Su nacionalidad española fue motivo para que lo agredieran. “José” llegó a nuestro país para trabajar y su nueva vecina, mexicana, cada vez que lo encontraba le gritaba “gachupín” y “joto extranjero”.
Molesto, José acudió al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) con el propósito de que su vecina le ofreciera una disculpa verbal y por escrito, pero ella se negó y él no logró nada.
Martha, una refugiada colombiana llegó a México hace un año y asegura que fue explotada durante nueve meses en un restaurante colombiano porque le aseguraban que por ser extranjera no conseguiría un mejor empleo. “Trabajé 19 horas diarias por 100 pesos, sin prestaciones y fui humillada y explotada, pero me aguanté porque soy extranjera”, relató.
Ahora Martha trabaja en una empresa privada, bajo el mando de mexicanos y asegura que el trato hacia ella es de respeto. “Cuando llegué a México me sugirieron que me uniera a la comunidad colombiana y lo hice pensando que tendría mejores oportunidades, pero en el restaurante manejado por una colombiana sólo recibí malos tratos y hasta los mexicanos son explotados”.
Miguel Carbonell, académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, asegura que la sociedad mexicana es “profundamente racista y xenofóbica”.
Señala que un ejemplo de ello son los artículos 32 de la Carta Magna y el 33.
Karina Arias, abogada de la organización civil “Sin Fronteras”, señala que el acceso al empleo es la principal dificultad a la que se enfrentan los extranjeros en México por motivos de discriminación.
Explica que son muchos los trámites que la Secretaría de Gobernación exige a los extranjeros para que puedan obtener un empleo, pero además, si son de raza negra, se les niega el trabajo.
“Los llaman para que acudan a la entrevista de trabajo y cuando llegan y los ven simplemente les dicen que la plaza ya se ocupó”, asegura.
En 2005 Conapred y la Secretaría de Desarrollo Social realizaron la Primera Encuesta Nacional sobre la Discriminación y en ella quedó en evidencia el grado de xenofobia que existe en nuestro país, dice Alejandra Rojas, directora de Estudios y Políticas Públicas del consejo.
En ella, se preguntó a los entrevistados ¿con quién no compartirían su vivienda? y el 42% dijo que con un extranjero, porcentaje que sólo es superado con el 48% por los homosexuales. Amparo Batanero, directora de los Niños de Morelia —quienes llegaron a México en medio de la Guerra Civil española durante la presidencia de Lázaro Cárdenas— narra que en los 60, cuando se asentó en la zona de Zacatenco en el DF, en los festejos del 15 de septiembre aún se gritaba “que viva México y que mueran los gachupines”, hasta que protestó “porque más que ofenderme, me parecía cosa del pasado porque los españoles nos hemos integrado a la sociedad mexicana sin problemas”.
Señala que la integración de los exiliados ha sido plena sin más discriminación que la sola expresión de “gachupines”. “Pero no me importa, en México vivo muy tranquila... me siento parte de este país”.
