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Contra la judeofobia

PLAZA PÚBLICA

Miguel Ángel Granados Chapa

Diversas mediciones han establecido que la sociedad mexicana no es ajena al racismo, aunque la mayor parte de sus miembros niega padecer esa deformación. Se practica, sin embargo, de forma tenue, pero cierta, respecto de los pueblos originarios, a quienes se discrimina y ofende con más frecuencia de la admisible. No existen ya, en cambio, pulsiones sociales notorias y extendidas, contrarias a comunidades llegadas de fuera y afincadas en México, como las hubo en el pasado respecto de chinos y judíos. De tanto en tanto, sin embargo, brotan expresiones públicas que muestran una judeofobia que es preciso no pasar por alto, ya que si bien carecen de asentimiento generalizado, recuerdan demasiado la prédica antisemita que precedió al exterminio sistemático de la población de origen judío en las naciones dominadas por el nazismo.

Cobra sentido referirse a ese tema hoy, cuando vivimos las horas previas a la Noche Buena, la que evoca el nacimiento de Cristo, que escogió al pueblo de Abraham para ser el Dios encarnado, según estipula su credo.

El 7 de diciembre, el doctor Alfredo Jalife-Rahme reseñó en La Jornada la posición del “analista británico Ambrose Evans –Pritchard, vinculado a los intereses financieros de la City”, en torno a la relación entre la crisis financiera internacional y la violencia terrorista y militar. De pronto, pasando a su propia percepción de ese entorno, Jalife-Rahme se hizo una pregunta que parecía incluir su propia respuesta afirmativa: “¿Propició la banca-israelí anglosajona la carnicería de Bombay con el fin de repatriar los capitales a Estados Unidos y revaluar artificialmente el dólar?”.

Doce días después, el 19 de diciembre, un numeroso grupo de personas hizo publicar en ese mismo periódico un desplegado con el título “Contra el antisemitismo”. Con razón, los firmantes (representados por Alejandro Frank y Olivia Gall, responsables de esa publicación) reprocharon a Jalife llegar, con esa pregunta, “a extremos comparables a los del libelo Los protocolos de los sabios de Sion, panfleto antisemita creado en Rusia a fines del siglo XIX y utilizado en forma destacada por el régimen nazi, donde se acusa al pueblo judío de planear el control del mundo a través de todo tipo de acciones criminales”. Dieron información que reduce al absurdo la hipótesis del autor, a quien reclamaron que utilice “información sesgada y mal intencionada, haciendo generalizaciones discriminatorias y procediendo a una sistemática campaña de desinformación en contra de un grupo muy variado de personas de diversas nacionalidades, con muy diversas tendencias políticas, pero cuyo ‘pecado’ es su origen o su identidad judía, adscripción que no es necesariamente religiosa ni es ideológicamente uniforme”.

El domingo 21 Jalife contestó a sus impugnadores y a otros que ni siquiera aparecen en la discusión. Lamentablemente siguió una pueril costumbre antisemita que, para denotar la pertenencia a esa identidad, hace que resuene el apellido materno, a modo de una denuncia o delación. Así, habló de Alejandro Frank Hoeflich y de Gall Sonabend y puso en la escena a Arnoldo Krauss Weizman y a Enrique Krauze Kleinbort. Llamó a los argumentos de su impugnadores “jeremiadas y anatemas sectarios”; protestó haber sido “más crítico de mis paisanos árabes y libaneses que ellos de sus correligionarios israelíes” y repitió el peligroso argumento de que Israel perpetra atrocidades comparables a los que el pueblo judío padeció en la Rusia zarista y en la Alemania nazi.

Adujo además un capítulo de “hechos” en cuyo refrendo se citó a sí mismo como fuente de autoridad. Y como prueba de la perversidad judía, o de la banca israelí-anglosajona que a su entender son lo mismo, refirió que “el mayor estafador del mundo, el banquero israelí” (en realidad norteamericano) Bernard Madoff manejaba los fondos del Mossad, el servicio de Inteligencia israelí. Citó como fuente de esa última afirmación un sitio en Internet llamado The Spoof.

Con el rigor que preside sus análisis, Adolfo Gilly terció en la polémica en ese mismo diario. Buscó en la red esa referencia, atraída su atención porque spoof quiere decir broma, parodia, tomadura de pelo. Y encontró que de eso se trata en efecto: Se lee allí una historia sobre el manejo de dinero del Mossad y de la furia que asaltó a los servicios israelíes por el fraude perpetrado por Madoff (que estafó a gente de todas las nacionalidades). Pero con honradez que faltó a su utilizador, esa fuente aclara al final de su texto, según la traducción de Gilly: “La historia precedente es una sátira o una parodia. Es totalmente inventada”.

No obstante esa desautorización tan autorizada (aparecida el lunes en La Jornada), la argumentación de Jalife- Rahme seguirá teniendo efecto, entre otros, en quienes al legítimamente defender los derechos palestinos (tan vilipendiados, especialmente por los regímenes autoritarios árabes que los utilizan como escudo a su guerrerismo) confunden las acciones de un Estado y aun los de un régimen político –susceptible de crítica pública— con la identidad judía en general, cuya denostación ha ido acompañada de violencia destructora a través de la historia.

Una tentación de ese género asaltó también a Germán Martínez, el líder nacional del PAN, según percibió Jacobo Zabludovsky (ambos en textos de El Universal) al decir que Madoff afectó a obras de beneficencia judías y afirmar de modo ambiguo que “los estafadores limpian sus culpas con regalos de caridad”.

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