Cuando ya la luz del día lo permitía, salimos a leer al jardín.
Embelesados estábamos en el libro de Fernando Gutiérrez conociendo cómo sacarle más provecho a nuestra computadora, ese maravilloso invento que con un click nos saca de tantos apuros.
Quietos permanecíamos en nuestra silla devorando los consejos cuando de reojo notamos la presencia, en nuestra cercanía de dos pequeñas aves.
Seguramente eran pareja, porque buscaban su alimento entre las cosas que cayeron de los árboles y luego se daban sus picoretes.
No quisimos asustarlas, espantarlas, así que permanecimos quietos observándolas.
Se acercaron tanto que pensamos volarían, pero al sentir que no nos movíamos, siguieron en lo suyo.
Viéndolas disfrutando con tanta tranquilidad y tantas muestras de cariño entre ellas más quietos nos quedamos.
Bueno llegó el momento en que pensamos quién estaba realmente en su mundo, en su medio.
Y hasta nos preguntamos si no éramos nosotros los intrusos de su universo en el que vivirían felices todas las aves y los del reino de la fauna si no estuviéramos presentes los humanos que todo lo queremos transformar a nuestro antojo a conforme nuestras necesidades.
Y luego vinieron a nuestra mente los párrafos contenidos en el Génesis sobre la forma en que Dios fue creando el Universo, y ahí aparece que de las aguas produjo seres vivientes y aves que volaran, y ya muy al final habla sobre la creación del hombre.
O sea que primero estuvieron los antepasados de esas pequeñas aves, hoy disfrutando de nuestro jardín.
Y quietos seguimos pensando muchas cosas, y rindiendo un homenaje a quienes cuidan a todos los vivientes de este planeta, seres humanos, aves, animalitos de todas las especies y las mismas plantas, que también tienen vida y nos ayudan a vivir mejor.
