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Legado oriental

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EL UNIVERSAL

El séptimo arte explora otra fuentes de inspiración: el manga y el animé japonés.

Décadas atrás, la incipiente industria de animación japonesa imitaba a las producciones occidentales a fin de conquistar el mercado internacional.

La tendencia se revierte, la fascinación global por la manga y el anime atraen a la industria hollywoodense: Quentin Tarantino incluyó una secuencia completa de anime en Kill Bill 1 (2003) en el capítulo correspondiente al pasado turbulento de la asesina O-Ren Ishii (Lucy Liu). Meses atrás, los hermanos Andy y Larry Wachowski adaptaron Meteoro (2008), de la serie animada de Tatsuo Yoshida, y esta semana se estrenó Dragon Ball Evolución (2009) basada en la popular manga de Akira Toriyama.

Manga es el vocablo empleado para las historietas; el de animé engloba a los dibujos animados de manufactura nipona, aunque el término, de origen inglés, se adoptó a finales de los años 60. Antes, se empleaba el de “doga” para denominar a las caricaturas con movimiento. El nacimiento de los filmes animados de Japón se remonta a 1916 con Oten Shimokawa y el corto La historia del conserje Mukuzo Imokawa. La esencia de las primeras caricaturas era presevar el espíritu nacionalista y los mensajes anti occidentales. Parodias de animaciones europeas y estadounidense eran comunes, como Black Cat Hooray! (1934), de Takao Nakano, sátira de Mickey Mouse.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, Osamu Tezuka, redefiniría la manga y el animé, al asimilar estilos de las creaciones occidentales (como los personajes de ojos enormes) y la narrativa cinematográfica (encuadres dramáticos, paneos y closeups sustituían la imagen congelada tradicional). Modificó la creencia de que los dibujos animados se dirigían al público infantil, al abarcar diversos géneros: fantasías románticas, aventuras juveniles, dramas de adultos y producciones eróticas. Descubrió el potencial de la televisión y elevó las creaciones a niveles artísticos, con mensajes humanitarios y ecologistas. A su estudio de animación pertenecen Astro Boy y La Princesa Caballero.

La expansión del imperio oriental de animación se acentuó en los 80, procedente del manga de ciencia ficción: Akira, de Katsuhiro Otomo, y Dragonball Z. Sería también el momento de Hayao Miyazaki, autor de filmes encantadores, por su realismo y delicadeza como El Castillo de Cagliostro (1979), y de Isao Takahata (La Tumba de las Luciérnagas, 1988). En los 90, amenazaba la decadencia creativa con exhaustivas revisiones de personajes pasados, hasta el arribo de sagas: Pokemón, de Takeshi Shudo, Ghost in The Shell, de Yutaka Omatsu, o filmes como La Princesa Mononoke (1997) y El Viaje de Chihiro (2001), de Miyazaki.

La pauta del nuevo milenio: mayor interrelación con la industria estadounidense con animé inspirado en series tipo Nikita y Los Expedientes Secretos X.

Inspiración

´ Meteoro (Speed Racer): es la adaptación en español del título de la serie de animé sobre carreras automovilís-ticas Mach Go Go Go.

´Kill Bill: es la cuarta película escrita y dirigida por Quentin Tarantino. Uma Thurman actúa en el papel de Beatrix Kiddo, un personaje conocido como “La Novia”, quien toma venganza de Bill.

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