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Contraluz / ¿Qué miras por la ventana?

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

“¿Qué miras por la ventana?

Miro al sol que ya se va

y me dice hasta mañana.

¡Di madre que volverá!

Volverá, niño querido,

hasta tu cama entrará,

y si te encuentra despierto

¡qué contento se pondrá!”

Ahora que buscaba una introducción para la presente colaboración, evoqué esta poesía escolar de mi libro de primer año, de aquellos de pasta gruesa, papel revolución, e innumerables grabados que nos llevaban muy lejos con la imaginación. En la actualidad tendría que repasar incontables veces un fragmento para memorizarlo, en cambio éste vino a mí sin ningún esfuerzo, lo que comprueba una vez más que la mente de un niño es una esponja que todo absorbe.

“Los ojos son las ventanas del alma”, reza el antiguo refrán popular, por el cual los antiguos enamorados atisbaban en la mirada de la amada la cual cubría su rubor con un abanico español pintado a mano.

Hoy las cosas han cambiado al extremo: En primer lugar pareciera que los roles se han invertido, y ahora son las enamoradas las que atisban a los chicos, pero no precisamente en sus rostros, sino que los persiguen a un grado próximo a la asfixia, a través de llamadas telefónicas en horas inconvenientes, pasando por su casa en el automóvil a altas velocidades, o bien infiltrando sus canales de información al grado que ni la extensión de un amplio gobelino lograría cubrir la privacidad del amado.

Los contrastes, al grado chuscos, nos hacen comprender que las cosas han cambiado enormemente en los últimos tiempos. Sin embargo la base científica del refrán sigue siendo válida, y los oftalmólogos no nos dejarían mentir: La retina es la única ventana directa hacia el sistema nervioso que posee el organismo, de manera que al asomarse con un oftalmoscopio a mirarlas, estamos viendo una porción de la inextricable red de conexiones nerviosas particulares del humano, que nos ha permitido reflexionar, crear y hacer historia.

Paradójico resulta entonces, que dichas retinas, lejos de ser resguardadas como algo precioso de la naturaleza, las utilicemos a manera de cloacas, impactándolas con una cantidad inestimable de basura, tanto a través de la palabra como a través de la imagen. Una y otra van a parar precisamente a estas ventanas, desde las cuales viaja la información al cerebro para ser procesada. A partir de dicho procesamiento van a desencadenarse pensamientos y emociones que finalmente modificarán nuestra forma de pensar, de actuar, y de ser.

Esta semana llamó mi atención la imagen mostrada por diversos medios, de los cadáveres de los hijos de Saddam Hussein. Las figuras son patéticas, pues por más que se esforzaron en maquillarlos muestran huellas del acribillamiento del cual fueron objeto. Los rostros recuerdan las figuras de cera; su expresión final es la de una careta, puesto que tuvieron que ser reconstruidos para borrar la deformación ocasionada por los mísiles. A Odai, durante la autopsia le extrajeron el fémur en el cual se había aplicado años atrás un clavo intramedular; así que junto al cuerpo muestran dicho hueso morbosamente, a manera de trofeo de cacería... Por un momento me hizo recordar los rituales mortuorios de civilizaciones antiguas, y resulta difícil entender que sea parte del contexto cultural del Tercer Milenio, pródigo en revelaciones maravillosas.

Imágenes como éstas entran a través de la retina y se graban, lo cual nos va tornando insensibles, y de alguna manera modifica paulatinamente la forma en que visualizamos la violencia de nuestros tiempos. Genera en nosotros un fenómeno de tolerancia, de suerte que lo que sucede en derredor nuestro nos va resultando “no tan malo”, aún cuando se traten de grandes crímenes contra la humanidad.

Algo parecido sucede con la palabra: Respecto a un mismo hecho leemos una versión y la contraria; ambas partes aseguran poder demostrar que tienen la razón, de modo que una verdad ahora es blanca y mañana negra porque las palabras tienden trampas al entendimiento. Para ejemplos hay miles. El más sencillo, un gobernante que se empecina en afirmar que los problemas de la microeconomía están resolviéndose, cuando sentimos frontalmente que comienzan a comernos las entrañas. O el exfuncionario que pretende reingresar al juego político, cuando es de todos sabido que saqueó descaradamente al país, habiéndose calculado que con lo habido tiene asegurado un patrimonio para brindar una vida de lujo a sus descendientes por tres generaciones.

Nuestras preciosas retinas: ¿Ventanas del alma o cloacas? La gran interrogante, la encrucijada frente a la cual nos hallamos hoy.

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