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La educación con calidez

ROLANDO CRUZ GARCÍA

La mayoría de los procesos educativos actuales, busca alcanzar criterios de calidad que les permitan desarrollar sus funciones formativas de la mejor manera; pero deja de lado un componente esencial en todo proceso de enseñanza–aprendizaje: la calidez del acto educativo.

Al referirnos a todos aquellos aspectos que definen y concretan la calidad educativa, nos estamos remitiendo a los indicadores que nacen en el mundo empresarial y que cobran relevancia e importancia en la vida institucional de las escuelas y en su desarrollo organizacional.

Bajo la perspectiva de los mencionados indicadores de calidad, que aplican en el ámbito educativo (indicadores que son ampliamente discutidos a nivel de las administraciones institucionales), es necesario describir dichos parámetros: eficiencia, referida a la necesidad de que nuestras instituciones hagan más con menos y que todos los procesos sean desarrollados adecuadamente “a la primera” oportunidad.

La eficacia, relativa al uso de todos los medios que las instituciones tienen a su alcance para el logro de sus metas y objetivos. La efectividad, entendida como la relación entre lo que las instituciones se proponen como metas y el logro de las mismas, relación que se busca sea siempre cercana al cien por ciento.

La productividad, que relaciona los insumos entre los productos, es decir lo que las propias instituciones invierten y obtienen respectivamente, buscando como resultado la unidad. (Cabe aclarar que estas definiciones no son textuales, sino experienciales y parafraseadas por el autor del presente artículo editorial).

La competitividad, que significa ser los mejores en todo lo que hacemos a nivel local, estatal, nacional y global.

Todos los criterios de calidad mencionados, son muy valiosos si se logran, pero sigue faltando el componente ontológico que debe acompañar todo PEA (Proceso de Enseñanza–Aprendizaje): la calidez; es decir, aquel componente que involucra al ser y su esencia, lo humano, lo más íntimo que ponemos en juego al momento de aprender.

Involucrar la parte ontológica al momento de aprender, implica ejercer poder sobre tus percepciones acerca de lo que te rodea, es aprender lúdicamente, es decir, con placer, diversión y satisfacción; es encontrar la necesaria relación entre lo que aprendes y cómo eres en esencia, qué tienen que ver los contenidos contigo y con tu contexto; tus circunstancias.

Aprender desde lo óntico es reconocer lo que funciona, lo que no funciona y modificarlo; qué contenidos me son cercanos, cuáles no lo son y buscar la manera de entenderlos y apropiarme de ellos.

La esencia del ser humano involucra a la familia (de origen, creada y propia), es por esto que cada vez invitamos más a los padres en los procesos educativos, implica nuestra relación con los demás, con nuestras amistades, conocidos, equipos de trabajo, grupos, etc.

Darle importancia a la esencia humana en los procesos educativos, involucra también la relación conmigo mismo, a nivel profesional (qué hago y cómo lo hago), a nivel de nuestra salud física y mental (significa estar bien y de buenas), a nivel cognitivo (poner todas nuestras capacidades para aprender de manera permanente) y a nivel espiritual (aquella fuerza interior que nos permite lograr lo que sea).

Si reconocemos que los seres humanos estamos equipados de la misma manera (a menos que se tenga alguna discapacidad), entonces nos preguntamos ¿por qué algunos tienen éxito y otros no? ¿Cuál es la diferencia, qué hace la diferencia? La respuesta radica en las propias características del exitoso: tienen energía, creatividad, inteligencia y persistencia (características que tenemos la mayoría de los mexicanos). Lo que hay que reconocer es que dichas características se dan en los humanos a nivel inconsciente.

Desde lo anatomofisiológico, las conductas, las habilidades y las emociones se presentan a nivel inconsciente (más del 90% de lo que hacemos), es decir, todo aquello de lo que no me doy cuenta; sólo entre 7% y 10% de lo que hacemos es a nivel consciente, o sea todo aquello que sí puedo controlar. Por ello es importante al momento de aprender, conciliar, hacer alianza entre lo que hacemos consciente e inconscientemente.

Dar calidez en educación significa además, involucrar e incorporar sensaciones, sentimientos, emociones, afectos (y desafectos), filias, fobias, formas de percepción, etc.

Debemos reconocer que estos aspectos, en su mayoría, son poco contemplados y menos involucrados en nuestros procesos educativos, muchas veces por desconocimiento, otras por temor a incursionar en áreas poco conocidas, en temas en los que los profesores no le queremos entrar; la mayoría de las veces por miedo a salir mal librados. Siempre será más fácil dar clase (preparar un tema y darlo), explicar un contenido, dictar, sólo hablar y hablar. El problema es que al hacerlo de esta manera no privilegiamos si el otro aprende, cómo lo aprende y para qué le sirve lo que aprende.

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