El grave problema del deterioro del medio ambiente no está en la agenda de los políticos regionales ni de los gobiernos estatales y locales. El pasado viernes 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente y lamentablemente fueron escasas las expresiones y actividades orientadas a encontrar y/o poner en marcha soluciones al severo desgaste ecológico que sufre nuestra Comarca Lagunera. Tampoco a la sociedad parece importarle mucho el tema en estos tiempos.
Por una parte es comprensible que para la ciudadanía hoy son más preocupantes y urgentes problemas como la inseguridad pública y la crisis económica, flagelos que tienen a la mayoría de las familias laguneras sumidas en una desgastante dinámica de miedo e incertidumbre. Lo que resulta irritante es que partidos políticos y candidatos a diputados federales utilicen la angustia de la gente víctima de la delincuencia y el desempleo para intentar posicionarse en unas campañas electorales que, al menos aquí en La Laguna, son lo más parecido a un gran bostezo por su falta de propuestas serias y novedosas.
Si atendemos a este oportunismo característico de los integrantes de los partidos que hasta hoy se han alternado en los puestos de representación popular en la Comarca Lagunera -PRI, PAN y PRD-, no es de extrañar que la agenda medioambiental esté ausente de sus discursos porque simple y llanamente no es un tema que les reditúe en votos, que es lo único que a ellos les importa. Ni siquiera el Partido Verde Ecologista ha impulsado el tema en su campaña y ha optado mejor por centrar su propaganda en la promoción de la pena de muerte a asesinos y secuestradores.
Pero este desdén hacia el cuidado del medio ambiente se observa sobre todo en los tres niveles de Gobierno. La deforestación, el crecimiento desordenado de la mancha urbana, la contaminación del aire, el agua y la tierra, son asuntos que están muy lejos de las prioridades de quienes encabezan las instituciones gubernamentales.
En este contexto de desinterés, los laguneros somos víctimas, testigos o cómplices diariamente de una serie de atropellos que se cometen en contra de nuestro entorno natural.
Hasta hoy la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (Profepa) no ha logrado detener la tala furtiva de los escasos árboles y plantas que hay en la región; y las esporádicas campañas de reforestación que se impulsan carecen de un control adecuado que permita medir su efectividad.
Además, los ayuntamientos no han sido capaces de obligar a todos los desarrolladores de vivienda a disponer de los metros cuadrados de áreas verdes requeridos por las normas ecológicas y de urbanismo.
Hasta ahora las autoridades federales, estatales y municipales no han alcanzado la coordinación suficiente para echar a andar un plan de rescate integral del lecho del río Nazas, que se ha convertido en el basurero más grande de toda la región, pese a ser la principal fuente de recarga de los mantos freáticos regionales. Lo anterior, aunado a la pasividad de la Comisión Nacional el Agua frente a la sobreexplotación del acuífero principal, ocasionada sobre todo por la deficiente regulación en la operación de los pozos que satisfacen a la enorme cuenca lechera, ha puesto a La Laguna como uno de los focos rojos en cuanto a disponibilidad y calidad de recurso hídrico se refiere.
Tampoco la Profepa, ni las secretarías estatales y direcciones municipales de medio ambiente han podido frenar la creciente emisión de gases contaminantes y partículas sólidas a la atmósfera. De la misma manera que no ha sido posible remediar la polución que la industria metalúrgica ha ocasionado durante décadas en sus alrededores.
Lo más grave de todo es que las consecuencias de estos abusos cometidos contra el medio ambiente ya han empezado a manifestarse. El clima de la comarca está cambiando, la presencia de arsénico en el agua de consumo humano es cada vez mayor y la calidad del aire que respiramos ha disminuido, todo lo cual ha contribuido a mermar nuestras condiciones de salud. Por eso, antes de que los daños sean irreversibles, es urgente que la sociedad civil obligue a los gobiernos a voltear a este importante tema para buscar y aplicar soluciones que eviten que La Laguna se convierta en el futuro en un lugar inhabitable.
Y DESPUÉS DEL VOTO ¿QUÉ SIGUE?
La creciente aceptación de las propuestas de no ir a votar, de anular el voto o de hacerlo por un candidato independiente, reflejan de alguna manera el descontento por parte de un sector de la ciudadanía hacia el desempeño de los partidos políticos y sus representantes. Más allá de la discusión sobre qué tan efectivo sería este tipo de manifestaciones para obligar a los políticos a atender las demandas de la sociedad, sería bueno que nos planteemos la necesidad de trascender el acto del voto (o no-voto intencionado) y llevemos nuestra participación democrática a un nivel más activo, cuestionando, exigiendo y movilizándonos, abriendo los cerrados espacios de la política, privilegio hoy sólo de los partidos y sus clientelas. Pugnar por las candidaturas independientes podría ser un buen comienzo.