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Palabras de poder

Jacinto Faya Viesca

La fuerza de una autoimagen exitosa.

“El descubrimiento psicológico más importante de este siglo consiste en el hallazgo de la autoimagen”, así lo escribió el Dr. MALTZ en su obra “Psicocibernética”, de la que se han vendido más de treinta millones de ejemplares.

WILLIAM JAMES, el genial psicólogo norteamericano escribió que el descubrimiento más grande en psicología del siglo XIX había consistido en el inmenso valor de la Actitud positiva como condición esencial para el éxito de todo aquello que emprendamos. Han pasado más de cien años de esta afirmación, y cuarenta y ocho años de lo expresado por MALTZ en 1960. Y en los años recientes, renombrados neurólogos han respaldado las afirmaciones de JAMES y MALTZ: una autoimagen positiva y una actitud positiva producen cambios extraordinariamente favorables en nuestra química cerebral y en nuestras redes neuronales.

Lo creamos o no, pero científicamente es cierto, que nuestro cerebro físicamente responde de manera diferente a una autoimagen y actitud positiva, que a otra de carácter negativa. Así como tenemos huellas digitales en las yemas de nuestros dedos, de igual manera, en nuestro cerebro queda impresa físicamente la huella de una autoimagen y actitud de triunfo, como también queda impresa la huella de una actitud y autoimagen de derrota.

Nuestras creencias de fracaso, pesimismo, minusvalía, desamparo, etc., producen efectos químicos y estructurales dañinos en nuestros cerebros; como también, nuestra química y redes neuronales son favorablemente influidas gracias a nuestras creencias en nuestra propia valía, espera del éxito, confianza, y gusto por nuestras más queridas ilusiones. La calidad de nuestra química cerebral y la más adecuada ramificación de los apéndices neuronales, depende en muy buena parte de la acumulación por años, de las buenas opiniones que tenemos sobre nosotros. De manera inconsciente hemos venido transformando a través del tiempo, para bien o para mal, nuestra estructura cerebral.

Los repetidos pensamientos negativos, conductas erróneas y sentimientos malsanos, son verdaderos golpes destructivos en nuestras células cerebrales. Un cerebro bombardeado por sentimientos continuos de miedo y desamparo, y por creencias de minusvalía, incapacidad, y fracaso, no pueden responder en sus efectos más que en relación a sus causas: conductas acobardadas, creencia en el infortunio, convicción del poco valer, sentimientos de impotencia, etc. Igualmente, un cerebro alimentado por pensamientos positivos, sueños nobles, conductas esforzadas, sentimientos de valía personal, darán como resultado conductas, sentimientos y pensamientos triunfadores en todos los sentidos.

No se trata de especulaciones mentalistas, sino de hechos comprobados por los más grandes neurólogos de nuestro tiempo. El problema radica en que una vez que hemos abrigado la creencia de nuestra inferioridad, esa creencia se convierte en una “verdad” para nuestro cerebro. No es que esa creencia de inferioridad sea una verdad en el sentido de que nuestra representación mental corresponda a la realidad. No, sino que no correspondiendo a la realidad, nuestro cerebro no distingue la verdad de la falsedad de nuestra creencia, y si nosotros hemos venido creyendo en nuestra inferioridad y desamparo, nuestro cerebro la registrará como una “verdad” absoluta, aún cuando sea totalmente falsa esa creencia negativa, real y dañina.

“En pocas palabras –escribe MALTZ- , usted ‘se desempeñará en la vida real’ como la clase de persona que usted mismo concibe que es. No sólo ello, sino que literalmente no puede actuar de otra manera, a pesar de todos sus esfuerzos conscientes o de toda la fuerza de su voluntad. El hombre que se conceptúa a sí mismo como perteneciente al ‘tipo de personalidad de fracaso’ hallará algún modo de fracasar, no obstante todas sus buenas intenciones o fuerza de voluntad, inclusive si la oportunidad ocurre a sus manos. La persona que se tiene por una víctima de la injusticia, ‘como un individuo que debe sufrir’, hallará, de una u otra manera, las circunstancias que le han de conducir a la verificación de estas opiniones”.

“Vivir es pensar”, escribió CICERÓN. Por ello, CRITILO cree, que en gran parte somos los arquitectos de nuestro propio destino. Si hasta ahora nos hemos forjado una falsa y horrorosa autoimagen, podemos cambiarla, pero no a fuerza de voluntad, sino construyendo una nueva autoimagen en base a nuestra realidad. Todos, sin excepción, hemos tenido logros en nuestras vidas, y todos gozamos de las suficientes cualidades como para esculpir una autoimagen de carácter positiva y exitosa.

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