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Oaxaca en Torreón

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Miriam González El Siglo de Torreón

Cientos de laguneros disfrutan de la fiesta de La Guelaguetza en la Alameda Zaragoza

TORREÓN, COAH.- Desde ayer oaxaqueños y laguneros son hermanos. No fue el cerro del Fortín, pero sí la Alameda Zaragoza la que se vistió de fiesta para recibir a la Guelaguetza y cumpliendo con su objetivo primordial, que es el de compartir, Oaxaca ofrendó a Torreón el cántaro de Coyotepec como símbolo de hermandad entre ambos pueblos.

No fue un domingo cualquiera en la Alameda, porque al ritmo de la Banda Municipal de San Jerónimo Tlacochahuaya y con los vistosos trajes de los bailarines de la Compañía Oaxaqueña de Danza Folclórica, se congregaron cientos de personas alrededor de la avenida Allende y calle Leandro Valle desde las 7:00 de la tarde.

Una a una se hicieron presentes las danzas y jarabes de las siete regiones de Oaxaca: los Valles Centrales, la Sierra Juárez, la Cañada, Tuxtepec, la Mixteca, la Costa y el Istmo de Tehuantepec, todas con su sabor y colorido muy particular.

Tlacolula de Matamoros y sus “Chinas Oaxaqueñas” se hicieron presentes muy dignamente en el festejo, en medio de alegres notas encabezadas por la chirimía (flauta) y el tambor.

Las tehuanas istmeñas salieron al templete con sus huipiles bordados en hilo y se llevaron la ovación de la gente, lo mismo que las representantes de Jutla de Crespo, con sus sones del Palomito y de la Culebra y el Jarabe Chentello cantados en vivo y con mucho sentimiento.

¡Y llegaron los de Ejutla!, de la región de los Valles Centrales con su jarabe ejuteco, sus remolinos de colores y los gritos viriles de los hombres que resonaron en el foro.

El naranja, el rosa mexicano, el azul y el verde brillaron como nunca en las faldas de las mujeres de la Costa, que con sus zapatos de tacón y sus versos subidos de tono demostraron que en su región “las verdades se dicen como son” y que son ellas las que llevan los pantalones, según explicó Martín Cruz, de la Organización de Artesanos Independientes de Oaxaca, encargados de traer la fiesta más grande de América Latina hasta Torreón.

Fueron ellas las que sacaron a bailar al público y el alcalde José Ángel Pérez no fue la excepción, pues al fin y al cabo era una fiesta para celebrar a la “muchachilla ciudad” que cumple sus cien años de historia.

Luego llegaron los Sones de San Pedro Pochutla, para los cuales las mujeres usaron faldas más cortas y rebozos cruzados, sin faltar sus bellos bordados en hilo de las blusas y sus coloridas trenzas a la cabeza.

También llegaron los “aguafiestas”, pero no para “agüitar” sino para animar aún más el ambiente acompañados de los danzantes del carnaval de Jutla, Villa de Guerrero.

No podía faltar la célebre Canción Mixteca, entonada por la banda y por el mismo público, en un acto presidido por un importante ritual para hermanar a Torreón y Oaxaca, sellado con la entrega del cántaro al alcalde anfitrión de parte de los representantes del estado visitante y los alcaldes de San Juan y San Jerónimo.

Pero lo mejor estaba por venir para el final, con los jarabes mazatecos que llegaron cortesía de Tuxtepec, allá por la cuenca del río Papaloapan, de donde proviene la famosa danza de la Flor de Piña, una de las más bellas del estado, en la que las mujeres demuestran una gran agilidad al llevar piñas y una gran alegría por la buena cosecha de este fruto.

No faltó la Danza de la Pluma, que con sus marchas, himnos, pasos, sones y pasos dobles, representando a los Valles Centrales, fue de las más aplaudidas entre la concurrencia.

Cabe destacar que, entre pieza y pieza los artistas obsequiaban frutas, dulces típicos y artesanías al público asistente, como una muestra de que la Guelaguetza es una fiesta para compartir.

Además, los presentadores no perdieron oportunidad para las campañas publicitarias y el proselitismo político: “Cuando se vaya Ulises vamos a ser más felices, desde aquí una bulla para el Gobierno de Oaxaca”, invitaban a la concurrencia que no tardaba en seguirlos.

Para el final un mosaico multicolor que reunió una pequeña muestra del folclor de ese bello estado. Así que por más de tres horas, Torreón se convirtió en Oaxaca, la Alameda reemplazó al Cerro del Fortín –donde regularmente se presenta el espectáculo- y los laguneros se hermanaron con los oaxaqueños en una velada para celebrar el Centenario.

Hasta el 16 de septiembre

Nieves, platillos típicos, joyería, artesanías, vestidos y demás artículos oaxaqueños acompañaron a la fiesta de la Guelaguetza. Y es que complementando el espectáculo, desde hace días permanece en la Alameda Zaragoza una Exposición y Venta Artesanal, Gastronómica y Cultural.

Pero como según Martín Cruz, representante de la Organización de Artesanos Independientes de Oaxaca, las ventas no han ido como esperaban, pidieron autorización al alcalde y a la gente para que puedan permanecer por más tiempo en esta ciudad.

Y como la respuesta fue afirmativa, la exposición se prolongará hasta el 16 de septiembre en la Alameda por la avenida Allende, para que la gente conozca un poco más de la cultura oaxaqueña a través de los olores, sabores y colores de sus productos.

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