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Charlatanes médicos, riesgos para la salud y el bolsillo

En los últimos tres años la Cofepris ha realizado distintos operativos contra fraudes terapéuticos con el resultado de ocho clínicas y un hospital suspendidos, especialmente en la frontera con Estados Unidos. (El Universal)

En los últimos tres años la Cofepris ha realizado distintos operativos contra fraudes terapéuticos con el resultado de ocho clínicas y un hospital suspendidos, especialmente en la frontera con Estados Unidos. (El Universal)

El Universal

La Secretaría de Salud alerta sobre charlatanes y seudomédicos que lucran con la salud de las personas enfermas.

La falta de información, la incapacidad para aceptar la enfermedad, el mito y tradición y las deficiencias del sistema nacional de salud se conjugan en México para favorecer la pervivencia de charlatanes y seudomédicos que causan riesgos para la salud y el bolsillo de los pacientes.

“Enfermos de cáncer, diabéticos, y especialmente personas con patologías reumatológicas son propensas a ser víctimas de estafas por parte de falsos médicos que se aprovechan de la idiosincrasia del pueblo y de la necesidad de creer que la curación es posible”, señala la doctora Marta Ramírez, especialista en reumatología retirada y en la actualidad doctora sin ánimo de lucro en la Asociación de Pacientes Reumáticos de México.

Cada uno de los socios de esta organización tiene una historia de años de consumir supuestos productos “milagro”, que no sirven para nada, cuando mucho son complementos nutricionales que suponen desembolsar mínimo mil pesos mensuales.

A Cristina Cilia López, derecho habiente del Seguro Social no le diagnosticaron artritis reumatoide, una enfermedad crónica que provoca inflamación de las articulaciones y dolor y que Cristina padece desde hace 21 años.

Después de acudir a diferentes especialistas que fueron incapaces de diagnosticar su patología, decidió acudir a un señor, residente en San Mateo Echegaray, del que se decía que con un péndulo curaba hipertensión y diabetes, así que pensó que quizá a ella podrían decirle qué tenía y sanarle. Cristina acudió con el “doctor” y después del “análisis” salió de la “consulta” con 200 pesos de bolsitas de cloruro, 400 pesos de una botella de nomí, y 15 frasquitos con diferentes líquidos que debía tomar en diferentes horas del día. En total unos mil pesos de hace ocho años.

Cristina estuvo ocho años sin comer carne, y gastó entre mil y 2 mil pesos mensuales en estos productos, algunos de los cuales eran muy difícil de encontrar, lo que le hacía perder tiempo en buscar a los distribuidores, señala. Y en una ocasión le hicieron una “vacuna” con su propia orina, que bebió obedientemente. Hasta que un día le sobrevino una crisis y tuvo que estar postrada en la cama con fuertes dolores.

Además de la enfermedad, Cristina tenía desnutrición y anemia y sobre todo había perdido un tiempo muy precioso, 8 años, que provocaron el avance de la artritis. Hasta que por fin encontró la asociación y a la doctora Marta Ramírez, reumatóloga retirada que dedica parte de su tiempo libre a pasar consulta en la Asociación y a dar información a los afectados sobre la enfermedad. “Es fundamental informar y divulgar para acabar con muchos de los mitos de la gente” señala Ramírez quien a pesar de las recomendaciones y de las malas experiencias sabe que algunos de sus pacientes siguen consumiendo estos productos.

Cristina apenas podía caminar cuando llegó a la Asociación de Reumatología, pero tras el diagnóstico y el control de la enfermedad con diferentes medicamentos que ya hay disponibles en el mercado, ha conseguido hacer una vida autónoma y sin dolor. “Me siento engañada”, confiesa. La necesidad de encontrar un remedio a su “mal” y la falta de un correcto especialista que diagnosticara y tratara la enfermedad fueron las causas que afectaron su salud y su economía. Y es que a la necesidad de creer en la curación y no aceptar las enfermedades que son para toda la vida, se une la falla del sistema de salud.

El sistema está saturado, hasta hace poco la especialidad de Reumatología no se incluía en los programas de los médicos generales ni de profesiones afines y sólo hay 500 reumatólogos en todo el país, cuando harían falta cuatro veces más, según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, que establece la cifra de un reumatólogo por cada 50 mil habitantes, para una correcta atención.

La historia de Hortensia Márquez de 56 años y enferma de artritis reumatoide es parecida, aunque en su caso un médico general le diagnosticó la enfermedad con 21 años. Su médico, “de confianza y de toda la vida” le dijo que tomara una aspirina por la mañana para el dolor. Al principio esto le funcionó, “al menos el dolor era soportable y le permitía hacer una vida normal, “pero hace aproximadamente cinco años le sobrevino una crisis, que le dejó postrada en la cama y con dolores insoportables. “hasta las sábanas me lastimaban” señala. En su desesperación y la de su familia acudió a una persona que una amiga de una amiga de su suegra “le recomendó”. El pseudomédico le “recetó chochitos”, una especie de dulce que contiene licor que se venden en las tiendas de productos naturales. Debía tomarse diez “chochitos” al día, de tres botellas diferentes.

Cada una de ellas tenía un costo de 90 pesos, pero el dinero no fue lo peor, a los dos o tres días de estar tomando este producto se le quemó el paladar y la lengua, entonces dejó de tomarlos.

El resultado fue que en la actualidad ha perdido en un 90% el sentido del sabor, no puede tomar picante y le afecta mucho el frío. Después de esto probó con medicina china, y varios consejos más que le decían “conocidos”, hasta que dio con el especialista adecuado que logró controlar los síntomas de su enfermedad.

La artritis reumatoide es crónica, pero los medicamentos que hoy existen permiten detener su avance, si Hortensia los hubiera tomado antes probablemente estaría menos afectada y quizá no tendría osteoporosis.

Las ‘bondades’ de lo natural

La creencia popular de que todo lo “natural” es bueno lleva al éxito de entidades como la Fundación Héctor Penagos González, que lleva el nombre de un ingeniero químico mexicano, que se autodefine como “el gran descubridor” de este logro para la humanidad, “virussin”.

Un gran cartel publicitario con la frase “el secreto de la Ciencia Natural al servicio de la Humanidad” recibe al visitante en el centro. Bajo la apariencia de 100% natural y con la autorización de la Secretaría de Salud como “suplemento alimenticio” a este centro llegan decenas de pacientes que “creen en el poder de este producto que lo “cura todo”. Ana, quien da un nombre falso para ocultar su identidad, asegura que su madre, con cáncer de hígado, está mucho mejor desde que toma “virussin”. “Ha ganado kilos, está más animada”, comenta. A pesar de ello, su madre está hospitalizada con un cáncer terminal, le comentamos. “Quizá si hubiéramos venido antes....”, suspira.

“Virussin cura la diabetes, cáncer y Sida” afirman al unísono Lourdes Penagos González, sobrina del descubridor, y Elitoth García Espinosa de los Monteros, una de las médicas que trabaja en el centro. Ella misma, egresada del Instituto Politécnico Nacional, cuenta la mejoría que registró su hija, que nació con una discapacidad grave, al ser tratada con este producto de hipotiroidismo congénito.. Virussin es un producto 100% de origen vegetal, que no se contrapone con ningún otro medicamento “que actúa a nivel de la reestructuración celular, lo que le hace “apto” para todo” explica.

“La evolución de nuestros pacientes es positiva en el 80% de los casos, dependiendo de la disciplina de cada uno”, afirma, mientras muestra las decenas de historias clínicas acumuladas en 16 años de vida de la fundación. La “disciplina” incluye tomar tres veces al día Virussin, de seis productos diferentes, dependiendo de la patología. Cada botella cuesta 700 pesos y se recomienda al menos tomar este producto durante tres meses. Este producto lleva registrado como “suplemento nutricional” desde hace 25 años. La sobrina del ingeniero Penagos insiste en que “académicos están investigando las propiedades de “Virussin” para establecer un protocolo, y su tío trabaja para conseguir su aprobación por la FDA, (la Agencia del Medicamento Estadounidense), pero lo cierto es que a pesar de que han pasado cinco lustros desde su registro, Virussin no ha pasado de ser un suplemento nutricional y “el descubrimiento de su tío” no ha sido reconocido por la humanidad.

Cualquier cosa “natural” puede tener graves efectos secundarios para algunas personas, dadas las condiciones adecuadas y dependiendo de su propia fisiología y bioquímica. Y lo “natural” no siempre es “bueno” por definición, aunque así vendan. Naturales son muchos tipos de hongos venenosos como la Amanita muscaria, que en caso de ingerirse puede provocar graves alteraciones neurológicas y gastrointestinales.

E igualmente “naturales” son el veneno de víbora de cascabel y el polen responsable de alergias.

Desde la Comisión Nacional de Arbitraje Médico, Conamed, poco o nada pueden hacer para perseguir a los impostores. En esta institución se dedican a dar “sólo” seguimiento de las quejas a los médicos acreditados, pero “no podemos hacer nada contra los impostores”, señala Salvador Casares Queralt, director General de Orientación.

La institución encargada de proteger a la población contra riesgos sanitarios es la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), un órgano desconcentrado de la Secretaría de Salud.

En los últimos tres años la Cofepris ha realizado distintos operativos contra fraudes terapéuticos con el resultado de ocho clínicas y un hospital suspendidos, especialmente en la frontera con Estados Unidos.

El riesgo sanitario que estas clínicas representan es alto, ya que carecen de infraestructura y equipamiento o se practican actividades quirúrgicas en áreas no preparadas para ello, además de ofrecer tratamientos no convencionales, que no han sido aprobados por la autoridad sanitaria, lo que puede poner en riesgo la salud de los pacientes que hacen uso de estos servicios médicos, señalan.

La Secretaría de Salud y el Sistema Federal Sanitario hacen un llamado de alerta a la población para que antes de acudir a estas clínicas soliciten información a las autoridades sanitarias del estado para que sean orientados con certeza de los tratamientos que van a recibir, además de que el personal que brinde la atención se encuentre debidamente acreditado.

A pesar del fraude y el perjuicio para la salud, la denuncia no se practica nunca o casi nunca.

Hortensia Márquez sabe que no recuperará el sentido del sabor y sin embargo, no denunció.

Ella asegura que no volverá a confiar en otras personas que no sean médicos alópatas, pero reconoce que la palabrería de los charlatanes encaja bien en una sociedad con una tradición tan arraigada de consumo de productos naturales. Y reconoce que es un problema cultural pues sus conocidos siguen creyendo que “el falso médico que le quemó la boca sí funciona con otras personas”.

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