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¿Sosa? ¡Cuidado!

sobreaviso

René Delgado

Para Miguel Ángel Granados Chapa y quienes se ven afectados por la Sosa.

Conviene, desde ahora, establecer una prevención para no lastimar la susceptibilidad del diputado tricolor, Gerardo Sosa Castelán.

Aquí se escribe de Sosa Cáustica, la base química también conocida como “hidróxido sódico” y, por lo mismo, de ningún modo debe asociarse, vincularse o relacionarse con Sosa Castelán. Ni por asomo hay que cometer tal osadía porque, luego, al prestigiadísimo legislador hidalguense le da por demandar a quienes utilizan la palabra “Sosa” sin consultarlo. Y es que, al parecer, Sosa (el hidalguense) considera que Sosa sólo hay una y ésa es de él.

Vale la aclaración: este Sobreaviso trata de Sosa Cáustica y no de Sosa Castelán.

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Una segunda prevención es la siguiente. Las definiciones de Sosa fueron tomadas del Diccionario de la Academia Española. Quiere esto decir que no son producto de algún complot destinado a provocarle daño moral –cosa bastante difícil de lograr– a Sosa Castelán, quien se tiene a sí mismo en un altísimo concepto.

Sosa por Sosa (Castelán, desde luego) es, nada más y nada menos, que “una persona honrada, seria, solidaria, trabajadora y responsable en el aspecto personal, familiar y laboral” y, para quien lo dude, Sosa tiene tres testigos: Santos Marroquín Morato, José Aguilar y Castillo y Rodolfo Ruiz Pérez. Así consta al menos en el expediente 638/04 que se encuentra en el juzgado vigésimo noveno en materia civil que encabeza el singular juez Miguel Ángel Robles Villegas, donde Sosa entabló una demanda por daño moral.

Pero Sosa por Sosa (el representante popular, desde luego) es mucho más que eso. Igualmente se distingue no sólo por ser “una persona honrada, trabajadora y responsable en el aspecto personal y familiar sino también en el profesional y a nivel político”. Cualidades extra que presume en el mismo expediente y que también pueden acreditar, según dice, los testigos ya mencionados y que, por lo visto, lo conocen al dedillo en todos los aspectos.

Ese Sosa Castelán –a quien no se refiere esta columna– es un hombre que cuenta con “una constancia de no antecedentes penales” y con la virtud de haber emprendido, en 2004, una extraordinaria, pero infructuosa campaña por la candidatura al Gobierno de Hidalgo. Y vale decir extraordinaria porque Sosa (el ex precandidato derrotado, desde luego) asegura que esa campaña fue “totalmente clara, transparente exponiendo ante el pueblo hidalguense los principales objetivos de la misma, los cuales van encaminados en su beneficio” (del pueblo, sin duda). Ese Sosa –siempre de acuerdo con la percepción de sí mismo, establecida en la demanda– fue un universitario “dedicado y preparado para los estudios obteniendo un buen promedio escolar”.

Tan dedicado y preparado fue que, seguramente, en recompensa, más tarde y durante un muy buen número de años, ocupó la rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo donde –obviamente y siempre de acuerdo con el documento citado– realizó “una intensa labor académica y social en beneficio de dicha universidad”. Que no se haya notado es otra cosa.

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Valen todas estas aclaraciones para no confundir a Sosa Cáustica, materia de este comentario, con Sosa Castelán porque a este último hay cuestiones que nomás no le gusta ver en letra de molde y ni siquiera en fotografía.

A Sosa Castelán no le gusta, por ejemplo, que se le presente “como una persona que no respeta los límites y que únicamente busca el poder”. Eso lo lastima tanto como una fotografía que, según su dicho en la demanda, “no revela mi verdadera apariencia física sino que me presenta como una persona obesa, desaliñada, presentando mi imagen en falsos colores”.

Y es que Sosa (Castelán, desde luego), en verdad, se mira a sí mismo con gran benevolencia: “...me distingo –asegura en el documento– por ser una persona seria que tengo aspiraciones a ocupar la gubernatura del estado de Hidalgo, haciendo una propuesta transparente y objetiva en beneficio del pueblo hidalguense. Es un hecho evidente que el suscrito soy una persona conocida en el pueblo hidalguense y diversos otros lugares, habiéndome dedicado a servir a la gente”. Eso dice de sí y repone, por si hubiera dudas, a los consabidos tres testigos.

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Por eso la insistencia en señalar que aquí se habla de la otra Sosa (Cáustica, desde luego). Y es que, aunque resulte increíble, por cuestiones como las referidas, Sosa (Castelán, para aclarar) interpuso demanda por daño moral a un autor, un prologuista, un editor, un diseñador, un fotógrafo y hasta la empresa que levantó la tipografía por haber participado en la hechura de un libro sobre él que “de ninguna forma” autorizó.

Los demandados son Alfredo Rivera, Miguel Ángel Porrúa, Miguel Ángel Granados Chapa, Enrique Garnica Ortega, Héctor Rubio Traspeña y Libraria que participaron en la escritura, hechura, distribución y comercialización del libro: La sosa nostra: porrismo y gobierno coludidos en Hidalgo. Un texto que reseña la trayectoria de Sosa (no Cáustica) y que, desde luego, no le gusta a Sosa Castelán.

¡Qué bueno que aquí se habla del hidróxido sódico y no de Sosa Castelán! Qué bueno porque Sosa –no el hidróxido sino el hidalguense–, pese a sentirse “afectado en su honor, decoro, reputación e imagen”, es un hombre con muchísima suerte: su demanda data del 6 de agosto de 2004 y está en manos del juez Miguel Ángel Robles Villegas, quien no ha dictado sentencia y, entonces, sin querer o no, el impartidor de justicia ha hecho del proceso judicial un verdadero castigo o calvario para los demandados. Con que tan sólo pasara a la segunda instancia, probablemente otro sería el cantar.

¿Si la justicia no fuera expedita, cuántas décadas requeriría ese juez para dictar sentencia?

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Sí. ¡Casi cuatro años lleva ese juicio! Juicio singularísimo ¡Qué suerte la del distinguidísimo legislador hidalguense de tener por juez a Miguel Ángel Robles Villegas! Y es que un juicio de ese tipo, de acuerdo con la asociación civil Libertad de Información-México, normalmente se lleva de ocho meses a un máximo de dos años. Pues bien, éste rompió récord: lleva casi cuatro años.

Eso no es todo. Tan grande es la estrella de Sosa Cáustica, perdón, de Sosa Castelán que, ahora, hasta a la defensora del escritor y el periodista, la abogada Perla Gómez Gallardo, quiere involucrar en problemas. Quién sabe cómo le hizo para que se dictaminara como falsa, en una promoción, la firma de la abogada, ¡siendo que ella la ratifica y reconoce como suya!

Ahora la abogada y coordinadora de Libertad de Información-México encara ese problema. Defiende pro bono a los demandados, y a ver si no termina ¡por defenderse a sí misma!

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Una propiedad extraña de Sosa (Castelán, desde luego) es que, siendo tan bondadoso, prestigiado, estudioso, honrado, solidario, suertudo y reconocido dentro y fuera de Hidalgo, es que piense que cuatro mil ejemplares de un libro, hayan echado abajo su candidatura al Gobierno de Hidalgo. A lo mejor perdió por otras propiedades igualmente extrañas, y a lo mejor con eso ganó Hidalgo.

En todo caso, el tema de esta columna es el de Sosa Cáustica y no el de Sosa Castelán. Y el punto importante a destacar es el siguiente: si se tiene contacto con Sosa, hay que tener cuidado: es cáustica en extremo y terriblemente peligrosa. En fin, es muy corrosiva la Sosa.

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