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Aeropuerto de Tempelhof, símbolo de la historia berlinesa

Los defensores del Aeropuerto de Tempelhof lanzaron este año varias campañas, incluido un referendo popular que acabó en derrota, por no lograr el mínimo de participación necesaria. (Archivo)

Los defensores del Aeropuerto de Tempelhof lanzaron este año varias campañas, incluido un referendo popular que acabó en derrota, por no lograr el mínimo de participación necesaria. (Archivo)

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Rechiflas y abucheos acompañaron la noche del jueves 30 de octubre la ceremonia de despedida, poco antes de que se apagasen para siempre las luces del aeropuerto más cargado de historia en Alemania.

Con el cierre del Aeropuerto berlinés de Tempelhof, se dijo adiós a más de 80 años de historia del puerto aéreo construido por el régimen de Adolfo Hitler y que tras la Segunda Guerra fue protagonista del puente aéreo estadounidense en 1948.

La terminal fue definida como “la madre de todos los aeropuertos” por el famoso arquitecto contemporáneo británico, Sir Norman Foster.

Rechiflas y abucheos acompañaron la noche del jueves 30 de octubre la ceremonia de despedida de Berlín Tempelhof, junto a un discurso del alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, poco antes de que se apagasen para siempre las luces del aeropuerto más cargado de historia en Alemania.

Algunos de los congregados en la despedida del mítico aeropuerto tuvieron que taparse los oídos ante la fuerte y estridente rechifla.

El camino de entrada al edificio principal del aeropuerto de Tempelhof, iluminado de azul, se convirtió en una carrera de obstáculos. Más de cien manifestantes se reunieron a pesar de la lluvia y del frío, para mostrar su descontento por el cierre.

“Les debería dar vergüenza”, gritó uno. “Esto es una trastada”, dijo otro. “El pueblo ha sido excluido. Es inaudito”, vociferó otro de los reunidos allí bajo un cartel donde se podía leer: “Vergüenza, señor Wowereit, por usted y su cierre autoritario”.

En el acto de despedida participaron políticos e invitados VIP, algo muy criticado por diversos partidos políticos de la Oposición, por no haberse planeado ninguna fiesta de despedida para el pueblo berlinés.

“Una pura demostración de poder de Klaus Wowereit”, comentó Wolfgang Przewieslik, uno de los muchos berlineses opuestos al cierre del legendario aeropuerto. “Aún es Tempelhof un aeropuerto, aunque ahora (es) uno cerrado”, añadió Przewieslik.

Los defensores de Tempelhof lanzaron este año varias campañas, incluido un referendo popular que acabó en derrota, por no lograr el mínimo de participación necesaria.

Toda iniciativa por salvarlo fracasó y prolongó la agonía de unas instalaciones que el alcalde socialdemócrata Wowereit había ordenado desmantelar.

Los aviones dejarán Tempelhof para siempre, pero este espacio enorme, situado en el Centro de la ciudad, al Sur del mítico barrio berlinés de Kreuzberg, será reconvertido. Eso sí, entre algunas polémicas por falta de acuerdo sobre su futuro.

Ines Nagl aprovechó la gala de despedida para recoger firmas debajo de una tienda bajo la organización “Be 4 Tempelhof”, planteada como una nueva iniciativa popular que exige que Tempelhof se mantenga abierto y se utilice como “aeropuerto para el Gobierno, para operaciones de salvamento y como aeropuerto alternativo de desvío”.

“Tempelhof deberá ser reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad”, reclamó Nagl. Sin embargo, no todos los 800 invitados estaban en contra del cierre.

“A todos nos embarga la nostalgia. Pero clausurar el servicio aéreo en Tempelhof es acertado”, declaró sobre el escenario en la ceremonia el alcalde, quien forzó el cierre del aeropuerto inaugurado en 1923.

“Con cada despedida hay también un nuevo comienzo. Para Tempelhof se abren ahora nuevas perspectivas tras la finalización de su servicio aéreo”, comentó el alcalde.

“Un aeropuerto no pertenece a la ciudad”, continuó Wowereit.

“Hemos tenido suerte de que no haya pasado nada en 85 años”. “Ahora hay que mirar hacia delante”, añadió.

PROPUESTAS

Numerosas propuestas sobre el futuro del aeropuerto se agolpan, desde una exposición de jardinería, un parque, hasta un lugar de rodaje de películas, pasando por un museo de aviación, pero no hay nada concreto para las 386 hectáreas del terreno total del aeropuerto.

Hasta la creación del Pentágono en 1943, la terminal de Tempelhof, construida en 1936, fue el mayor edificio del mundo, con 1.2 kilómetros de largo y una superficie de más de 290 mil metros cuadrados, como 40 campos de futbol.

El arquitecto Ernst Sagebel es el autor de la famosa terminal en forma de arco.

Thomas Schuttoff, quien fue uno de los manifestantes que abuchearon las palabras del alcalde, tiene una escuela de aviación en el barrio berlinés de Tempelhof y se muestra enfadado “ante tanta tozudez de un solo hombre que sólo sabe hablar de seguridad”.

“En los 85 años de historia de Tempelhof no ha habido ningún accidente aéreo”, comentó Schuttoff, al referirse a las declaraciones del alcalde Wowereit.

Sobre el futuro aeropuerto Berlín-Brandenburg International (BBI) en Schönefeld se mostró reacio y negó que sea una alternativa viable para el tráfico aéreo que se llevaba a cabo en Tempelhof.

El futuro aeropuerto BBI pretende reunir todo el tráfico aéreo de los tres aeropuertos de Berlín: Tegel, Tempelhof y Schönefeld, aunque supone, en realidad, una ampliación del tercero, y se tiene previsto que las obras finalicen en octubre de 2011.

Las razones económicas no son secundarias en este polémico cierre. El mantenimiento del aeropuerto cuesta 15 millones de euros al año, una suma sólo en mínima parte cubierta a través del alquiler de las terminales del aeropuerto.

“Con los últimos tres vuelos del 30 de octubre se cierra una época significativa del transporte aéreo alemán”, afirmó Ralph Kuntel, portavoz de Flughafen Berlin GMBH, la empresa que administra el aeropuerto.

“Al mismo tiempo, la sociedad de aeropuertos berlineses cumple un significativo paso adelante para la realización de uno de los proyectos más importantes para el futuro de la región: la concentración del tránsito aéreo total en el aeropuerto de Berlín Brandeburg Internacional”, explicó.

RECUERDOS

Películas y fotografías históricas serán las encargadas ahora de mantener vivo el recuerdo del aeropuerto y del famoso puente aéreo que salvó a Berlín del bloqueo soviético entre el 26 de junio de 1948 al 12 de mayo de 1949.

Entre estas imágenes, destaca la película de Billy Wilder “Uno, dos, tres”, o las que muestran a la prestigiosa actriz y cantante alemana Marlene Dietrich, descendiendo de un avión en Tempelhof.

Petra y Mark Hertling formaron parte del grupo de pasajeros del último vuelo, de la compañía aérea Cirrus perteneciente a Lufthansa, un Dornier 328, que despegó del famoso aeropuerto rumbo a Mannheim.

Los dos llevaban una camiseta azul donde se podía leer “Quien destruye una leyenda, que se olvide de las próximas elecciones”. “Nosotros estamos muy tristes. Mi primer vuelo desde Tempelhof fue en 1968”, comentó Mark Hertling de 44 años de edad.

A las 22:17, con 27 minutos de retraso, despegó en la noche del jueves 30 de octubre el último vuelo regular del que fue símbolo del poder del Tercer Reich. Poco después despegaron un Junker Ju-52 y un Douglas DC-3, que forman parte del museo de los “Rosinenbomber” (Bombarderos de Pasitas).

El nombre se debe a que los paquetes con alimentos que traían los aviones militares que venían de Estados Unidos traían, entre otros víveres, bolsas de pasas, que eran y son muy gustadas por los alemanes.

Estos “Rosinenbomber” eran los aviones que los aliados usaban en el puente aéreo para llevar comida, carbón y medicinas a la población y que recibieron ese nombre por las golosinas que lanzaban a la población en pequeños paracaídas.

Los berlineses bautizaron, además, el constante rumor de esos aviones en el cielo como la “sinfonía de la libertad”.

Tras el despegue de los dos últimos “Rosinenbomber” se apagaron para siempre los focos de las pistas de aterrizaje de uno de los aeropuertos más antiguos aún en funcionamiento, en un acto cargado de simbolismo y melancolía y cuyos sentimientos del pueblo quedaron plasmados en un letrero a la entrada donde se podía leer “Tempelhof. Nunca renunciaremos”.

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