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Insensibilidad al cubo

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Hay momentos en la historia en que un personaje anodino, común y corriente, del montón, se convierte en símbolo de los tiempos que corren, y de las ansias y preocupaciones de la mayoría. Algo así ocurrió el año pasado en plena época electoral, cuando un obrero de Ohio, al que se le llamó coloquialmente Joe el Plomero (aunque ni plomero era) pasó a simbolizar, al menos en teoría, las aspiraciones del hombre de la calle en Estados Unidos. Los republicanos trataron de usarlo como estandarte de su plataforma política, aunque luego tuvieron que echarse para atrás, por una razón muy sensible: el mentado Joe era, indiscutiblemente, un idiota. Ahora en Alemania surge un símbolo de las penurias y problemas provocados no sólo por la crisis económica mundial, sino por la intransigencia y dureza de corazón del capitalismo salvaje. Lo cual es discutible, básicamente porque un servidor no tiene conocimiento de época alguna en que el capitalismo haya estado domesticado. Pero en fin. La historia de Bárbara Emme se ha vuelto emblemática de los pesares, agravios y frustraciones de buena parte de los humanos en este mundo.

La señora Emme había sido cajera de un supermercado durante 31 años. Sí, leyó usted bien: 31 años. Un día, resultó que había un faltante de 1.30 euros (unos 30 pesos) por concepto de reembolso por botellas vacías. Y ante tan grave pérdida, la gerencia del súper ¡la despidió! El asunto trascendió a la prensa, y ardió Troya. Políticos de todos los matices ideológicos la han usado para sus respectivos fines, en vista de que en Alemania se avecinan elecciones. Los oportunistas se dan en todos lados.

Algunos utilizan el caso de "Bárbara E.", como la llaman los diarios (cual si fuera alcohólica anónima o menor de edad) como ejemplo claro de los excesos del capitalismo, que pone las ganancias (¡30 pesos!) por encima de la dignidad, la lealtad y otros valores nobles elementales. Los democristianos se regodearon preguntando cómo se puede despedir a una pobre empleada por una omisión tan pequeña, y los grandes financieros que perdieron miles de millones de euros por manejar sus bancos con las patas no sólo siguen en sus chambas, sino que tienen el descaro de exigir bonos y prestaciones millonarias

Así pues, sin deberla ni temerla, Bárbara Emme se ha convertido en figura pública, bandera de diversos partidos y símbolo forzoso de quién sabe cuántas cosas. Hasta eso, no le han dejado de llegar mensajes de aliento

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