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Reflexiones del Atardecer / ALGO DE... ROMPER EL SILENCIO

Manuel Muñoz Olivares

Basta una sonrisa para principiar la comunicación. Qué mejor que tratar de sonreír para volver a reanudar nuestras reflexiones.

Por fin, después de un arduo y provechoso trajinar de estas últimas semanas, me he tomado un corto respiro y tratar de entablar la comunicación con mis amigos y lectores.

A propósito del petróleo del Ixtoc, cuentan que en una playa norteamericana en el Golfo de México, se bañaban alegremente un determinado grupo. En un lugar bastante visible, un letrero decía: “Sólo para blancos. Prohibido a gente de color”.

Cuando más alegres se encontraban los bañistas, del mar emergió una figura obscura que jadeante y con desesperación, nada hacia la playa. ¡Horror! Era un negro. Tan pronto pisó tierra firme, todos se abalanzaron y pese a sus gritos pidiendo piedad, pronto quedó inerte en la playa.

Después de su ejemplar justicia, el grupo se retiró satisfecho y no sólo eso sino que de paso, fueron a quejarse ante la autoridad, de la invasión de su exclusiva playa y que allí, estaba la prueba.

Mientras esto sucedía, las olas empezaron a lavar poco a poco aquellos despojos y cuando la autoridad vino a dar fe de los hechos, se encontraron con un hombre mitad blanco y mitad negro. ¡Sí! El mar había lavado parte del cuerpo y era un hombre rubio y blanco como la nieve. Se había aventurado mar adentro y el petróleo del Ixtoc lo había convertido en odiado negro.

“Afuera es noche y llueve tanto”. Decía una vieja canción y hoy se repite este fenómeno y durante semanas ha llovido y hay calles que son verdaderos ríos. Todos culpan al cambio del clima y dicen que pronto lucirán nuestros volcanes, sin la eterna nieve. ¿Será?

En días pasados un pequeño automóvil circulaba por “esas calles de Dios” y de pronto se vio encajonado en un tremendo “embotellamiento”. Como una desgracia jamás viene sola, pronto se inició un fuerte aguacero. El automovilista que se encontraba a media calle, con horror que el vendaval crecía más y más y el agua empezaba a filtrarse al pequeño vehículo y sin pensarlo, abandonó su coche y trató de ganar la acera. Mientras el agua subía y hubo un momento en que de plano tuvo que nadar y con desesperados esfuerzos ya casi llegaba a la “pared de enfrente” y en su cara se dibujaba la angustia y el terror por salvar su vida y cuando al fin ya casi lo lograba, de pronto aparece un “tamarindo” o “mordelón” o agente de tránsito si ustedes quieren y con voz cavernosa y de trueno le grita: “Oye tú, ¡el nadador! ¡No te hagas...! Ya sabes que está prohibido cruzar a media calle. Dame tus documentos. Chin... y luego por qué los remite uno a la Delegación.

Quizá lo que les cuento, sólo lo soñé, pero pudo haber sucedido, pero si sonrieron, me doy por satisfecho, porque ya les dije antes: basta una sonrisa... PARA PRINCIPIAR LA COMUNICACIÓN.

TLALPAN, D. F. AÑO 2007.

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