"Educación es lo que queda una vez que
Olvidas todo lo que
Aprendiste en la escuela."
Albert Einstein
Si pudiera mejorarse la calidad de la educación con aumentos salariales a los maestros que ya están dando clases, deberíamos aplaudir el alza a los miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. La experiencia nos dice, sin embargo, que estos aumentos no tienen nada que ver con la calidad.
Los maestros son uno de los grupos de trabajadores que mayores incrementos de salarios y prestaciones han tenido en los últimos años en nuestro país. El alza dada a conocer este 18 de abril, retroactiva al primero de febrero, incluye un aumento directo al salario de 4.9 por ciento más 1.5 por ciento de prestaciones. A esto hay que añadir cantidades adicionales para "rezonificación" y apoyos especiales al sindicato. En contraste, el salario medio de cotización al IMSS, según la Secretaría del Trabajo, apenas subió 2.2 por ciento entre febrero de 2009 y febrero de 2010 en medio de una fuerte crisis económica.
No es novedad que los maestros obtengan mayores aumentos que el resto de los trabajadores. Entre 1995 y 2003, según un informe de 2006 de la OCDE, el gasto público en educación primaria y media en México se expandió 49 por ciento real, una de las cifrass más elevadas de los países de esa organización. Por alumno, el alza fue de 32 por ciento; la matrícula aumentó 13 por ciento.
El gasto público en educación superior creció todavía más, 67 por ciento, con una expansión de 48 por ciento en la matrícula. De hecho, según la OCDE uno de los problemas del gobierno mexicano es que gasta demasiado en educación superior en comparación con lo que dedica a la instrucción en general.
Si bien los sueldos nominales de los maestros mexicanos son bajos, resultan más altos que los de otros países en comparación con el ingreso promedio de cada uno. Un maestro con 15 años de experiencia en México gana en primaria 1.69 y en secundaria 2.03 veces el PIB per cápita del país. El promedio en las naciones ricas es de 1.30 y 1.32 veces.
Los aumentos salariales a los maestros no se basan en su productividad o en la calidad de su enseñanza sino en la capacidad de presión del SNTE. El sindicato ha fortalecido paradójicamente su poder de negociación por la disidencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y de secciones como la 22 de Oaxaca. La maestra Elba Esther Gordillo siempre puede argumentar que si no obtiene un incremento sustancial los líderes disidentes terminarán por rebasarla. La verdad es que la posición de los disidentes tiene más que ver con una ideología radical y con el deseo de arrancarle el control del riquísimo sindicato a la maestra que con la intención de obtener algún incremento más generoso.
El gasto programable en educación del Gobierno Federal (clasificación funcional del presupuesto) asciende a 473,838 millones de pesos en 2010. Esto es 19.8 por ciento del gasto programable total del gobierno, uno de los niveles más altos del mundo. Si consideramos que en el país hay unos 32 millones de estudiantes en el sistema escolarizado, el monto representa 14,807 pesos por estudiante.
La gran pregunta que deberíamos hacernos, sin embargo, no es cuánto estamos gastando sino si estamos logrando proporcionar una mejor educación a los mexicanos. Y aquí es donde, a pesar del Acuerdo por la Calidad de la Educación, tenemos que llegar a una conclusión negativa.
Nos hemos acostumbrado a pensar que la educación es una de las claves del progreso. Sin embargo, un economista iconoclasta, William Easterly, nos obliga a volvernos cuando menos un poco escépticos. El ex economista del Banco Mundial y actualmente profesor de la Universidad de Nueva York señala en su libro The Elusive Quest for Growth (La elusiva búsqueda del crecimiento; MIT Press, 2001), que en el mundo "la respuesta en términos de crecimiento de la dramática expansión educativa de las últimas cuatro décadas ha sido claramente decepcionante".
