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EL COMENTARIO DE HOY

Zafarrancho parlamentario

FRANCISCO AMPARÁN

Viendo las fotos y los videos, uno esperaba ver aparecer en cualquier momento a Gerardo Fernández Noroña, a Pancho Cachondo o a algún otro patán por el estilo, de entre la selecta zoología legislativa que hemos soportado los mexicanos en los últimos tiempos. Y es que el espectáculo de legisladores dándose de golpes, lanzándose insultos y huevos, y armando el rosario de Amozoc en pleno Congreso, nos hizo recordar a algunos de nuestros más lamentables, patéticos diputados... pero también que, pese a todo, en San Lázaro no se ha recurrido a los golpes ni los huevazos. Quizá porque los diputados no quieren manchar sus trajes Armani; pero no han llegado a las manos. La violencia se presenta en otras formas, como los huipiles de la Paredes o los 60,000 pesos de sueldo mensual que se lleva la "secretaria" del referido Fernández Noroña. Pero hasta ahí.

En cambio, hace unos días, en el parlamento de Ucrania se armó la de Dios es Cristo, y los legisladores se dieron con todo. Diputados oficialistas y de la Oposición, luego de votar un controvertido acuerdo con Rusia, dirimieron sus diferencias a golpes, zapes y huevazos.

¿Qué provocó semejante zipizape? Pues la ratificación de un tratado, firmado por los actuales presidentes de Ucrania y Rusia, que prolonga por 25 años más la concesión de la base naval de Sebastopol, situada en territorio ucraniano, a la flota rusa. Así, los rusos tendrán acceso a ese importante puerto hasta el año 2042, dado que la concesión vencía en siete años, en 2017.

De hecho, la Oposición armó la batahola porque asegura que la prolongación de la concesión va en contra de la ley, que establece que ninguna fuerza militar extranjera debe estar en territorio ucraniano después de, precisamente, 2017, que era cuando originalmente vencía la renta del local.

La relación entre Rusia y Ucrania, luego de que ésta se independizara de la URSS y por primera vez en tres siglos dejara de ser gobernada desde Moscú, ha sido muy tirante en los últimos tiempos. Por un lado, Rusia considera a Ucrania como una especie de hermano descarriado, que haría bien en volver al redil. Y por otro, muchos ucranianos le temen a un neoimperialismo ruso, que terminara engullendo su independencia. En las más recientes elecciones, triunfó el partido pro-ruso que, ni tardo ni perezoso, negoció la extensión de la concesión de Sebastopol.

La cual es vital para Rusia. La única salida rusa al Mediterráneo es por el Mar Negro. La base principal de la Marina soviética estaba en Sebastopol. Al derrumbarse la URSS, quedó en manos de Ucrania... aunque la mayoría de las naves de la flota pasó a poder de la nueva Rusia.

Así pues, los rusos tenían los barcos y los ucranianos el puerto. Llegaron a un acuerdo. Pero, en aquellos entonces, se acordó que Rusia se marcharía luego, cuando hubiera construido instalaciones de acuerdo a sus necesidades en su territorio.

Ello no ocurrió. Y ahora aprovecharon que sus cuatachos están en el poder para prolongar su estancia... aunque quizá la cosa no sea tan fácil, ni sean tan bien recibidos como ellos creían. Ya veremos.

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