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Raúl Muñoz Leos| Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

No falta un día sin que sepamos, o comprobemos, cómo la Administración de Vicente Fox generó zonas de desastre en todos los campos de la acción gubernamental. La novedad ahora es corroborar que el paso de un empresario privado, el director general de Dupont, al frente de Pemex no produjo mejores resultados que la presencia de los administradores públicos, como se supuso que ocurriría. Más aún, el ingeniero Raúl Muñoz Leos ha sido castigado (si bien sólo en primera instancia y tiene derecho a defenderse ante un tribunal administrativo y ante los de la justicia federal) con una multa multimillonaria por uno de los pasos en falso que dio en los cuatro años que manejó la más grande empresa pública del país. También se le inhabilitó para ocupar cargos durante los próximos diez años; sanción inocua si las hay, pues nadie osará emplearlo y mucho menos el inculpado aceptaría volver al Gobierno.

Tras conocer un expediente en que la Secretaría de la Función Pública determinaba exceso en el gasto personal de Muñoz Leos, Reforma tuvo acceso a otro de la Auditoría Superior de la Federación. El 30 de marzo pasado, antes que en ningún otro medio, ese diario publicó que ese órgano de fiscalización dependiente del Legislativo estableció las irregularidades de un convenio laboral entre Pemex y su sindicato, que implicaba la entrega indebida de 1,724 millones de pesos con cargo al presupuesto de 2004, sin contar con la autorización de los órganos competentes. Una experiencia semejante había ocurrido en el año 2000, cuando una cantidad análoga fue también trasegada a las arcas sindicales, que tuvo las del PRI como destino final, para gastos de la campaña en que Francisco Labastida fue derrotado.

La nueva contemporización con el sindicato (a cuyo líder Carlos Romero Deschamps el director de Pemex había contribuido a exonerar frente a la justicia) no ocurrió a escondidas. Se tuvo conocimiento público de ella por una carta del secretario de Hacienda Francisco Gil Díaz, al presidente Fox, donde exponía su inconformidad con la asignación de cerca de ocho mil millones de pesos al sindicato, la mitad de los cuales iba a destinarse a un fondo de vivienda que la dirección sindical manejaría (con su proverbial probidad, supongo) siendo que se trataba de una prestación de que era titular cada trabajador de Pemex individualmente.

La denuncia de Gil Díaz, que acaso recurrió a escribir al presidente ante la falta de sesiones de acuerdo con el Ejecutivo, que dejaba hacer y dejaba pasar sin coordinar las tareas de sus colaboradores (que por ello gozaban de gran autonomía) impidió que se consumara aquella asignación, pero no totalmente, pues prevaleció la entrega de mil sesenta y cinco millones para vivienda. Como pilón, además de dinero para otros fines, la dirección de Pemex entregó al sindicato 459 millones de pesos para ayuda de gastos causados por los festejos de la expropiación petrolera en los tres años anteriores, que la empresa reconoció adeudar.

Muñoz Leos era dispendioso con el dinero ajeno, el de la empresa cuya gestión gerencial debía servir de ejemplo para avanzar hacia la privatización (que no necesariamente pasa por la venta de activos y reservas). Causó escándalo el pago de 163 mil pesos aplicados a operaciones de cirugía estética a la señora esposa del director de Pemex, que éste se vio obligado a restituir. Pero no lo hizo respecto de otros excesos, como recibir millón y medio de pesos para viajes y viáticos. Como nuevos ejemplos de armonía conyugal, el matrimonio Muñoz Ledesma viajó a Madrid, Barcelona, San Francisco, Los Cabos y otras ciudades mexicanas. Cuando el destino era el extranjero se adquirían para la pareja boletos clase premier. En los vuelos nacionales rentaban aviones privados.

No por esas causas, sino por otras de mayor envergadura, Muñoz Leos fue despedido poco antes de cumplir cuatro años en su cargo, en noviembre de 2004. Exactamente dos años más tarde, cuando estaba a punto de concluir el sexenio en que se pretendió fuera estrella rutilante, presentó un libro para autoexonerarse y cargar las tintas contra quien lo empleó y lo desempleó.

En Pemex en la encrucijada. Recuento de una gestión (Nuevo Siglo, 216 pp), denuncia el desinterés presidencial por la empresa, probablemente derivado de las confusiones que en ésta como en otras materias padecía Fox. Cuando el presidente visitó por vez primera la sede de la empresa petrolera, Muñoz Leos lo instó: “Señor presidente, haga usted de Pemex la prioridad de su gestión, facilitando esta suma de voluntades y le aseguro que los frutos no se harán esperar”.

Muñoz Leos se había referido a los recursos requeridos, pero también a la necesidad de un “esfuerzo coordinado de diversas instancias del Gobierno Federal”. Fox atajó a su flamante colaborador: Todo esto que me dices es muy interesante, Raúl. Pero mi Gobierno tiene definidas ya muchas otras prioridades”. Aunque no lo hizo saber entonces, para Muñoz Leos la respuesta “fue descorazonadora, un auténtico balde de agua fría”. La desazón que entonces “se anidó en mí... el tiempo se encargaría de hacerla crecer”.

Durante la presentación del libro, el autor fue interrogado por el papel de Felipe Calderón como secretario de Energía: Fue claro aunque no contundente: “Tenía mucho interés en lo que estaba haciendo, pero también tenía mucho interés por su futuro político... y en el tema de energía y en el tema de Pemex tenía mucho que aprender” y sólo contó con ocho meses para hacerlo.

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