En unos días más, el presidente de la República de las Maldivas, Mohamed Nasheed, presidirá una junta de Gabinete en condiciones… digamos… peculiares.
Sus ministros y él mismo tendrán que usar señas con las manos para comunicarse entre sí. No podrán escribir, porque el presupuesto no alcanza para plumas con tinta indeleble. No podrán hablar, porque tendrán la boca ocupada con un conducto de respiración.
Y es que esa reunión de Gabinete tendrá lugar bajo el agua.
La junta submarina tiene como objetivo enfatizar el peligro que corre ese país de quedar bajo las olas. Y es que si el cambio climático se agudiza, y los casquetes polares se derriten, y por lo tanto sube el nivel del mar, las islas Maldivas corren el riesgo de desaparecer. Y dado que en diciembre habrá una cumbre mundial en Dinamarca sobre ese asunto, nunca está de más enviar señales llamativas.
La República de las Maldivas (que no hay que confundir con las Malvinas, que se hallan en el otro extremo del planeta) es una cadena de unas 1,200 islas coralinas y atolones situada al Sureste de la India. La mayoría de ellas tiene una altura sobre el nivel del mar de un metro y medio. Sí, leyó usted bien. Un metro y medio. Así que, en esa parte del Océano Índico, una ola más o menos grandota resulta casi-casi tsunami. Y el Cerro de las Noas sería el Himalaya. La capital, Male, está rodeada por una muralla contra el mar. Pero hacer lo mismo con todo el país resulta sencillamente imposible.
De hecho, cuando el presidente Nasheed tomó posesión hace casi un año, propuso ir haciendo cochinito para que los maldivenses compraran tierra en otra parte. Y, si las cosas seguían empeorando, tener a dónde irse. Sí, habló de cerrar el changarro y mudar a toda la república a otro lado. Se han considerado como opciones las vecinas Sri Lanka y la India, que tienen culturas similares. O si no, Australia, que al cabo que está re grandota y re vacía. Los ciudadanos de las Maldivas suman unos 400,000, menos que la población de Torreón (pero eso sí, mucho más contentos y mejor gobernados). De manera tal que moverlos a todos no representaría mucho problema, ni saldría tan caro el flete. Lo interesante es que se están preparando para todas las contingencias posibles antes de que el agua, literalmente, les llegue al cuello.
Para la reunión submarina, que se realizará en el océano cerca de la capital, ya han sido entrenados en el uso de aqualungs doce de los catorce ministros. Al parecer se la han pasado muy bien. Así que no se prevé contratiempos... a menos que a la junta se quiera colar un tiburón, y no precisamente a tomar café con galletitas.
Sí, ya sé lo que están pensando. Pero no creo que el Gabinete de Calderón se deje meter al océano sin tanques de oxígeno. Aunque se lo merezcan.
