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El sonido de la marimba

Don Zeferino Nandayapa seguirá tocando mientas Dios le de licencia

EL ESPINAL, OAX.- Tal vez porque Zeferino Nandayapa empezó a “jugar” con la marimba a los tres años, a los 73 se sigue divirtiendo como un niño en cuanto las baquetas llegan a sus manos y empieza a golpear la madera de hormiguillo.

“Es lo que me llena de gusto; mi alimento espiritual: entregar al público lo que hago, lo que siento cuando toco la marimba”, dice el músico chiapaneco y esboza una amplia sonrisa que resalta sobre su tez morena.

Originario de Chiapa de Corzo, donde nació en 1931, Nandayapa es, a decir del escritor y melómano Eusebio Ruvalcaba, el primer marimbista de sólida formación, profesionalismo, musicalidad y dominio técnico, que hizo de la marimba -confinada a restaurantes, bares y plazas públicas- un instrumento de concierto. Sin embargo, su música llega tanto a públicos selectos en las grandes ciudades del mundo, como a los habitantes de pequeños municipios como El Espinal.

“He tocado hasta en las cárceles; si nos invitan a una escuela, vamos, porque la música tiene que llegar a todas partes, también a los lugares humildes, no sólo a las salas de concierto. Acabamos de estar en Los Mochis, Sinaloa y estamos por ir a Tapachula, Chiapas y a Taxco, Guerrero. He tocado en Japón, Suecia, Dinamarca, pero también he recorrido con mi marimba muchos pueblos de nuestro país”.

A lo lejos se escuchan las notas de La Sandunga, La Petrona, el danzón Acayucan, que interpretan marimbas de comunidades zapotecas del Istmo de Tehuantepec como La Ventosa, Zanatepec, Matías Romero, El Espinal.

Algunos de ellos jamás habían tocado en un espacio abierto, ante tanta gente. El maestro Zeferino aguarda su turno para subir al entarimado en donde su marimba Nandayapa ocupa la parte central, pues serán él y sus hijos Javier, Mario, Óscar y Norberto quienes cerrarían con su presentación el Festival de Marimbas organizado por el Instituto Oaxaqueño de las Culturas con el apoyo del Conalculta, como parte del Tercer Festival Cultural del Istmo.

A don Zeferino le han conferido los sobrenombres más diversos. Cuando era muy joven sus amigos lo bautizaron como “El mejoral” porque una vez, nada más de escucharlo, se le quitó el dolor de cabeza a una señora; una periodista le llamó “el hombre de la eterna sonrisa”, porque, dice Nandayapa, “me río hasta de coraje”, y lo más común es que le consideran “el mejor marimbista del mundo”, aunque él se conforma con ser “embajador de la marimba”. Lo que no había ocurrido es que en plena audición le gritaran “suegro”.

Las espinaleñas, mujeres de enaguas y huipil como corresponde a su cultura istmeña, no dejaron de llamar la atención del maestro Nandayapa a quien no sólo le gritaban suegro, sino le pedían que dejara a sus hijos, y no faltó quien dijera que había una istmeña dispuesta a irse con ellos. Todo esto entre los estruendosos aplausos y bravos para la Marimba Nandayapa; y que fue aumentando cada vez más el azoro del público con el virtuosismo de sus ejecutantes que respondían con sonrisas.

¿Cómo logra emocionar tanto a la gente?

-Porque a mí también me llena de gusto; es mi alimento espiritual; lo traigo en la sangre. Mi padre fue constructor de marimbas, yo crecí con ella, él me hizo una marimbita cuando tenía tres años y empecé a jugarla con mi hermano Alejandrino y mi primo René Ruiz Nandayapa. Así, jugando es como me fui haciendo músico. Recuerdo que la primera pieza que me aprendí fue Adolorido.

A los doce años formó su primera marimba, a los veinte ingresó al Conservatorio Nacional de Música y unos cuantos años después ya estaba tocando Mozart, Bach y otros compositores clásicos. Esa temporada en el Conservatorio, con los compositores Blas Galindo como director y Carlos Chávez como maestro, fue definitoria en la carrera de Zeferino Nandayapa como concertino.

“Siempre he cargado conmigo mi marimba; y aunque yo estaba estudiando piano, siempre ensayaba en la marimba mis lecciones. Un día, Carlos Chávez se acercó cuando estaba estudiando Mozart y me dijo ‘voy a traer mi grabadora para grabarte’. Después me mandó llamar, yo creí que me iba a decir que no le había gustado pero lo que me dijo fue que estaba componiendo una obra para percusiones: Tambuco, y una particela para marimba. Perdóneme le dije, esto que usted escribió no puede tocarse ni aunque me pusiera patines, porque usted lo escribió pensando en piano y en la marimba están muy lejos las notas. Eso le causó mucha gracia y desde entonces nos hicimos amigos”.

Sin dejar el repertorio tradicional, Nandayapa acrecentó su acervo clásico cuyo autor favorito, admite, es Bach. Durante las olimpiadas de 1972 en Munich, sorprendió a los germanos con una inexplicable Tocata y fuga de Bach en marimba. Posteriormente, poco antes del fallecimiento del director de orquesta Eduardo Mata, vivió una de sus experiencias más satisfactorias al interpretar en Londres el concierto El espíritu de la tierra del compositor chiapaneco Federico Álvarez del Toro, con la Orquesta Filarmónica de Londres bajo la dirección de Mata. Dos años después, en 1994, Eduardo Mata fallecería al estrellarse su avioneta.

Zeferino Nandayapa se siente orgulloso de haber llevado la marimba a las salas de concierto cuando era un instrumento que sólo amenizaba fiestas y alegraba a comensales y parroquianos con música popular. Pero a más de cuarenta años de haberlo hecho, afirma que ya no es el único maestro de la marimba. Hay muchos jóvenes, que están destacando en la marimba clásica y muy buenos, reconoce.

Sus hijos, Óscar, Norberto, Mario y Javier estaban más interesados en el rock que en la marimba, pero luego de ver las complicaciones que tenía su padre para conseguir músicos le pidieron que los audicionara para ver si lo podían acompañar. Lo hicieron tan bien que desde entonces, la Marimba Nandayapa lo es cien por ciento.

“Mis hijos se dedicaban más bien al rock, yo les puse un maestro de piano, y él me decía: tus hijos no tienen talento; lo que pasa que el maestro no sabía enseñar. Después me dieron la sorpresa los dos mayores, Oscar y Norberto me dijeron papá queremos que nos escuches a ver si un día podemos formar parte de tu grupo; es que ellos veían como batallaba con otras personas. Les dije hay que tocar así. Ahorita no tengo mucho renombre pero hay que ganarnos la vida como sea”.

Egresados del Conservatorio Nacional, los descendientes de Zeferino Nandayapa son además profesores y concertistas independientes. Javier, el más joven, ofreció un taller a marimbistas locales como parte de las actividades del reciente Festival Cultural del Istmo.

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