y mantener su cariño se necesita hacer lo que la persona amada desea, cortando todas sus libertades y anhelos que sería el logro que cualquier individuo pretende alcanzar.

Para las esposas que luego envían correos enojadas porque sólo pongo ejemplos de esposos, aquí les va uno: La mujer que decide trabajar y crecer como profesionista y el marido le dice que está bien, pero ¿quién va atender la casa? ¿A los hijos? ¿Quién va hacer de comer tan rico como sólo ella lo sabe hacer? Esto tiene el trasfondo que hemos venido comentando: El control. Éste se basa en dos principios fundamentales que son el miedo a la soledad y la idea de que la persona que amamos nos pertenece y parece más bien el sillón de la sala que una persona independiente y pensante.

¿O sea que la solución es hacer lo que el expresidente Salinas hacía con los perrredistas? Desde luego que no, porque en el PRD no se escuchan ni ellos mismos. Perdón estábamos hablando de las genuinas emociones. La respuesta es no, porque existe amor que nos liga a estas personas importantes y sería tremendamente difícil ignorarlas y dejarlas de escuchar porque las queremos y lo hemos hecho así durante más de 15, 20 ó 30 años o incluso toda la vida.

La idea es comprender que la intención no es mala, que ellos lo hacen porque nos quieren y entienden que el control es una forma de querer y no son capaces de hacerlo con la libertad que se requiere, es decir ser interdependientes y no independientes.

No con esto estoy diciendo que nos dejemos y pongamos nuestra cara del gato con botas de Shrek cada vez que nos hagan algo, sino poner nuestros límites y no permitir que nos lastimen.

Nuestra tarea será comprender que pensamos diferente, que somos personas diferentes y como tales buscamos objetivos distintos y eso nada tiene que ver con el cariño y respeto que nos tengamos. También habría que dejar el deseo añejo e infantil de que el que tendría que cambiar es el otro, cuando lo único que podemos modificar es nuestra conducta.

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