Hace unos días en la prensa local se publicaron boletines informativos de los organismos operadores de agua (Simas, Sideapa, SEPAL) de las ciudades conurbadas de la región, en los cuales daban cuenta de que la calidad del agua que se consumía por la población metropolitana era buena, situación que me hizo recordar cuando en 2003 el entonces gerente regional de la Comisión Nacional del Agua (CNA) declaró públicamente que las presas que se pretendían construir en el cauce del Río Aguanaval contribuirían a recargar el acuífero en la parte baja de la cuenca. En esa ocasión durante una reunión con dicho funcionario se le preguntó en qué basaba su afirmación, si ésta se apoyaba en algún estudio técnico que la fundamentara, ya que quienes nos oponíamos a dichas obras hidráulicas consultamos a un experto en geohidrología quien nos sugirió solicitarle a la CNA el estudio técnico sobre la red piezométrica de los pozos profundos de la parte conocida como cuadro bajo de Matamoros-Viesca, soporte técnico básico de cualquier aseveración acerca de la recarga de los pozos de esta zona y sin el cual sería mera suposición; el funcionario nos contestó que tal estudio no existía y que si se elaboraba le costaría a la CNA tres millones de pesos.
Lo que observamos en aquella controversia es que funcionarios públicos como el citado, reconocía que se estaban tomando decisiones sin el fundamento técnico que creíamos era necesario para saber si se afectaba la población residente en esa parte de la cuenca, ya que sabía que la extracción de volúmenes se efectuaba hasta 500 metros de profundidad reflejando con ello el abatimiento y disminución en la calidad del agua por las altas concentraciones de sales que alcanzaba, entre ellas de arsénico.
De esa manera, los organismos operadores nos cuentan que la calidad del agua que bebemos los habitantes de la zona metropolitana es buena, pero no nos muestran las bases de datos obtenidas de sus monitoreos de los pozos que operan, y cuando algún ciudadano difunde información referente al caso se le descalifica. Tal situación también me recuerda que en este país no es lo mismo ganar democráticamente una elección a gobernar democráticamente una población, puesto que si en la primera se considera el voto de los ciudadanos en la segunda son pocas las veces que se gobierna teniendo como referente cuando menos la opinión de ciudadanos, como debiera ser en toda nación que se declare democrática.
La cuestión en estos momentos es que ya una parte importante de las familias tenemos arsénico de manera cotidiana en nuestras casas, por lo que los organismos operadores lo primero que deben hacer es asumir esta situación sin esconderla porque ello afecte la atracción de inversiones en la región, sino que se enfrente porque es compleja, definiendo una estrategia o plan de contingencia que se proponga resolverla a corto, mediano y largo plazo. Ciertamente, en el caso de Simas se afirma que se efectúa una mezcla de agua en la red de suministro urbano-doméstico para diluir las concentraciones de arsénico, pero ¿cuánto puede durar esta solución? Es, desde luego, una respuesta oportuna como medida inmediata, pero de ninguna forma es la solución al problema que se origina en la sobreexplotación del acuífero principal.
Los laguneros debemos recordar que el problema denominado hidroarsenicismo no es reciente, ya que se conoce de él como problema de salud pública desde hace casi tres décadas según consta en los estudios publicados por médicos de la región (Albores, 1979; García et al, 1981), y que incluso estudios oficiales lo dataron ampliamente (IMTA, 1991) o recientemente se reconoce (CNA, 2003), problema que a mediados de los años ochenta del siglo pasado denunciaron públicamente un grupo de ciudadanos virtuosos encabezados por Magda Briones, Bulmaro Valdés y otros, miembros de una generación responsable que se preocupó por el bienestar de los laguneros, situación que conjuntamente con el problema de la instalación impositiva de la termoeléctrica en Villa Juárez, exhibió los síntomas de la primera crisis ambiental que se presentaba en la región.
Es por ello que omitir el mensaje que envió esa generación virtuosa que nos precede, o evadir el problema que en su momento expresó dicha crisis ambiental, significa taparse los ojos ante los síntomas de una recurrencia que se manifestará en la inconformidad de los ciudadanos por no poder acceder al consumo de agua de buena calidad, que además nos expone como una población con riesgo de padecer cáncer por este motivo. Ciertamente, en virtud de que estamos en tiempo de encontrar soluciones la cuestión no es catastrófica, pero sí muy seria, razón por la cual no hay que desinformar con fines paliativos a la población, sino por el contrario decir cuáles son los hechos y pedir a los ciudadanos tiempo y su participación en la búsqueda de la o las soluciones al caso.
Bibliografía
Albores, A. 1979 Estudio comparativo de hidroarsenicismo crónico en dos comunidades de la Región Lagunera de México. Bol. Of. San. Pan. Pp. 196-2005 México.
CNA, 2003 Documento por el que se da a conocer el estudio técnico de actualización del conocimiento geohidrológico en la zona comprendida por el acuífero denominado “Principal-Región Lagunera”, en los estados de Coahuila y Durango. México.
García, J. et al 1981. Estudio transversal de una cohorte de pacientes con vasculopatía por intoxicación crónica arsenical en poblados de los municipios de FIM y San Pedro, Coahuila, México.
IMTA, 1991 Estudio Hidrogeoquímico e Isotópico del acuífero granular principal de la Comarca Lagunera. México.