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Verdades y mentiras de los videojuegos

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El Universal

Antes de satanizarlos, hay que conocerlos; muchos ayudan a despertar las destrezas y habilidades, el asunto está en cómo se usan.

En la actualidad -según estudios de diversas instituciones educativas, de comunicación o de investigación social- buena parte de los niños de más de 9 años y los adolescentes pasa mucho tiempo expuesta a las nuevas tecnologías electrónicas.

En ciertos casos, aseguran, los muchachos llegan a destinar tres horas frente el televisor; dos para escuchar música; más de una hora en la computadora o en el celular para chatear o comunicarse con sus amigos; poco menos de una hora con los videojuegos. En total, seis horas.

Muchos adultos cercanos a ellos -padres, familiares, maestros…- se preguntan si deben poner o no límites al uso de los nuevos aparatos.

A continuación, presentamos algunas conclusiones a las que los especialistas han llegado.

CINCO VERDADES

La verdad número uno es que los niños y adolescentes urbanos -del sexo masculino o del femenino- son los principales consumidores de todo tipo de tecnología digital (telefonía celular, Internet, correos electrónicos, videojuegos…).

Es verdad. Sin duda, a medida que avanza la tecnología de los aparatos, esos muchachos la adoptan sin demoras ni resistencias.

Un estudio reciente sobre adolescentes y tecnología, realizado por Pew Internet and American Life Project, determinó que en la actualidad dos de cada tres muchachos estadounidenses urbanos se conectan diariamente a Internet o usan un aparato digital.

En 2000, la cifra llegaba sólo a 43%. La investigación arrojó otro dato relevante: casi 91% de ellos es aficionado al menos a un tipo de videojuegos; cuando hace siete años era 52%.

La verdad número dos: Entre los adultos -padres, pedagogo, sicólogos, sociólogos…- no existe una sola opinión sobre lo digital y, en especial, sobre los videojuegos. Al contrario, hay grandes divergencias.

Es verdad. Las reacciones de los adultos ante los adelantos digitales llegan a los extremos. Por una parte están las de rechazo casi absoluto por los riesgos que los muchachos corren al utilizar esas tecnologías; por otra, las manifestaciones de plena aceptación por los beneficios que favorecen la coordinación manual y la agilidad mental que se crean y desarrollan.

A la mitad de camino, están quienes opinan que las tecnologías no son buenas ni malas; que se puede hacer un uso bueno o un uso malo de ellas y que, en todo caso, lo que hay que evitar es el abuso.

La verdad tres nos dice que los sicólogos no se han puesto de acuerdo sobre los efectos que los juegos de video violentos tienen en los jóvenes.

Es verdad. Unos aseguran que los videojuegos agresivos estimulan la conducta violenta, que los muchachos los imitarán o aprenderán lo que ven en la pantalla.

En directa contradicción, están los que afirman que los videojuegos agresivos tienen un efecto de relax, al canalizar la furia latente, lo que puede resultar positivo para la conducta del usuario.

La verdad número cuatro señala que los videojuegos favorecen las prácticas consumistas.

Es verdad. Las y los adolescentes son mirados por las empresas como potenciales clientes. Pese a que su disponibilidad de dinero es limitada, pueden influir en las decisiones de compra en el hogar.

Por lo general, los padres atienden las peticiones de los jóvenes a la hora de realizar las compras, mientras que los fabricantes ponen especial cuidado en sacar al mercado un mayor número de novedades y, además, recurren a la televisión, los teléfonos celulares, las páginas Web, los correos electrónicos… para promocionar sus productos.

Y la número cinco es que existe la posibilidad de que aparezcan comportamientos adictivos que pueden trastornar el desarrollo personal y social de los chicos.

Es verdad. Varias encuestas sicológicas efectuadas a jóvenes que acuden a videojuegos públicos han señalado que alrededor de 14% del universo de videojugadores encuestados presenta el trastorno denominado “juego patológico”.

Las manifestaciones más notables son: Preocupación y excitación por el juego -al revivir experiencias o planear el próximo-; impulso a continuar, a pesar de los esfuerzos por dejarlo; inquietud o irritabilidad cuando se intenta suspender el juego, mecanismo inconsciente para escapar de sus problemas o evitar emociones desagradables, tendencia a ocultar el grado de implicación en el juego manifestada en mentiras sobre el tiempo dedicado, solicitud continua de dinero o, incluso, pequeños robos para gastarlo en las ‘maquinitas’ y pérdidas importantes (un trabajo, una oportunidad educativa o profesional).

CINCO MENTIRAS

Al ser virtuales, los videojuegos alejan a los muchachos de la realidad. Es la mentira número uno. En la actualidad, el concepto “virtual” se utiliza casi como sinónimo de digital, informático o intangible. No se toca, pero existe. Más bien, se trata de una simulación de la realidad que reproduce circunstancias, situaciones y problemas de la vida real que desencadenan procesos de pensamiento, de toma de decisiones y hasta la creatividad.

Los videojuegos crean adicción. Es la mentira número dos. Las adicciones corresponden a formas de personalidad que se manifiestan en uno u otro sentido. Se relacionan con comportamientos compulsivos, no con consumo. El propio medio difícilmente genera adicción en sí mismo.

Los videojuegos propician el aislamiento, la soledad. Ésa es la mentira número tres. Todos los estudios al respecto coinciden en que los muchachos prefieren jugar en compañía que solos. ¿Por qué lo hacen solos?

En la mayoría de los casos porque lo están en sus casas; si tuvieran con quién jugar no lo harían en soledad. Sin embargo, no hay que desconocer que hay chicos compulsivos que prefieren gastar su tiempo completo encerrados en sus cuartos con un juego electrónico que salir y practicar algún deporte, socializar o estudiar.

En estos casos, se trata de un asunto más relacionado con la personalidad que con las características de las consolas.

Los videojuegos propician la violencia en los muchachos. Es la mentira número cuatro. No todos se centran en la violencia; hay muchos que fomentan otras actitudes y comportamientos. Por otra parte, no hay que olvidar que los videojuegos son productos culturales de una sociedad hiperviolenta y que tiene una preferencia muy marcada por las armas.

Los videojuegos atrofian las capacidades de los muchachos. Es la mentira número cinco. Hay muchos estudios que prueban lo contrario. La estimulación visual y auditiva de los videojuegos desarrollan en el joven la capacidad de resolver de diferentes niveles de problemas y dificultades, con lo cual se obtiene el dominio de habilidades y destrezas en el área de la tecnología.

La capacidad para asimilar y comprender símbolos aumenta, ya que mediante estos juegos, puede analizar experiencias conscientes, planear, imaginar y actuar de manera previsora.

El jugador obtiene la capacidad de autorregularse de tal manera que puede manejar, asimilar y organizar su entorno. Y así, puede establecer límites a sus acciones reales.

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