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La educación a lo largo de la vida

Rolando Cruz García

Educar al hombre a lo largo de toda su vida y prepararle para vivir como ciudadano, como profesional, como un sujeto valioso para la sociedad, se ha convertido en la verdadera misión de la educación.

Se reconoce además que la educación debe acompañar al hombre en su desarrollo psicosomático, en todas las fases de la vida y en todas las circunstancias, lo que debe permitirle vivir una existencia auténtica.

Para lograrlo es necesario reestructurar nuestra pedagogía, buscando satisfacer las necesidades del hombre como trabajador y como padre de familia; un ser social al que se le reconoce como insuficientemente instruido, sin cualificación para poder ocupar mejores empleos, empleos que exigen conocimientos técnicos más avanzados. Para ello la educación no debe abandonar al hombre a la salida de la escuela; debe acompañarlo a lo largo de su existencia.

De lo anterior, surge la necesidad de implementar sistemas que desarrollen la educación continua y las capacidades abiertas de los sujetos, preparándoles para enfrentar las variadas situaciones que le pueden surgir día a día, en lugar de transmitirle conocimientos cada vez más específicos y cuyo periodo de validez es cada vez más corto.

A este respecto es fundamental la opinión que emitió la Comisión Delors de la UNESCO desde 1996 y que establece en su capítulo V relativo a La educación a lo largo de la vida, de cómo la educación ocupa un lugar cada vez más importante en la vida de los individuos, a medida que aumenta su función en la dinámica de las sociedades modernas.

Este fenómeno tiene diversas causas: la división tradicional de la existencia en periodos claramente separados (la infancia y la juventud, dedicadas a la educación escolar; la edad adulta, consagrada a la actividad profesional y al periodo de la jubilación), dicha división ha dejado de corresponder a las realidades de la vida contemporánea y se ajusta menos a los imperativos del futuro.

Nadie puede hoy esperar que el acervo inicial de conocimientos construidos en la juventud le baste para toda la vida, pues la rápida evolución del mundo exige una actualización permanente del saber, en un momento en que la educación básica de los jóvenes tiende a prolongarse.

Por otra parte la reducción del periodo de actividad profesional, la disminución del volumen total de horas de trabajo remuneradas y la prolongación de la vida después de la jubilación aumentan el tiempo disponible para otras actividades.

En lo sucesivo, el periodo de aprendizaje debe cubrir toda la vida y cada tipo de conocimiento invade el ámbito de los demás y los enriquece. En el siglo XXI, la educación cubre una nueva misión que abarca las múltiples formas que puede adoptar desde la infancia hasta el final de la vida. “La educación a lo largo de la vida no es un ideal lejano sino una realidad que tiende cada vez más a materializarse en el ámbito complejo de la educación” (Jaques Delors, 1996).

Para organizar este proceso hay que dejar de considerar que las diversas formas de enseñanza y aprendizaje son independientes y en cambio están imbricadas, son recurrentes y en constante cambio; tratar de realzar el carácter complementario de los ámbitos y los periodos de la educación moderna es ahora fundamental.

El adelanto científico y tecnológico y la transformación del proceso de producción en aras de una mayor competitividad, han determinado que los saberes y las técnicas de cada individuo, adquiridos durante la formación inicial, pierdan rápidamente vigencia y se acentúa la necesidad de desarrollar la capacitación profesional permanente; en el caso de los profesores esto no es la excepción, toda vez que los formadores de sujetos que habrán de enfrentar estos adelantos son precisamente los sujetos-docentes.

La educación a lo largo de la vida, responde en gran medida a un imperativo de orden económico y permite a las empresas dotarse de personal con las mejores aptitudes, necesarias para mantener el empleo y reforzar su competitividad. Por otra parte, brinda a los individuos la oportunidad de actualizar sus conocimientos y vislumbrar posibilidades de ascenso.

Ahora bien, la educación a lo largo de la vida, en el sentido que le da la comisión de la UNESCO (Comisión Delors), va aún más lejos: Debe dar a cada individuo la capacidad de dirigir su destino en un mundo en el que la aceleración del cambio, acompañada del fenómeno de globalización, tiende a transformar radicalmente al empleo y su carácter permanente ha de brindar a cada cual los medios para alcanzar un mejor equilibrio entre trabajo y aprendizaje, para el ejercicio de una ciudadanía activa. El saber, el saber hacer, el saber ser y el saber convivir en sociedad constituyen los cuatro aspectos, íntimamente enlazados, de una misma realidad.

La educación a lo largo de la vida representa para el ser humano una construcción continua de conocimientos y aptitudes, de su facultad de juicio y acción. Debe permitirle tomar conciencia de sí mismo y de su entorno y desempeñar su función social en el mundo del trabajo y de su función en la vida pública.

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