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Educación, vergüenza nacional

PERIFÉRICO

Arturo González González

Al igual que en todo el país, hoy inician las clases del ciclo escolar 2008-2009 para unos 500 mil alumnos en toda la Comarca Lagunera. Con renovados bríos, muchas expectativas y luego del esfuerzo económico de sus padres para comprar útiles y uniformes, los niños y adolescentes de la región se incorporan a un sistema educativo que, al menos en el repetido discurso oficial, pretende darle sentido a la trillada frase de que “son la esperanza del país, el futuro de México”.

Pero, como siempre, la realidad se encarga de aplastar los dichos y promesas de los gobernantes. Y es que decir que en nuestro país la calidad de la educación está muy por debajo de las exigencias del mundo actual es un juicio que, a la luz de las evidencias, se ha vuelto incontrovertible. Ahí están los resultados de las evaluaciones realizadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a la que pertenecen 30 países, en donde México aparece en los últimos lugares en desempeño educativo, a pesar de que es una de las siete naciones que más dinero destina a este rubro. Actualmente, México invierte alrededor del 7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en educación, lo cual de poco ha servido para abatir el rezago que presenta. ¿Por qué?

Dos son los factores principales que impiden que nuestro país logre superar el atraso educativo: por una parte, la falta de visión de las autoridades federales y estatales a la hora de gastar los recursos, y por otra, el anquilosamiento de un inmenso sindicato magisterial que ha servido sólo como coto de poder para sus dirigentes que utilizan a las bases como simples clientelas electorales. El caso más evidente de esto último es el de Coahuila, en donde la familia del “gobernador-profesor” Humberto Moreira ejerce un férreo control del gremio y lo pone a su servicio y al de su “jefa” Elba Esther Gordillo, añeja líder nacional del sindicato.

Los recursos destinados a la educación en México son consumidos en su mayoría por la nómina magisterial, que deja muy poco para invertir en infraestructura, desarrollo tecnológico y capacitación del personal docente. Una muestra de la deficiencia generalizada de este último la dio el Examen Nacional de Habilidades y Competencias Docentes aplicado la semana pasada a los maestros aspirantes a una plaza. En todo el país, más del 60 por ciento de quienes presentaron la prueba la reprobó. En La Laguna de Coahuila —única región del estado en la que se pudo hacer la evaluación debido a la oposición de un grupo de maestros en Saltillo, Monclova, Nueva Rosita y Piedras Negras—, la cifra es similar. Según el reporte de la Secretaría de Educación Pública, el promedio de los maestros laguneros examinados fue de 66.67, por debajo del 70 que se establece como mínimo para aprobar. Ante esto, cabe preguntarnos ¿qué y cómo les están enseñando en las normales a los que aspiran a educar y formar a los niños y adolescentes?

Si bien es cierto que resulta plausible que por primera vez se haya aplicado un examen para asignar plazas, y así abandonar el antiguo esquema de ventas y componendas, el resultado deja muy poco margen de optimismo. Si los encargados de la enseñanza están así de mal, qué se puede esperar de los estudiantes.

Con el Examen Nacional de Habilidades y Competencias Docentes y la Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE), el Gobierno Federal da visos de intentar corregir la grave situación que enfrenta el país en materia educativa. No obstante, hay aún grandes vacíos que llenar primero. Uno de ellos es la clarificación de los objetivos de la educación en México. En estos momentos podríamos hacer la misma pregunta a funcionarios federales y estatales, a líderes magisteriales y al personal docente: ¿para qué se educa en México? Y dudo que la respuesta de cada uno de los interrogados sea concordante.

Países emergentes como India, China, Brasil y Corea se han planteado como objetivos nacionales la educación, con el afán de detonar el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida. En México, el sistema educativo parece un barco navegando al garete de cada sexenio, secuestrado por líderes y políticos que, como el gobernador Humberto Moreira en Coahuila, lo utilizan como trampolín para sus aspiraciones.

En medio de este panorama desalentador, hoy casi 500 mil alumnos en La Laguna iniciarán un ciclo escolar más, llenarán los pasillos y aulas de las escuelas, rayarán sus cuadernos, hojearán sus libros y obedecerán o harán renegar a sus maestros, algunos de los cuales, por su parte, tratarán —otros simplemente simularán— de contribuir a que algún día, casi por arte de magia, se conviertan en realidad esas pequeñas “esperanzas” del país, del estado, de la región.

argonzalez@e

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