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Las Islas Marías, prisión con muros de agua

READAPTACIÓN SOCIAL | EL PRIMER REQUISITO PARA INGRESAR A LA ISLA ES TENER UN BAJO PERFIL DELINCUENCIAL

Los internos trabajan en labores de carpintería, agricultura, ganadería, porcicultura, acuacultura, apicultura, actividades manuales y pesca.

Los internos trabajan en labores de carpintería, agricultura, ganadería, porcicultura, acuacultura, apicultura, actividades manuales y pesca.

Luis Alberto Medina

El penal es vigilado por 80 elementos de la Marina y 49 custodios, pero la seguridad de la isla son los tiburones y el mar.

Tiene más de un siglo como Colonia Penal. Es única isla en el continente utilizada como cárcel. Alberga a mil 127 prisioneros que viven en campamentos habitacionales. De esa cantidad, 250 tienen familia en la isla.

Es una comunidad con vida propia. Llena de mitos y leyendas urbanas; se han escrito historias, novelas de terror, represión o castigo. Se trata de María Madre, María Cleofas y María Magdalena conocidas como: Las Islas Marías. Se han convertido desde finales de 1980 en un archipiélago ejemplo para la readaptación social de los delincuentes.

Pero también, en la Colonia prevalecen inconformidades por malos tratos, las riñas salvajes y los sucesos misteriosos dignos de cualquier penal,

Ubicada a 110 kilómetros de distancia del Puerto de San Blas, Nayarit, el penal se conforma por lo que se conoce un islote llamado San Juanito y las tres Islas Marías.

El 12 de mayo de 1905 fue constituido como colonia penal bajo el régimen de Porfirio Díaz. En la Isla Madre es donde se encuentran los prisioneros distribuidos en 13 campamentos.

El 27 de noviembre de 2000, por decreto presidencial se establece que la Colonia Penal se convierte en Área Natural y Reserva de la Biosfera.

Esa acción derivó en el descuido del mantenimiento y protección de las instalaciones que generó una tendencia al desmantelamiento, según reportes de la Secretaría de Seguridad Pública. La isla es vigilada por 80 elementos de la Marina y 49 custodios.

“Pero la seguridad de la isla son los tiburones y el mar”, aclara Julio Lomelí, coordinador general de los de los Centros Penitenciarios Federales entrevistado en la isla.

En la historia del penal, se tiene registro de 70 fugas de colonos. No se sabe si sobrevivieron en el mar o cuál fue su destino.

La Asociación de Editores de los Estados fue invitada por la Subcomisión de Atención a Centros Penales de la Cámara de Diputados, encabezada por el diputado sonorense Carlos Navarro Sugich, a visitar el enigmático penal.

La comunidad isleña

Hay dos caminos para llegar la isla: en barco desde Mazatlán o en avión. Si se arriba en barco, se desciende en el muelle de Valleto que recibe a los visitantes. Sólo familiares de los internos o funcionarios federales pueden acudir.

Si se aterriza en avión, el descenso se hace en una pista a la orilla de la playa. En el área de aterrizaje se encuentra una recepción en forma de obelisco; soldados de la Secretaría de Marina dan la bienvenida a los visitantes.

Cuando se baja del avión, un elemento es el encargado de pedir que se identifiquen los visitantes. En ese mismo instante una bocanada de aire fresco de mar invade el rostro. El ambiente es apacible, muy apacible; como si nadie viviera ahí y los vigilantes sólo resguardaran la isla.

Una vez registrado, las imágenes que aparecen de frente son viviendas gastadas en sus paredes por el salitre del mar. Están cubiertas con techos de teja descolorida casi a punto de quebrar. Son los hogares del campamento Nayarit donde viven funcionarios del penal separados del área habitacional de los internos.

Palmeras por todos lados adornan también el panorama. A lo lejos se ve el muelle de Valleto, el centro de la isla.

Las indicaciones de las autoridades fueron de no tomar fotografías, mucho menos video. Durante el transcurso del viaje los funcionarios flexibilizaron su postura y permitieron la captación de imágenes y entrevistas.

Se realizó un recorrido por 3 de los 13 campamentos del lugar. Uno de ellos fue el Bugambilias; ahí se presenció, a las 14:00 horas, el segundo de tres pases de lista durante el día.

El primero es a las 6:00 horas y el último a las 22:00 horas. Los custodios vigilan a los colonos en motocicletas de cuatro llantas y jeeps.

La belleza natural de la isla es inigualable. Sus playas vírgenes y limpias atraen a cualquiera por la intensidad y uniformidad de sus olas. Es como estar en una película… pero es una prisión.

Los colonos

Trabajan los 7 días de la semana. Algunos sin paga; otros reciben un sueldo simbólico por lo que hacen. Tienen una playa para ellos solos… una playa que no deja de ser prisión.

Así sienten su vida la mayoría de los colonos de las Islas Marías. Una vida que se compone de trabajos como agricultura, granja camaronera, carpintería, ganadería, porcicultura, acuacultura, apicultura, actividades manuales y pesca.

De las 250 familias existentes en la isla, hay 243 niños. Las opciones de educación son primaria, secundaria y preparatoria abierta. Es parte de la actividad que le da vida a la isla.

Luis Antonio Rosio Sauceda tiene 35 años de edad y está preso por transporte de droga. Lo agarraron en Agua Prieta y lo mandaron al Penal en Nogales. En la cárcel fronteriza estuvo 3 años. En la isla tiene 6 meses.

Es originario de Salvatierra, Guanajuato, denuncia obstáculos para poder trabajar.

“Aquí todo te prohíben. Me dedico a hacer huaraches, cinturones, carteras. Cuando llegué aquí metí un escrito para trabajar, me lo autorizaron, pero después no me dejaron pasar el pegamento.

“Entonces, ¿cómo voy a trabajar sin pegamento que es lo que se necesita para pegar huaraches y las carteras?”, indicó.

Luis Antonio sólo pide que lo dejen trabajar con este material que por seguridad, no puede introducirse al penal.

Los contrastes

Los contrastes urbanos chocan en la isla. Directores, funcionarios de diferentes niveles, personal técnico y de asistencia viven en el Campamento Nayarit en cómodas casas; unas son de dos pisos.

La vivienda más equipada es la del director de la Colonia, Enrique Herrera.

En el otro extremo del campamento se encuentran las viviendas de los reos sin familia. Los del “Club de Tobby”, como les llaman los mismos custodios.

En ese lado, en la casa número 6, vive Marco Antonio Pérez, su vivienda cuenta con tres cuartos: su recámara, que comparte con otro preso, un lugar para las herramientas, donde también pone su bicicleta, y el baño.

En su habitación hay dos camas de piedra, ambas están tendidas con cobijas, tiene dos posters de mujeres en traje de baño que dan a la cabeza de su cama.

El interior de la casa está descuidado en sus paredes; el baño parece abandonado a la suerte de tiempo.

Marco Antonio es originario de Uruapan, Michoacán. Fue detenido hace tres años y medio por transporte de 700 gramos de heroína.

“La neta, yo para qué voy a decir que no lo hice. Sí la transporté y por eso estoy aquí”, dice.

Vive de la venta de cintos piteados que él mismo elabora. Los teje con hilo fino de plata. Hacer un cinto le lleva hasta un mes y medio. Una vez que los termina, los vende en 700 pesos, una vez que los termina. De la comida, Marco aseguró que no se pueden quejar.

“Nos dan pollito, caldo de res, agüita de sabor, verduras, huevos con todo. No nos podemos quejar”, afirma.

Sus entretenimientos son jugar basquetbol y futbol.

“Los fines de semana hay bailes a veces. Nos vamos al ‘Ventanazo’, una ‘pistilla’ ahí a la orilla de la playa (sic)”.

Frente a su vivienda hay una cancha de futbol rápido y basquetbol. En las tardes la invaden los niños de la otra sección, donde sí hay familias.

No cualquiera entra…

Los matones, asesinos en serie, guerrilleros, secuestradores, violadores o el jefe de la mafia, ya no caben en las Islas Marías.

Desde principio de los años ochenta dejaron de llegar. Otros dicen que fue desde los setenta y unos que en los novente. Lo cierto es que ahora sólo delincuentes de baja peligrosidad ingresan y habitan la Colonia. O bien, internos por asesinatos que tienen más de 15 años en la isla. No más.

Los colonos de Las Marías ya fueron sentenciados. Todos están cumpliendo condenas.

El primer requisito para ingresar a la isla es tener un bajo perfil delincuencial, no ser adicto a las drogas, tener de 20 a 50 años de edad, ser condenado con un máximo de 15 años de castigo, no ser discapacitado y estar sano física y mentalmente.

Otro requerimiento de ingreso indispensable es que el interno tiene que estar de acuerdo con su traslado, ser casado o concubino fijo para poder tener a familia, no haber sido policía o servidor público y tener un perfil socioeconómico medio o bajo. Éstos son los puntos principales que requiere un sentenciado para poder estas en la colonia.

Juan Francisco Bernal, director de Seguridad de las Islas Marías, afirma que en la colonia se vive un ambiente tranquilo.

“Aquí no hay hacinamientos ni los problemas de los demás penales. En tres años que tengo se ha presentado sólo una riña al año y son controladas”, señaló.

“Los problemas de enfermedades de la Isla son: infecciones normales, gripes, problemas estomacales, nada grave”, aclaró.

“Aquí viven dignamente los colonos”, afirma Bernal.

Los presos coahuilenses

Hasta enero de este año, 18 prisioneros de las cárceles de Coahuila han sido trasladados a las Islas Marías. Esta cantidad coloca al Estado en el número 17 de 25 posiciones de entidades que incluye a internos provenientes de los Estados Unidos. La colonia cuenta actualmente con mil 127 prisioneros de los cuales 74 son mujeres y existen 250 familias.

Crescencio Rosas es uno de los internos de Saltillo llevado al archipiélago. Tiene en la isla apenas 6 meses. Está preso por transporte de droga. Estuvo un año en el penal de la capital. Ahí permaneció de septiembre de 2006 al mismo mes en 2007. En octubre llegó a Las Marías. Su vida cambió un día en que su compadre le prestó su pick-up. Salió a conocer Saltillo con la familia.

“Y yo cargaba a toda mi familia ahí (en la camioneta). No sabía que traía droga en la pick-up Lobo 2005. Pero la droga me la había ‘clavado’”, recordó.

Le dieron 10 años de condena. Ha purgado uno y medio. Su familia se quedó en Laredo Texas; espera algún día traérsela a la isla.

“Trabajo sin sueldo la pizca (de tomate y cebolla). Les aviso que ya está para que vengan recogerla para suministro y ya. Me mantengo como Dios da. Estoy muy agusto, por la libertad que tengo.

“Me vine porque salió en las noticias que uno aquí encuentra libertad, y así la siento… aunque no deja de ser prisión”, afirmó.

En una visita realizada por Asociación de Editores de los Estados, a invitación de la Subcomisión de Atención de Penales, se constató la vida que llevan los colonos en una isla que conserva sus encantos naturales.

“No deja de ser prisión esto, pero sí estoy mejor que en el penal de donde vengo”, dijo Roberto Castañeda quien viene del penal de Culiacán y tiene 6 meses en la isla.

El archipiélago se encuentra a su límite actualmente al albergar a alrededor de mil 500 personas entre internos, familiares, personal de seguridad y administrativo.

Quejas a la CNDH

La Comisión Nacional de Derechos Humanos tiene registradas como principales quejas:

- Castigos sin audiencias de los acusados.

- Falta de transporte hacia el Centro de la Isla.

- También se quejaron de malas comidas. En otros casos hubo denuncia de escasez de

alimentos.

Los internos trabajan en labores de carpintería, agricultura, ganadería, porcicultura, acuacultura, apicultura, actividades manuales y pesca.
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