Varias lecciones arroja la epidemia -virtual pandemia- de la influenza porcina a siete días de haber trascendido a nivel internacional.
La primera es que la madre naturaleza es por demás impredecible y capaz de ocasionar daños y trastornos inimaginables.
Un virus microscópico de procedencia animal ha puesto de cabeza al mundo entero, en especial a México y Estados Unidos, países que han resultado los más afectados.
Un médico experto en epidemiología rechazó tajantemente que se trate de una acción terrorista como por ahí se ha rumorado. "La mano humana sería incapaz de ocasionar tal ataque que bien puede calificarse de una acción bioterrorista".
La segunda lectura nos refiere a los traspiés que han dado los gobernantes mexicanos en el manejo de cifras y medidas en los últimos días.
Fue penoso observar cómo las autoridades mexicanas hablaban de más de 150 muertes por la influenza, veinte ocasionadas por el virus porcino, pero después rectificaron cuando la Organización Mundial de Salud (OMS) puntualizó que sólo siete muertes eran atribuibles a la gripe porcina.
Luego vinieron los juegos de poder y de cifras entre los gobiernos estatales y el federal. El gobernador de San Luis Potosí, Marcelo de los Santos, se fue por la libre y dio a la radio nacional sus propios conteos de enfermos y fallecidos que nada tenían que ver con los datos de la OMS.
A ello le siguieron las decisiones un tanto precipitadas y confusas. La suspensión de clases en escuelas y universidades de todo el país es una acción comprensible, pero que tendrá sus repercusiones. ¿Imagina usted a 33 millones de niños y jóvenes sin actividad formal durante diez días?
Posteriormente el regente del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, ordenó el cierre de restaurantes, bares y centros nocturnos, otra medida lógica, pero que afectará terriblemente la economía de la capital mexicana y el bolsillo de miles de ciudadanos quienes viven al día de las ventas y las propinas que logran obtener.
La tercera lección se refiere a los medios de comunicación que en términos generales demostraron su falta de preparación para cubrir eventualidades de tal naturaleza.
Y lo decimos con la responsabilidad que nos toca como periodistas, porque caímos de nueva cuenta en los errores habituales: improvisación, falta de conocimiento del tema, incapacidad para ir más allá de la voz oficial y finalmente la saturación del tema.
En radio, televisión, periódicos y sitios de Internet fue patético observar cómo el virus de la gripe porcina acaparó casi por completo los espacios noticiosos.
Otros sucesos recientes de importancia fueron ignorados para dar paso a una cobertura exagerada y a la vez incompleta de esta epidemia que puso a México en jaque y cuyos efectos serán terribles una vez que pase la fase de emergencia.
Sin duda es preferible exagerar las acciones y la información con el ánimo de impedir que este mal avance, pero se corren riesgos que podrían resultar muy graves.
Por lo pronto México quedará fuera del mapa turístico durante los próximos seis meses a pesar de que el número de infectados por el virus es mayor en los Estados Unidos.
La cancelación de vuelos de diversos países y la suspensión de eventos nacionales e internacionales agravará la mala reputación de México como destino a visitar.
Todos esperamos que la inminente pandemia sea contenida en los próximos días, así debe ser si consideramos los avances tecnológicos y sanitarios en el mundo entero.
Lo que todavía no sabemos es si detrás de esta crisis sanitaria hubo negligencia, ineptitud o simplemente la emergencia superó todos los pronósticos.
Tarde o temprano lo sabremos, por ahora hay que tomar todas las precauciones necesarias para salir victoriosos de esta guerra microbiológica.
