Bajo el espíritu del restaurador de los juegos Olímpicos, el Barón Pierre de Coubertin que consideraba al olimpismo como una filosofía de vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu; el próximo viernes, en Beijing, inicia la XXIX Olimpiada.
Los 10 mil 500 mejores deportistas de 206 países participarán en 28 deportes de verano, atletas de todas las latitudes, colores, credos, estarán unidos por una sola causa: la del deporte.
Turistas, periodistas y deportistas, se moverán en una cultura mágica, sabia y milenaria, en escenarios –desde el aeropuerto, hasta los estadios– con un despliegue que pondrá de manifiesto la riqueza económica e imaginativa de los chinos.
Los chinos han cuidado todo, desde la contaminación del medio ambiente poniendo en funcionamiento el “hoy no circula”, 34 líneas de autobús con mil 500 autocars, tres nuevas líneas del Metro, unidas a las cinco existentes; 150 fábricas cementeras, petroquímicas, acereras, disminuirán su producción, además de establecer horarios para pasear perros, invitar a sus habitantes para que no escupan en la calle, hasta desterrar pordioseros.
Deportistas, prensa extranjera, turistas, –y los mismos ciudadanos chinos– estarán resguardados bajo extremas medidas de seguridad, no sólo buscando proteger la integridad física de los visitantes, sino también un asunto de fondo, tras el éxito económico chino, ocultar el sistema represivo que reina en el país.
Todo en aras de cuidar la imagen promovida cuidadosamente por el Partido Comunista Chino –que gobierna desde 1949– que busca convertir a Beijing, en ejemplo de su explosivo desarrollo económico.
Los visitantes conocerán una China diferente, no la de la disidencia que está presa por defender el medio ambiente, o la de los activistas detenidos por reclamar los derechos humanos, la libertad de expresión; el descontento de las minorías étnicas o las manifestaciones de los monjes budistas que celebraban el 49 aniversario de la sublevación contra China.
Beijing es una buena muestra de cómo una nación se inserta con éxito y competitividad en la globalidad y en aras de los logros económicos, se sacrifica el mayor de los bienes que el ser humano posee... su libertad.
Bueno, pues ahí, en ese Beijing, las habilidades y capacidades naturales, fortalecidas por la técnica y años de entrenamiento, serán puestas a prueba, conduciendo al podio a los mejores deportistas, muchos de ellos convirtiéndose en auténticas leyendas, por haber encarado no sólo a las glorias mundiales del deporte... sino por haberse vencido a sí mismos.
Los mexicanos, demostraremos una vez más que somos un país que en todo –el deporte incluido– nos olvidamos de jugar en equipo, los éxitos habrán de ser individuales.
Ahí, 85 atletas mexicanos (42 mujeres y 43 hombres) participando en 23 deportes, buscarán convertirse en orgullo nacional... pero pocos lo lograrán. Creo que nuestros directivos debieran proponer en la próxima reunión del COI (Comité Olímpico Internacional) sean incorporados siete nuevas disciplinas olímpicas –para que nuestro medallero pueda ascender– éstas serían:
Pisto sobre pasto, salto de barra, lanzamiento de bachicha, box spring, lanzamiento de jaibolina, levantamiento de tarro y ciento diez litros con botana.
Resulta que unos mexicanos fueron a la olimpiada a ver las pruebas de canotaje, una vez ahí uno de ellos pregunta:
––¿Oigan, y cuáles son los mexicanos? Mirándose unos a otros principiaron a lanzar recordatorios del 10 de mayo, a cada uno de los integrantes de las lanchas de remos que pasaban, “tu-tu-tu-tu-tu”, hasta que los participantes de la lancha que iba en último lugar, dejan de remar y molestos les responden:
––¡¡La suya ‘abrones!!
––¡Ésos son los nuestros! –responden llenos de alegría– ¡¡México!! ¡¡México!! ¡¡México!!
