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Nulificar el voto

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La visita de Denise Dresser a la ciudad de Torreón a invitación de Coparmex Laguna, trajo consigo el debate en torno a nulificar el voto en los próximos comicios federales, como alternativa frente a una situación política nacional que deja mucho qué desear.

La politóloga sorprendió por hacer la propuesta en un escenario convocado por un sindicato empresarial que promueve la participación activa, incluida la emisión del voto.

De acuerdo al diagnóstico de la Dresser el país es un asco como resultado de un ayer de corrupción y autoritarismo que atribuye al PRI. Del PAN hecho Gobierno critica su incapacidad para generar cambios, y de la totalidad de los partidos su empeño por repartirse el botín del poder aprovechando los escombros de las estructuras del pasado.

La visión de Denise soslaya que el país ya no es el mismo que fue antes del año dos mil, en la medida en que en la actualidad ya no existe el presidencialismo investido de poder omnímodo, la efectividad del sufragio está garantizada por un buen sistema electoral y la división de poderes y el federalismo son una realidad vigente. En contrapartida, por falta de acuerdo de las fuerzas políticas nuestra transición a la democracia plena se encuentra atorada, porque la reforma del estado ha sido un fracaso y las reformas en materia energética y fiscal un tibio paliativo.

Aún dando por bueno el diagnóstico de la politóloga, no se advierte en qué y cómo pueda impulsar nuestro desarrollo democrático la anulación del voto, que de hecho aumenta la estadística de la peor lacra de toda democracia: El abstencionismo.

La propuesta de anulación se dirige al sector de electores que votan en forma razonada, lo que fortalece el efecto nocivo del voto por acarreo corporativo o clientelar, que de cualquier forma se produce a cambio de una cachucha o de una despensa.

Es cierto como acusa Denise que ni los gobiernos que operan en el país en sus diversos niveles ni los partidos están a la altura de las expectativas de muchos mexicanos, pero esa apreciación es equívoca, porque en el sistema democrático el ciudadano no es un mero espectador de la vida pública, sino el protagonista principal y por ende el responsable final de los resultados.

No quiere decir que todos los mexicanos tengamos la misma carga en esta tarea. A mayores talentos recibidos en función de educación y posición social o política, corresponden distintos grados de responsabilidad y desde luego, los titulares de los puestos de Gobierno en los distintos poderes y los cuadros dirigentes de los partidos políticos son los primeros responsables.

También son responsables los politólogos, intelectuales y comunicadores y mientras más encumbrados y reconocidos, mayor responsabilidad tienen. Resulta incomprensible que una líder de opinión del peso y fama de la Dresser, se suba a un pedestal para deslindarse de la realidad y proponer la anulación del voto. Su opinión al respecto es un síntoma de rendición frente a la adversidad y sugiere un suicidio cívico colectivo.

La anulación del voto se apoya en una lucha de contrarios entre ciudadanos y partidos, lo cual es absurdo porque tan ciudadanos son quienes optan por no afiliarse a partido alguno, como los militantes de los diversos partidos. En otras palabras, los responsables históricos y actuales de los gobiernos y los partidos en México no son marcianos, por lo que de ciudadano a ciudadano no cabe la dicotomía entre los "nosotros" y los "ellos".

Ante la imposibilidad de ejercer una democracia en la que los más de cien millones de mexicanos decidamos los asuntos del país en asamblea y a mano alzada, nos hemos dado una Constitución que crea los partidos como organizaciones de ciudadanos que tienen por objeto encauzar la participación política.

Existen en México partidos que cubren el espectro ideológico en general, por lo que nadie se debe sentir excluido. Tales partidos no están a la altura de lo que anhelamos, sin embargo, al igual que toda organización humana los partidos son campos sembrados de trigo y de cizaña, y sólo es posible lidiar con esa realidad con la participación activa de los ciudadanos en calidad y número que sean suficientes, para operar en el cambio positivo de tales estructuras y del país en su conjunto.

Al final de su exposición Denise Dresser descubre el hilo negro, al sugerir la educación como la solución a nuestros males. En efecto, la miseria de nuestra clase política corresponde al mismo subdesarrollo cultural y moral, que nos afecta de mediocridad a periodistas, abogados, empresarios, intelectuales y bomberos.

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