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TIEMPOS DIFÍCILES

JACOBO ZARZAR GIDI

Después de tantos años que han transcurrido desde su fundación, (más de 60), los directivos del Tecnológico de Monterrey -la máxima casa de estudios en la República Mexicana, en voz de su rector, reconocieron estar equivocados. Siempre apostaron por la excelencia en el estudiantado, destacando la importancia de obtener a base de un buen promedio la codiciada “Mención Honorífica”. De esa manera, los jóvenes se hundían diariamente en los libros de texto y de consulta hasta altas horas de la noche con la esperanza de llegar tarde o temprano a la meta fijada. Lo que siempre deseó el Tecnológico de Monterrey era que egresaran alumnos brillantes para que ocuparan puestos importantes en la industria y el comercio nacional. Pero, con motivo de la dolorosa muerte de dos de sus mejores estudiantes en el campus del mismo Tecnológico de Monterrey, se dieron cuenta -después de mucha reflexión y auto-análisis, que era más importante educar a los alumnos con un alto sentido social, que se preocuparan por mejorar su entorno, intentando elevar el nivel socio económico y cultural de la población, pero colocando siempre en primer plano los valores morales que hacen de cada persona un mejor ciudadano, un mejor padre de familia, un mejor mexicano.

En los últimos años, hemos degradado nuestros valores y principios, y hemos aceptado ese cambio negativo como algo natural. Las miserias humanas están floreciendo y se diseminan rápidamente como sucedió en siglos pasados con la peste negra que fue difícil de exterminar. Hemos perdido la dignidad que gozaban las anteriores generaciones. Ya no tenemos respeto por la vida y son muy pocos los que luchan con honestidad para salir del pozo donde nos encontramos. Ya nos acostumbramos a ver y escuchar diariamente en las noticias el lado malo del ser humano. Se ha creado cierta repulsiva adicción por enterarnos de los muertos, de los secuestrados, de los balaceados, de los desaparecidos. Todo esto es muy triste y solamente nos está llevando a una descomposición cada vez mayor de la sociedad. El terrible cáncer está avanzando por todos los rincones de la Tierra. Nos estamos degenerando en lugar de estarnos superando.

Nos hemos convertido en destructores. Destruimos nuestro cuerpo con el cigarro, el alcohol y las drogas. Hemos destruido la esperanza al no considerar a Jesucristo como centro de nuestra vida. Hemos destruido las ilusiones de muchas personas al llenar sus mentes de temor. Hemos dejado a un lado los sentimientos porque pensamos que no nos reditúan ganancias.

Hemos dislocado nuestra conciencia para que no nos moleste cuando cometamos algún delito. Hemos destruido la verdad haciéndonos cómplices de la mentira. Hemos destruido la inocencia de los niños dañando lo más hermoso que tenía la humanidad. Hemos destruido el entusiasmo que antes nos permitía realizar actividades de servicio que nos produjeron grandes satisfacciones. Hemos destruido diariamente parte de la naturaleza, olvidando que toda ella ha sido un gran regalo de Dios. Hemos destruido el buen nombre de muchas personas al señalarlas y hablar mal de ellas. Hemos sido destructores de la fe al dar un pésimo ejemplo a nuestros semejantes.

Cuando Nuestro Señor le dijo en el hermoso lago de Tiberiades a Simón Pedro: “Apacienta mis ovejas”, le marcó con toda claridad la importante misión que tenemos los cristianos, de instruir, y de guiar a nuestros hermanos en Cristo. No podemos dejar el mundo como está y mucho menos como lo estamos convirtiendo. La humanidad se hunde y es muy poco lo que estamos haciendo para evitarlo. No nos comprometemos con una misión porque la consideramos desgastante, y dejamos que nuestra vida continúe estando vacía.

Son muchas cosas las que podemos defender con pasión. Por ejemplo: la vida de un pequeño que está por nacer, así como también la de todo ser humano, porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, y cada persona tiene un valor extraordinario. Podemos defender los valores morales para que el Sacramento del Matrimonio y la familia no se destruyan por tantos ataques que sufren en la actualidad. Podemos defender la parte espiritual que todo ser humano conserva en su interior para que no desaparezca ese gran tesoro que Dios nos entregó. Podemos amar y defender a Jesucristo, porque mucha gente aún no lo conoce, y varios de los que lo amaban y lo conocían, han decidido ignorarlo. Otros, no conformes con ello, les estorba su presencia.

Ahora que tenemos una crisis de santidad en el mundo, la Iglesia está siendo severamente atacada. El Señor no eligió a sus sacerdotes para que lo traicionaran, Él los seleccionó para que le sirvieran, pero algunos utilizaron su libertad para permitir que satanás entrara en su persona. Ahora que la Iglesia no es respetada como antes, hacen falta hombres y mujeres valientes que den un paso adelante para testimoniar que están con Jesucristo en este momento doloroso. En lugar de estar sacando a la luz únicamente a los sacerdotes que fallaron, a ésos que abusaron en vez de amar, recordemos que existen miles que han permanecido fieles, que diariamente luchan para servir a Cristo, para ser mejores, y para ayudar espiritualmente a sus semejantes. No perdamos la confianza en los sacerdotes, no dudemos en acercarnos a ellos para que nos escuchen, para que nos reconforten, y para que a nombre de Jesucristo perdonen nuestros pecados. Estamos viviendo tiempos difíciles para ser sacerdotes, religiosos o laicos comprometidos. Sin embargo, aunque parezca una contradicción, son los mejores tiempos para servir a Dios en la figura de sacerdote, religioso o laico comprometido. Si por dar testimonio de Jesucristo somos despreciados e insultados, debemos estar felices.

Si muchas almas han cambiado para bien al saber que Dios las ama, ¡cuántas más cambiarían si ellas amaran a Dios! Como podemos darnos cuenta, es mucho lo que podemos hacer ahora que el Señor nos necesita, preocupémonos y ocupémonos por el bienestar espiritual y material de nuestros semejantes. Lancemos las redes para que el mundo cambie, no nos conformemos con el retroceso que estamos padeciendo. Frenemos esta degradación y démosle valor a nuestra vida, otorgándole un mejor sentido y un valor agregado a la vida de nuestros semejantes. [email protected]

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