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El cementerio no católico de Roma, una joya secreta

Es también apodado 'cementerio de los poetas de Roma' para recordar a los literatos ingleses John Keats o Percy Shelley o al fundador del Partido Comunista de Italia, Antonio Gramsci.

Es también apodado 'cementerio de los poetas de Roma' para recordar a los literatos ingleses John Keats o Percy Shelley o al fundador del Partido Comunista de Italia, Antonio Gramsci.

EFE

El llamado "cementerio no católico" de Roma, una de las joyas secretas de la ciudad, conserva su bucólico silencio y, bajo espigados cipreses y pinos, acoge el reposo de personajes famosos de diversa procedencia.

Es también apodado "cementerio de los poetas de Roma" para recordar a los literatos ingleses John Keats o Percy Shelley o al fundador del Partido Comunista de Italia, Antonio Gramsci.

A la sombra de la Pirámide Cestia, construida en torno al año 12 a. C. como imponente sepulcro para el pretor romano Cayo Cestio, yacen los restos de cuatri mil almas, en su mayoría extranjeras, de protestantes, ateos y judíos, a quienes los cementerios católicos por su condición de "diferentes" no quisieron dar descanso eterno.

"Pensar que uno puede ser enterrado en un lugar tan dulce, hace que uno se enamore de la muerte", escribió Shelley tras visitar el camposanto poco antes de que se ahogara en las costas del mar Tirreno frente a la región de Toscana.

Y respetando sus deseos, las cenizas del poeta inglés (1792-1822) fueron enterradas en el cementerio protestante de Roma.

Turistas y romanos podrán rendir homenaje el 1 de noviembre a los "otros difuntos", aquellos de los que nadie se acuerda, como el también poeta británico John Keats (1795-1821), quien murió en Roma de tuberculosis.

A su tumba sólo se llega con la ayuda de un mapa, ya que sobre su lápida, dedicada a un "joven poeta inglés", según dejó escrito, quería que no apareciese su nombre y que su epitafio fuese, como se lee: "Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en agua".

A su lado yace su amigo Joseph Severn, quien le invitó a Roma para que pasase sus últimos años de vida y quien, como se lee en su tumba, permaneció ante su lecho hasta su último respiro.

Entre los altos cipreses y caracoleando por las eclécticas tumbas, enmarcadas por la antigua muralla romana de la ciudad, se puede visitar a uno de los pocos italianos enterrados en esta colina: Antonio Gramsci (1891-1937).

Gramsci ha recibido visita en estos días. Alguien ha dejado sobre su lápida un ejemplar del nuevo "L'Unitá", el diario que fundó en 1924 y que ha cambiado de director y formato recientemente. Quizá para que el padre del comunismo italiano diese su aprobación.

Y, aunque no figura el nombre, una estela con un medallón de bronce señala la tumba del hijo de Goethe, fallecido en Roma en 1830.

El cementerio de los protestantes, como también se le conoce, parece haber superado los problemas de abandono que le hicieron ser incluido en 2006 en la triste lista del Fondo de Monumentos Históricos del Mundo, que agrupa los cien lugares del planeta que corren más peligro.

Ahora sus monumentos, sus estrechos caminos, sus mausoleos extravagantes y estatuas espectaculares, donde campan a sus anchas los gatos romanos, han recuperado su idílica atmósfera y romántico encanto.

Gracias a las donaciones privadas, pues no existe financiación pública, vuelve a ser uno de los espacios más especiales de la Ciudad Eterna.

El camposanto está gestionado por las embajadas de catorce países, que tienen enterrados una importante representación de sus compatriotas, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania o Rusia, y también se ocupan de cuidarlo decenas de voluntarios, enamorados de sus recovecos y sus misterios.

En el centro para los visitantes recuerdan que el cementerio está abierto y que los extranjeros residentes en Roma que quieran ser enterrados pueden reservar un columbario para reposar al lado de poetas, científicos, héroes de guerra y ricos excéntricos.

Su añejo esplendor sigue intacto, a pesar de todos los problemas, y resulta siempre un oasis de descanso y de retiro del ruido ensordecedor de la caótica Roma; un lugar donde relajarse con la literatura. Basta con leer extractos de poesías o de grandes obras literarias inscritas en las tumbas.

"Nada en él se deshará, pues el mar cambia todo en un bien maravilloso", se lee en la tumba de Shelley, una frase que su amigo Lord Byron hizo grabar de un pasaje de "La tempestad" de Shakespeare.

Es, además, un extraordinario museo a cielo abierto gracias a la belleza de esculturas como la de la tumba de Emelyn Story, para quien su marido, el escultor estadounidense William Story, alzó un ángel que llora sobre la lápida cubriéndose el rostro con el brazo.

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