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Por las carreteras de cuota

PERIFÉRICO

Arturo González González

Aunque mucho se ha hablado ya de las caras e inseguras autopistas de México, nunca está de más poner el dedo en el renglón acerca de un asunto en el que está en juego la seguridad y la economía de millones de personas. El tema cobra relevancia sobre todo en esta temporada de vacaciones, cuando muchas personas aprovechan los días de asueto para viajar a distintas partes de la República con el fin de visitar a sus familiares o de descansar en alguno de los múltiples destinos turísticos que hay en el país. Algunos, los que pueden, prefieren viajar en avión; otros, la mayoría, lo hacen por tierra, ya sea en autobuses o en carros particulares. Son a estos últimos a quienes les afecta la situación de las carreteras de cuota mexicanas, muchas de las cuales, contrario al objetivo por el cual se crearon, representan un riesgo para quienes las utilizan, riesgo por el cual además hay que pagar no poco dinero. Por eso, no es gratuito que para muchos ciudadanos las autopistas sean un verdadero fraude.

A nivel nacional tenemos ejemplos claros como el de la llamada “autopista del sol”, que comunica a la capital de la República con el puerto de Acapulco. Dicha carretera, a pesar de su corta vida y de su alto costo (432 pesos por auto, es decir, 1.2 pesos el kilómetro), ha tenido que ser reconstruida en varios tramos por deficiencias en la obra original, según lo informado por fuentes de la propia Secretaría de Comunicaciones y Transportes. La vía fue construida durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, periodo en el que se generalizó en México la modalidad de autopistas de peaje. Para ampliar y modernizar la red viaria del país, el Gobierno Federal dispuso entonces concesionar la construcción y mantenimiento de carreteras a la Iniciativa Privada, quien operando bajo criterios empresariales, se suponía que iba a ofrecer un mejor servicio que el Estado. A la postre, lo anterior no ocurrió e, incluso, debido a la crisis financiera de 1995, el Gobierno de Ernesto Zedillo tuvo que entrar al rescate de las ineficientes autopistas mexicanas.

En Coahuila también tenemos nuestro adefesio; se trata de la carretera Torreón-Saltillo, construida también durante el sexenio salinista. Esta “autopista”, a pesar de comunicar a las dos ciudades más importantes del estado, presenta numerosas y graves deficiencias. El automovilista debe pagar 160 pesos, es decir, 1.6 pesos por kilómetro (0.4 pesos más que la autopista del sol) por circular a través de una carretera deteriorada, insegura y a todas luces mal planeada. El pavimento en varios tramos está cuarteado y lleno de baches y parches; hay muy pocos retornos; la vía carece de acotamiento y, debido a la altura de la carpeta asfáltica, el rebasar se hace peligroso ya que los vehículos pueden precipitarse por la pendiente que queda a los lados; los paraderos de emergencia están distribuidos irregularmente, de forma que en amplios segmentos ninguno hay y en otros hay uno cada diez kilómetros. Además, la señalización es insuficiente y la higiene de los sanitarios de las áreas de servicio deja mucho a desear. Pero quizá lo más aberrante sea el hecho de que, poco después de la primera caseta (yendo de Torreón a Saltillo), la carretera libre se convierte en parte de la autopista de cuota, por lo que, además de la desviación y del incremento en el tránsito pesado, quienes circulan por la vía tienen que atravesar diversos poblados, lo cual atenta contra la lógica de una autopista rápida y aumenta el riesgo de accidentes.

Cabe recordar que cuando se construyó esta carretera de cuota, originalmente constaba de 4 carriles hasta La Cuchilla, dos de La Cuchilla a poco después de Paila, y otra vez cuatro hasta Saltillo. Este “diseño” de autopista (a la cual se le conocía como la “4-2-4”) despertó inmediatamente suspicacias y reclamos de parte de los ciudadanos de Torreón y de Saltillo. Luego de años de exigir que se completara la vía y se terminara con la aberración del tramo de dos carriles, las autoridades respondieron con otra aberración: usar parte de la carretera libre para los carriles de ida de la autopista. Esta decisión ofende la inteligencia de cualquiera. Pero, a pesar de las críticas y del altísimo peaje que hay que pagar, la irregularidad persiste.

Actualmente se realizan labores de “mantenimiento” en la carretera, pero cabe mencionar que dichos trabajos carecen de las suficientes medidas de seguridad y son un factor más de riesgo para los usuarios de la vía de cuota. O sea que en este asunto de la carretera Torreón-Saltillo, las autoridades federales simplemente no dan una.

“Con la lana que se paga un domingo, en las carreteras de cuota, se podría pagar la deuda y comprar muchos kilos de mota”, versa una popular canción del legendario grupo de rock mexicano El Tri. Más allá de la irreverencia de Alex Lora y su banda, vale preguntarnos a dónde se va todo ese dinero recaudado en las casetas de las autopistas para supuestamente mejorar su estado. Lo cierto es que los viajeros pagamos por un servicio que dista mucho de estar a la altura de la cantidad que se cobra. Tal vez deberíamos promover acciones de inconstitucionalidad en contra de las cuotas de peaje por el simple hecho de que, contrario a lo que Salinas proyectó, la nueva red de carreteras no cumple con su cometido.

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