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Figuras de vidrio, una tradición en extinción

Don Justino, en compañía de su hijo Faustino y su esposa María, tratan de mantener vigente el gusto de la gente por su trabajo, lo cual les mantiene frente al soplete a más de 3 mil 500 grados centígrados.

Don Justino, en compañía de su hijo Faustino y su esposa María, tratan de mantener vigente el gusto de la gente por su trabajo, lo cual les mantiene frente al soplete a más de 3 mil 500 grados centígrados.

EL UNIVERSAL

A 48 años de hacer figuras con vidrio, Justino García asegura que esta actividad no debe desaparecer.

Un par de varillas de vidrio estiradas a alta temperatura hicieron de su arte un capricho entre presidentes, embajadores, príncipes, emperadores y líderes religiosos, quienes fueron sus principales clientes a lo largo de varias décadas.

El Arte Brillante es el nombre de la microempresa que bajo la tutela de Justino García ve pasar décadas de éxito nacional e internacional y otras de sequía donde la competencia desleal es su principal obstáculo para mantenerse dentro del mercado.

Según cuenta Faustino García, en los buenos tiempos ganaban hasta 2 mil pesos al día y ahora hay ocasiones en que no se vende nada, pues pocos conocen este tipo de artesanía o prefieren gastar en otras cosas.

Don Justino, en compañía de su hijo Faustino y su esposa María, tratan de mantener vigente el gusto de la gente por su trabajo, lo cual les mantiene frente al soplete a más de 3 mil 500 grados centígrados exponiéndose a fuertes quemaduras y en verano a deshidratación.

“Nuestra trayectoria es muy grande, sin embargo, vino una invasión asiática y nos hizo pedazos con piezas parecidas a las nuestras, pero con otro material”, señaló.

Por ejemplo, las figuras que damos a 100 pesos, ellos las ofrecen en 20 pesos, entonces comerciantes de Cancún y el Distrito Federal nos desplazaron por el costo, explicó.

Para hacer cada una de las figuras que le solicitan deben comprar oro y varilla alemana (vidrio de laboratorio que se usa para hacer probetas). Y cada 90 días se adquiere un cuarto de oro, cuyo kilogramo actualmente se cotiza entre 70 y 90 mil pesos.

Apagando el soplete

Sin un molde y mucha imaginación Justino inició este negocio tras unirse a un grupo de artesanos como su representante en 1960, ahí aprendió a trabajar el cristal y en 1988 abrió su propio taller.

El empresario, que se especializó en Cristos, aseguró que para este tipo de trabajo se necesita mucha dedicación pero hay algo más importante todavía. “El mercado mexicano es muy bueno, pero hace falta acercamiento a la gente, que conozcan lo que ofrecemos, teníamos un local en Coyoacán, donde trabajábamos sábado y domingo e hicimos nuestro emporio pero ya tiene casi un año que están remodelando el parque y nos desplazaron, por lo tanto la gente no sabe dónde estamos o si aún trabajamos”.

García, que se considera entre los mejores del mundo en este arte, aprendió a estirar el vidrio porque ante las huelgas de los maestros en 1998, se aburría y le pidió a su padre que le enseñara, perfeccionando su técnica en art deco y art nouveau, tras estar varios meses en Japón aprendiendo de los expertos.

“Todo nuestro trabajo se dirigía a eventos sociales (bodas, bautizos, recuerdos luctuosos XV años, etcétera), las personas pedían 100 o 200 piezas, eso enriquecía la comercialización y ahora la gente prefiere otros productos más baratos, este tipo de labor tiene una tendencia a desaparecer porque además de los altos costos de los insumos no hay cultura para apreciarla”.

Un negocio familiar donde no se hacen figuras chicas en serie, pues al día se pueden producir 50 piezas chicas, 20 medianas y una grande cada dos días por persona; al parecer está destinado a acabarse pese a su competitividad con grandes artistas de América, Europa y Asia.

“Hemos realizado exhibiciones en Japón, Canadá, Italia y Francia, realizamos trabajos para todos los presidentes desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Felipe Calderón, quien tiene en su escritorio un Ángel de la Independencia”, manifestó.

Reiteró que si bien gozan de una buena reputación, la crisis también afecta “y no sabemos cuánto tiempo podremos aguantar”.

Dentro de sus trabajos más sobresalientes destacan la réplica del barco de William Adams, que fue el primero de estilo europeo que visitó de Osaka al puerto de Acapulco en el año 500, y de Asia a América, que le llevó a su hijo un mes en hacerlo y tiene 1.70 metros de ancho y 1.20 metros de alto, el cual armó por partes y fue un regalo para el príncipe de Japón. Otro más fue un báculo para el papa Juan Pablo II en su primera visita a México; mide casi dos metros de altura y en la actualidad se encuentra en el Vaticano.

Otra es una maqueta que va de la fundación de Tenochtitlán y hasta la conquista de México que le costó cerca de 40 mil pesos y quedó en segundo lugar en un concurso de Fonart.

Justino aseguró que mantendrá la tradición hasta sus últimos días; “es un negocio que debe perdurar en México”.

Recalcó que en el último año se registró un aumento importante en el costo de las materias primas, no obstante, se hacen esfuerzos por mantener los mismos precios, a fin de se mantenga la demanda.

Tradición

La apuesta de la familia García ha sido al vidrio

50 piezas pequeñas se llegan a realizar al día.

40 mil pesos vale la figura de vidrio más elaborada.

100 pesos es el costo del modelo más pequeño.

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