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Nuestra Salud Mental / TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD (TDAH)

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.

(PSILAC).

CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

(VIGÉSIMA SEGUNDA PARTE)

A lo largo del tiempo, conforme crece y evoluciona en el hogar y en la escuela, el niño o la niña, y más tarde el o la adolescente con TDAH provocan una serie de sentimientos muy variados que se diseminan en el seno de la familia, tanto entre sus padres como entre sus hermanos. Para los primeros, tales sentimientos se pueden presentar paulatinamente, entremezclados, que se van incrementando de intensidad conforme pasa el tiempo, y en consonancia además con el tipo de síntomas que presente cada sujeto, así como las repercusiones que se deriven de los mismos. Al principio puede haber confusión y sorpresa en ellos al no saber si tales síntomas representan rasgos normales del temperamento del niño, si se trata de una etapa pasajera o si tiene que ver con algo que los padres están ejecutando en forma errónea en lo que respecta a sus métodos de educación. Inclusive, esta confusión aparece cuando ellos lo comparan con sus demás hijos, o con los demás niños dentro de la familia o dentro del ambiente social en que se mueven. Sin embargo, conforme el niño entra a la escuela, y los padres empiezan a recibir cada vez mayor número de reportes negativos respecto a su conducta o su aprendizaje, la sorpresa tiende a convertirse en preocupación, desilusión, desconsuelo y mayor confusión, especialmente cuando los padres carecen de la orientación y la información adecuada dentro de la misma escuela, lo cual suele suceder con frecuencia en algunas instituciones. En ellas, este tipo de conductas tienden a ser señaladas y etiquetadas negativamente, porque en un cierto porcentaje, el mismo personal escolar tampoco tiene la información y capacitación adecuada al respecto, de modo que no van a ser de gran ayuda para los padres. En esas ocasiones desgraciadamente, el énfasis se centra hacia las conductas negativas, a la “mala educación”, a los conflictos maritales, a los “traumas” dentro del hogar o mismo dentro de la escuela, ya sea que se les culpe a los padres, o éstos a los maestros, pero sin que se intente descubrir y comprender adecuadamente lo que realmente sucede con la criatura, lo cual es natural, si tomamos en cuenta que tanto los padres como el personal escolar pueden carecer de la información específica y adecuada.

Conforme pasan los años y siguiendo este rastro de síntomas y de experiencias negativas dentro y fuera del hogar, la confusión y preocupación iniciales llegan a convertirse en sentimientos de impotencia, desesperación, enojo, desesperanza o hasta rabia, vergüenza y culpa cuando los padres se sienten inadecuados o fracasados porque no han sabido educar a su hijo, además de que tienden a acusarse y reprocharse mutuamente sus dificultades para controlarlo o manejarlo. Definitivamente, se trata de una situación familiar cada vez más compleja y estresante para todos sus miembros, algo que se manejará en formas y estilos muy diferentes y variados en cada familia. En algunas se tiende al método de tipo permisivo, que consiste en no hacer mucho caso de la situación y dejar que la vida siga su curso sin dedicarle demasiada atención, con la tendencia a cerrar los ojos y doblar las manos, porque se quiere creer firmemente que “eso” pasará con el tiempo y el chico cambiará. En otras por el contrario, se utilizan medidas sumamente radicales y estrictas de disciplina, que en ocasiones llegan al extremo de usar los métodos tradicionales de golpes y castigos muy severos. En un tercer tipo de familias se busca la combinación alternada de medidas más permisivas con las de mayor rigidez. Hay ciertas familias en las que de por sí ya existían anteriormente diferentes tipos de conflictos y problemas emocionales, de modo que la presencia de niños como éstos, viene a empeorar la situación ya existente, lo que determina un mayor y un más rápido deterioro en la comunicación y en las relaciones maritales, al grado de llegar finalmente a la separación y al divorcio. Puede suceder que en estas familias, basadas en el clásico modelo tradicional mexicano, el padre tienda a solucionar las cosas dejando los problemas de los hijos a cargo de la esposa, para él responsabilizarse exclusivamente de los aspectos financieros del hogar. En contraste, hay familias en las cuales, una buena y estable relación marital les ayuda a enfrentar los síntomas del hijo con TDAH con medidas que ellos mismos ponen en práctica al usar sus propias habilidades acompañadas de un cierto nivel de sentido común y de buena voluntad, o tomando en algún momento la decisión de buscar la orientación adecuada y la ayuda profesional necesaria. Como se puede ver entonces, las reacciones y sentimientos que provocan estos niños en sus padres y en la familia en general, pueden tomar muchísimas variantes, y van a cambiar y a definir por completo el ritmo y el rumbo de la dinámica familiar desde su edad más temprana (Continuará).

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