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Miles de peregrinos viven en Jerusalén la víspera de la Crucifixión de Jesús

EFE

Miles de peregrinos cristianos venidos de todo el mundo han seguido con devoción la víspera de la Crucifixión de Cristo en Jerusalén, donde se recrea la Última cena con sus discípulos y la oración en el Huerto de Getsemaní.

El Jueves Santo se inició por la mañana con una misa pontifical en el Santo Sepulcro en la que se realizó la ceremonia del Lavatorio de los Pies de doce miembros de la comunidad cristiana, a la manera en que Jesús lo hizo uno por uno con sus discípulos.

El Evangelio destaca que el Lavatorio de los Pies que precedió a la Santa Cena supone una muestra del amor fraterno, que empieza por los más necesitados.

Al mediodía la Basílica, donde hoy Viernes Santo culminará la procesión del Vía Crucis, cerró sus puertas durante unos minutos y posteriormente fueron abiertas, siguiendo una tradición que conmemora la víspera de la Crucifixión de Cristo.

Las empedradas calles de la ciudadela antigua de Jerusalén se llenaron de peregrinos de distintas confesiones cristianas, muchos de ellos venidos de España y países de América Latina, que se arremolinaban junto a sacerdotes que les servían de guías para vivir de cerca la jornada pascual en la que Jesús instituyó la Eucaristía y el amor fraternal.

Dos de estos viajeros son Pedro y Mariano Espín, hermanos madrileños que visitan por primera vez Jerusalén y declaran que el peregrinaje a Tierra Santa se convierte en una experiencia “única, impactante y emocionante”.

Desde el centro de la Ciudad Santa los peregrinos se dirigieron por la tarde al Cenáculo para la ceremonia de la Última cena, siguiendo una procesión de frailes franciscanos, custodios de los Santos Lugares, y que culminó con un emotivo “Padre Nuestro” recitado en distintos idiomas.

Los franciscanos leyeron asimismo en italiano, español, árabe, francés, inglés, alemán, hebreo y latín varios pasajes del Evangelio en los que se describían los hechos que acontecieron durante la Cena Pascual hebrea que tuvo lugar un jueves.

El Cenáculo es un disputado lugar santo, reclamado por el Vaticano y que está en manos del Estado de Israel desde que lo ocupó en 1948; sólo se abre para los católicos dos veces al año, en Jueves Santo y en Pentecostés.

“Es el lugar donde Jesús celebró la Última cena, donde se conmemora el mandamiento del amor, la Eucaristía y aquí Jesús se aparece a los apóstoles después de resucitado”, refiere la salesiana Mercedes Mateos, oriunda de Cáceres y coordinadora de una hermandad en Jerusalén.

A este simbólico oratorio siguió al caer la tarde una misa en la Basílica de la Agonía, junto al huerto de Getsemaní, donde Jesús se retiró a orar antes de ser entregado por su discípulo Judas y aprehendido por los guardias del templo.

Allí se recuerda esa noche con una plegaria en silencio la conocida como “Hora Santa” u “oración del huerto”, donde ocho olivos milenarios de tronco retorcido y regentados por la orden de San Francisco son fieles testigos del paso del tiempo.

El franciscano fray Jesús Baraona, natural del Ecuador destaca en esta ocasión la gran afluencia de peregrinos hispanoamericanos.

“Hemos visto muchos venidos de España, de México, Colombia, Ecuador, Perú, Argentina, Brasil, de toda América Latina. Este es el lugar más significativo del cristianismo, que fue santificado por Jesucristo”, explica.

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Escrito en: Semana Santa

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