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Educación y familia

ROLANDO CRUZ GARCÍA

Es indudable que existe una relación indisoluble entre la escuela y el hogar, y en sintonía con el llamado mes de la familia, me permito compartir con ustedes algunas reflexiones acerca de este importante binomio.

La familia es la más antigua de las instituciones sociales humanas y sin duda es la institución que sobrevivirá mientras exista nuestra especie, su origen se pierde en el tiempo y es reconocida como una necesidad ontológica de las personas, es decir es aquella que se identifica con el ser y la esencia de los sujetos todos.

La familia constituye un microcosmos de la sociedad; en su concepción, se trata de un pequeño grupo que se interrelaciona con otros en el marco de un sistema social extenso, además "es la única institución, fuera de la religión, que se desarrolló formalmente en todas las sociedades" (Goode, 1966).

Como microcosmos social, la familia sigue siendo una organización con aspectos legales, gubernamentales y políticos propios, los procesos educativos esenciales provienen de ella; valores y actitudes se forjan en su seno y la escolarización sólo se constituye sobre los cimientos dejados por la familia en el niño y el joven.

"Infancia es destino" es una frase muy conocida, de origen psicoanalítico que indica la determinación del ser humano en función de sus primeros años de vida: experiencias, vivencias, circunstancias, etc.

Los procesos de socialización del individuo, se inician en el hogar, en donde la familia pone todo lo positivo y negativo que puede estar ahí presente; es aquí en donde aparece la escuela como medio para equilibrar la incipiente formación de los niños.

Sin embargo, se ha llegado a asegurar que a los siete años de edad queda relativamente muy poco por hacer con un niño, si en su ambiente familiar no se favoreció el desarrollo del raciocinio que tanto se valoriza en las sociedades industriales.

La escuela es una institución reciente que hereda la tarea que por siglos desempeñó la familia: aculturar y socializar a los componentes jóvenes de la sociedad.

La familia confía a la escuela la formación ulterior y a veces definitiva de sus niños y jóvenes; por lo que se vuelve el principal objetivo de la educación.

La sociedad en su conjunto (a través del estado) está muy interesada en que dicho objetivo se cumpla en su provecho y beneficio propio, cabe aclarar que dicho propósito no siempre se cumple.

Existe además una estrecha asociación entre la posición social de la familia y la inteligencia, escolaridad, ocupación e ingreso económico de sus miembros; ésta es una realidad que desgraciadamente la escuela no puede resolver.

El nivel de inteligencia del niño es profundamente influido por el nivel socioeconómico de la familia, lo que mide la posibilidad de éxito en el sistema educativo.

La educación en términos de escolaridad, como de aprovechamiento, va a determinar o al menos a influir en el tipo de educación al que una persona puede aspirar.

"El nivel de ingreso depende, por su parte, de la ocupación y el trabajo desempeñado en una sociedad posindustrial y neoliberal como la nuestra; el mecanismo de distribución del ingreso es directamente relacionado con la distribución de la educación" (De Moura, 1976).

Esto hace que educación y nivel socioeconómico se conviertan en un círculo virtuoso, al que desgraciadamente pocos en México tienen acceso; por el contrario, la mayoría de la población se encuentra en un círculo vicioso en el que la falta de escuela se traduce en falta de oportunidades para mejorar los niveles de vida de la gente y con tan pocos ingresos no se puede proporcionar educación de calidad a los hijos.

El nivel sociocultural y el ingreso económico de la familia inciden directamente en el tipo de alimentación y en su calidad, lo que se refleja irremediablemente en los niveles de inteligencia de los niños y jóvenes, al grado que, según experiencias reales, niños desnutridos han demostrado que a partir del mejoramiento alimenticio, ha sido posible incrementar significativamente el coeficiente intelectual de los menores.

Por otro lado, el desarrollo de la inteligencia tiene que ver también con el ambiente cultural de la familia, es como se genera una cadena de efectos que son evidentes, un nivel socioeconómico suficiente puede no sólo alimentar adecuadamente a los hijos, sino proporcionar además ambientes socioculturales que potencien el desarrollo intelectual del niño. No podrán desarrollar cultura donde no la hay.

Se ha demostrado en más de una generación que la educación es un medio de capilaridad o ascenso social y se manifiesta con mayor intensidad en sociedades relativamente jóvenes y en países en desarrollo, en donde la juventud tiene una baja escolaridad promedio.

En sociedades latinoamericanas se ha asegurado que la educación significa una verdadera revolución de expectativas, según la cual la sociedad valora en un alto grado a la educación.

En países como el nuestro, las expectativas se han cubierto gracias a la educación pública, de un carácter de gratuidad, incluyendo el nivel medio-superior y universitario, por lo que la mayoría de los profesionistas que conforman la clase media mexicana, debe su posición a los estudios en instituciones públicas que les permitieron ascender en la escala de ingresos y posición socioeconómica, respecto a la generación de padres y abuelos.

Esto, sin duda, ha ido conformando nuevas familias con otras perspectivas de desarrollo intelectual, profesional y personal, lo que redunda en una nueva dinámica social y educativa.

Sigamos privilegiando esta trascendental relación entre las escuelas y las familias.

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