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Cáncer sobre cáncer /Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Apenas es imaginable el estremecimiento profundo, la conmoción que provoca el diagnóstico de cáncer a una mujer, que antes de los cincuenta años se asoma al pozo profundo de la muerte posible y tiene que sujetarse a la tortura del tratamiento. Pero algo peor puede sucederle todavía, que es someterse a la tramitación insensible y lenta, desesperantemente burocrática, de su pensión por invalidez.

No diré el nombre de la atribulada maestra cuyo caso expongo, no sólo por comprensibles razones de confidencialidad sino porque, infortunadamente, su caso no es único. No es que se haya cebado en ella la impericia y los malos modos del personal del Instituto Mexicano del Seguro Social. Se trata de un procedimiento general, tortuoso, capaz de generar daños adicionales a los derechohabientes que requieren retirarse de la vida activa por una desgracia de salud.

No obstante que lo presentó muchos meses atrás, apenas en febrero pasado se emitió este breve informe sobre su caso. En el reporte se dice, para sorpresa de la afectada, que “acude para solicitar valoración para inicio de trámite de invalidez por enfermedad general”. En el lenguaje al mismo tiempo críptico y elocuente de los relatos clínicos, en ese reporte se lee: “En marzo 28 de 2001 se le diagnosticó en medio particular como meloma múltiple IgG EC III/A; de abril a noviembre de 2001 recibió diez sesiones de radioterapia y ocho ciclos de quimioterapia sistémica VAD. El tres de diciembre de 2001 se sometió a trasplante autologo de médula ósea. De enero de 2001 a la fecha recibe talidomida dos tabletas cada 24 horas sin interrupción, además de ciclos mensuales de dexametasona 40 mg IV (hasta el momento ha recibido tres ciclos mensuales).” El informe hace notar que “todo lo anterior se ha realizado en medio particular”. Es decir, no obstante tener derecho a la atención médica del IMSS, por la razón que se quiera la derechohabiente resolvió duplicar su gasto y a más de la cuota a la seguridad social invirtió en su propia salud. Pero no puede aliviar la carga de ese Instituto cuando de obtener la pensión de invalidez se trata. Y la buscado tenaz pero hasta ahora inútilmente.

El reporte del 25 de febrero, hace ya tres meses, expone claramente: “La paciente muestra estudios radiológicos, de laboratorio y médula ósea que confirman lo anteriormente señalado, por lo cual no existe ninguna duda del diagnóstico. También muestra recetas emitidas. “Dado que la paciente debe continuar con terapia sistémica y vigilancia periódica y que la actividad de la enfermedad fue principalmente a nivel de columna lumbar, la paciente debe guardar reposo permanente, impidiéndose por lo tanto el desempeño de cualquier actividad física importante”. No obstante la pertinencia de la última observación (la necesidad del reposo permanente), durante casi un año la pretensa pensionista por invalidez ha ido de arriba a abajo en la más amplia variedad de oficinas del Seguro Social en pos de un derecho que adquirió con años de cotización. Siempre hace falta un papel, una firma, un requisito. A veces se le demanda una información que previamente la misma persona que la recaba había dicho que era innecesaria. Todavía después de la contundencia de sus conclusiones, el informe de hace tres meses muestra un camino por delante, no la meta perseguida, la pensión de invalidez: “El pronóstico dependerá de la evolución de la enfermedad, que inclusive en caso de recaída pudiera tener que someterse a trasplante alogénico de médula ósea, lo cual realizaría en hospital ajeno al IMSS. Se envía con este resumen a la paciente a su unidad de medicina familiar, a medicina del trabajo”. Como si fuera un objeto se anuncia así un nuevo envío, una nueva remisión. ¡Y si sólo se tratara de un trámite tras otro, orientado hacia el fin buscado! Pero no es sólo eso. También es la majadería, la impaciencia altanera de la médica que, no obstante la claridad del informe anterior y el cúmulo de documentación que la paciente lleva consigo, le anuncia que hará una nueva biopsia. Y ante la razonada negativa de la afectada a una nueva punción, que otra vez la lacere, anota en su reporte: “Se solicita a su médico tratante resumen médico actualizado, ya que la paciente proporciona poca información y su estado de ánimo se altera fácilmente”.

La parienta que acompaña a la paciente, pues no puede trasladarse sola a ninguna parte y no es infrecuente que deba utilizar silla de ruedas envió este mensaje el 18 de diciembre pasado a un funcionario del IMSS, para explicar las dificultades de la tramitación: “Ella sigue en tratamiento. Ha recibido quimioterapia y radiaciones. Se le hizo un autotrasplante de médula, continúa con cortisona y talidomida. Hace unos días, al ir al baño, sufrió un desmayo y se rompió los huesitos de los dedos del pie y de la mano. Es por esa razón y por la debilidad que tiene que no le es posible permanecer muchas horas en la sala de espera”.

Es de tal modo irracional el procedimiento a que se somete una aspirante a la pensión de invalidez, que en el hospital de Xola y Gabriel Mancera la oficina de trámites se encuentra dentro, o muy próxima, del área de infectología. Ahí se dio a la paciente de nuestra historia un pase para consulta y cuando ésta ocurrió, a sus males se había agregado un virus de obvio origen iatrogénico.

El gigantismo de las instituciones propicia su deshumanización. El fenómeno es explicable, pero no se justifica y menos cuando causa infortunio a los infortunados.

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