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¿Por qué, Rosita?

guadalupe loaeza

Ignoro por qué hablar de Rosa Nissan me duele pero también me provoca una inmensa alegría. Será que la quiero mucho y me preocupa que vaya por la vida a flor de piel, es decir, con el alma desnuda exponiéndose en cada esquina donde la cita su destino. Pocas presencias me causan tanto alboroto como la de Rosita. Me gusta contagiarme con su risa y con sus ganas de vivir. Me gusta que me cuente una y otra vez de su viaje a la India y de los días que pasó completamente sola en la playa de Huatulco en donde pasó las noches envuelta por el vaivén de las olas y de su hamaca. Me gusta que me platique acerca de todas las clases que toma ya sea de literatura, de fotografía, de novela, de cuento, de guión cinematográfico y de otros géneros. Pero lo que más disfruto es cuando me pone al tanto, sin cortapisas, de sus aventuras amorosas. No es extraño entonces que cada vez que nos despidamos llegue a la misma conclusión: Yo quisiera ser tan libre y auténtica como es Rosita.

Con autenticidad y libertad, son precisamente las virtudes que encontramos en la más reciente obra de esta escritora mexicana autora también de dos espléndidas novelas Novia que te vea (Edit. Planeta) e Hijo que te nazca (Edit. Plaza y Janés). Con este mismo estilo tan característico y entrañable, ahora Rosita nos presenta una novela que deberían leer todas las mujeres, sobre todo a aquellas que no conocen su cuerpo; que no lo entienden; que tienen miedo de descubrirlo, máxime, si está un poquito pasado de peso y que no les gusta. Generosa y modesta como es Rosita, dice que con esta novela Los viajes de mi cuerpo (Editorial Planeta) quiso: cooperar, aunque fuera, con un granito de arena para combatir la represión de la sexualidad femenina, aumentar el placer, la libertad de expresión y la alegría de las mujeres, que pueda darse a partir de encontrar espacios de seguridad: de no juicio. ¿Por qué será que la mayoría de las niñas mexicanas aprendemos, conforme vamos creciendo, a callar, a esconder, a negar, a no apreciar, a no aceptar y a no escuchar a nuestro cuerpo? ¿Por qué nos costará tanto trabajo a amarlo y a cuidarlo con ternura, no obstante hacemos todo tipo de ejercicios para mantenerlo esbelto y elástico? ¿Por qué será que, andando el tiempo, tendemos a abandonarlo y por ende a rechazarlo? ¿Por qué será que cuando estamos, pero sobre todo, nos sentimos un poquito gorditas nos odiamos y cubrimos nuestro cuerpo como si se tratara de nuestro peor enemigo? ¿Por qué será que a partir de una cierta edad, hay mujeres, que mejor optan por bajar la cortina de la feminidad, negándose todo tiempo de placer físico? Y ¿por qué será que cuando nos miramos desnudas en el espejo, sentimos vergüenza y hasta repulsión por un cuerpo que nuestros ojos insisten en ver horrible, fofo y totalmente asexuado?

Todo lo anterior se lo pregunté angustiada a Rosita. (Siempre que la veo le formulo tantas preguntas que hasta temo aturdirla). Como si todos estos temores se los supiera de memoria, como si los hubiera asumido desde hace muchos años y como si hubieran estado esperando las preguntas, me respondió con un ánimo tan festivo y tan natural que no podía más que sentirme apabullada. ¿Por qué? Porque ella ya encontró las respuestas a todas estas incertidumbres que nos quitan, sin exagerar, como un 30 por ciento de libertad personal. Y porque no deja de resultar conmovedor el hecho de que quiera compartir todo aquello que ya entendió: Los viajes de mi cuerpo, habla de todo eso. De aceptación y no aceptación. Habla de los miedos, de nuestros prejuicios, pero no nada más corporales, sino raciales y de clase y de los que otros ejercen sobre nosotras. La gente se asusta de lo diferente, gordo, flaco, negro, güero, homosexuales, homosexualas. Habla de nuestras contradicciones, de la relación madre e hija; mujer-mujer; maestros-alumnos; de libertad-dependencia, y de la búsqueda de nuevas formas de emparejarnos.

La novela de Rosa Nisán trata de dos mujeres, Olivia y Lola Luna, personajas, les dice su creadora. La primera pesa más de cien kilos y la segunda, recién divorciada, 75 kilogramos. A pesar de que las dos son gorditas las dos viven el exceso de su peso de una forma totalmente opuesta; mientras que la primera está cómoda en su cuerpo, lo disfruta y frente a ella hay una fila interminable de pretendientes; la segunda, tiene como troquelado en la cabeza y en cada parte de su cuerpo, que las gordas son feas, repulsivas y que se tienen que vestir de negro, nada más que de negro y de puro negro, por lo tanto, nadie las quiere, las rechazan, les huyen, las saludan horrible y por añadidura, no tienen novio. ¡Pobre Lola Luna porque con todas estas inseguridades está convencida que también su alma, no nada más está gorda, sino obesa! ¡Qué tanto se deprimirá Lola Luna que Olivia, le tiene que repetir una y otra vez!: Yo soy gorda manita, pero no acom-ple-ja-da como tú. He allí la diferencia abismal que existe entre ambas. He allí la llave para aceptarse tal y como es una, no tener complejos. No dejar que éstos nos dominen, nos manejen y nos condenen. Por eso resulta fundamental la lectura de Los viajes de mi cuerpo porque además de que ayuda a descubrirnos aún más, nos ayuda a aceptarnos con esos kilos de más. No obstante, es importante señalar que el libro de Nissan no se trata de ninguna manera de una apología a la gordura. Se trata, más bien, de compartir el proceso de des-rigidización de Lola Luna a partir del encuentro con Olivia quien en muy poco tiempo se convierte como en una guía; una maestra que ayuda a su amiga a despojarse de su tiesura mental.

¿Cuántos viajes habrá tenido que hacer la propia autora por su cuerpo para llegar a estas conclusiones tan sabias? ¿Cuántos kilómetros habrá recorrido entre temores y rechazos? Y, ¿cuánto habrá padecido al escribirlo de esa forma tan llana y sincera? El libro nació del dolor de matar el cuerpo por prejuicios, por mandatos sociales y religiosos, por... infinidad de razones. ¡Ganaríamos tanto si nos contáramos unas a otras nuestras historias sexuales! No hay duda que el temor a ser condenadas, ha contribuido a no prestarnos el servicio de hablar de nuestra vida privada. Es muy fácil avergonzar a las mujeres con respecto a lo sexual. Afortunadamente hay un debilitamiento de ese pacto tradicional. Rosa Nissan afirma que ya no queremos ser buenas lo que equivaldría a estar constreñidas sexualmente tan sólo por la promesa de ser protegidas. En la novela Lola Luna se pregunta que si nos es necesario que las mujeres debamos sentirnos asexuadas para ser respetadas. Y una de las dos protagonistas se contesta con otra pregunta: ¿Cuántas sexualidades han sido asesinadas por conservar el status de la típica mujer buena?

A pesar que Los viajes de mi cuerpo habla de la densidad del alma de una mujer como Lola Luna porque no se acepta, ésta es, ciertamente una novela divertida, aleccionadora y llena de guiños los cuales nos enseñan a viajar por la vida ligeras, ligeritas, sensación que nos permite ser mucho más alivianadas, primero con nosotras mismas y luego con los demás.

Hace 21 años tengo la fortuna de conocer a Rosa Nissan. Desde nuestro primer encuentro nos hicimos amigas. Tal vez ella no lo sepa, pero viendo nuestra amistad a distancia, podría decir que en muchos aspectos humanos e intelectuales, yo soy su Lola Luna y ella, mi Olivia. Por eso le agradezco todo lo que me ha enseñado. Por ejemplo a echarse de la ventana pero con todo y marco, a vivir intensamente el amor aunque éste nada más dure una tarde lluviosa y a volar, no nada más con la imaginación, sino con el cuerpo.

Muchas gracias Rosita.

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