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Hidalgo: decidan ya

Plaza pública

MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

La campaña contra las alianzas electorales que buscan derrotar al PRI ha fracasado. Para impedirlas se acudió a toda suerte de recursos, no obstante lo cual se formalizaron coaliciones en Durango, Puebla, Oaxaca e Hidalgo, y en otras entidades es posible que fragüen. El esfuerzo antialiancista se concentró de modo particular en Oaxaca y en Hidalgo, porque en ambas entidades emergieron aspirantes con nítido apoyo en la sociedad y en los partidos que se aliaron. Gabino Cue Monteagudo es ya el candidato formal del PAN, Convergencia, PRD y PT y el asentimiento generalizado que concita en Oaxaca explica el empeño, felizmente vano a la postre, por estorbar y aun impedir su postulación.

La de Xóchitl Gálvez en Hidalgo está siendo atacada más reciamente aún, con el propósito de reventar un esfuerzo partidario que los ciudadanos hidalguenses valorarán en las urnas. Se han conjuntado recursos de diversa índole para quebrar esa candidatura. El ariete en contra de su postulación es el senador José Guadarrama, que sin méritos ni posibilidades se afana una vez más en ser candidato a gobernador, empeño que ha frustrado el partido en el que ha militado la mayor parte de su vida, el PRI. Paradójicamente ahora es el instrumento de ese partido para impedir que se consume la candidatura de la ex comisionada para el desarrollo de los pueblos indígenas.

Guadarrama pretendió que la designación de quien abandere a la alianza opositora se realizara mediante una consulta a las bases, terreno en que podría desplegar sus dotes de alquimista, que le dieron triste, pero justa fama. Al concretarse la coalición, sin embargo, los partidos acordaron el método de designación, previa realización de encuestas que aportaran un insumo determinante para la decisión. Quien estuviera en mejor posición tendría mayor posibilidad de ser designada. Lo pongo en femenino porque en al menos media docena de sondeos, efectuados por las firmas de mayir presencia en ese ámbito, quien va adelante es, con mucho, Xóchitl Gálvez.

En esa situación, la táctica de Guadarrama es demorar la realización de una encuesta cuyos términos acordaran los precandidatos. Pero no asiste a las reuniones donde tal acuerdo se adoptaría. Mientras tanto, está en curso muy intensamente una campaña que puede atribuírsele, por lógica, pero aunque no la hubiera emprendido, se alinea a su propósito, destinada a desprestigiar a Xóchitl Gálvez. Mediante telefonemas insistentes, de esos que parten de centros de llamadas que no necesariamente son identificables, y a través de volantes distribuidos profusamente, se difama a la precandidata aludiendo a malos manejos en la tarea que desempeño en el sexenio pasado. Como no hay tachas en su persona y en su trayecto de que puedan valerse para demeritarla, simplemente las inventan. Se trataría de generar un ánimo colectivo que se refleje a la hora, lo más tardía posible para que la campaña surta efectos, en que se realice la encuesta previa a la designación.

En realidad la medición de la opinión pública se ha realizado ya sobradamente. Sus cifras no provocan duda alguna: es la única mujer en la contienda la que suscita mayores preferencias. Aun en el PRD, el partido que como precandidato postula a Guadarrama, se ha llegado a esa convicción. La secretaria general Hortensia Aragón lo ha dicho explícitamente. Y para que Guadarrama mismo se convenciera de la realidad, que conoce porque tonto no es, pero rehúsa aceptarla, el PRD mismo encargó una de las encuestas más recientes, cuyos resultados deberían hacerlo desistir de su terco propósito. Lejos de ser sensible a los números y a la posición actual de su partido, Guadarrama busca ahora presentarse como víctima de maniobras en su contra. Y ha deslizado la amenaza de irse del PRD si no se le apoya hasta el final.

En ese partido, al quien Guadarrama llegó no hace mucho, deberían tomarle la palabra y, más todavía, mostrarle la puerta de salida. Se desembalarían de un peso muerto que le genera más animadversiones que apoyo, como lo muestran los números negativos de las encuestas. Y de paso el PRD remediaría aunque fuese de modo extemporáneo la grave falla moral de haber recibido en su seno a uno de sus más pertinaces enemigos. Muchos militantes de la izquierda social hidalguense han apurado el trago amargo de tener como compañero a quien como funcionario priista los reprimió. Y al partido entero, como institución se le impuso, al admitirlo, la vergüenza de acoger a quien maniobró las elecciones locales de Michoacán en 1989, las primeras en que participó el PRD para despojar al naciente partido de victorias sorprendentes, pero merecidas en su debut electoral.

Guadarrama encarna el prototipo de político priista, manejador de toda suerte de recursos sin barreras morales para obtenerlos y ejercerlos. Muchos dirigentes priistas están persuadidos de que uno de los factores de la derrota de Francisco Labastida fue el fracaso de la operación que debió llevar a las urnas a miles de votantes en una movilización cuya logística se encargó a Guadarrama. Nunca pudieron formalmente pedirle cuentas del dinero que no se empleó en el propósito trazado porque ese dinero era parte del financiamiento irregular recibido por el PRI y más valía no menear una situación que provocó a ese partido una multa por mil millones de pesos.

Si no quieren favorecer al PRI, los partidos de la coalición hidalguense deben designar, ya, conforme a las reglas y a partir de encuestas ya realizadas, a Xóchitl Gálvez.

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