Mi nieto Gerardo es un angelote de tres años. Tiene mejillas sonrosadas y ensortijada cabellera negra. Cuando viene a mi casa es como si entrara en ella un torbellino.
Aunque incansable, Gerardo al fin se cansa de jugar. Entonces se trepa en mis rodillas y me dice:
-Tito: te voy a poner la adivinanza del perro. ¿Cuál es el animalito que cuida la casa y hace guau?
Respondo sin vacilar:
-El perro.
-¡Corepto! -exclama él, jubiloso. Eso quiere decir: "¡Correcto!".
Yo quisiera, pequeño nieto mío, que la vida -esa vieja preguntona- me hiciera preguntas como las que haces tú, que llevan en sí mismas la respuesta. Pero la vida, Gerardo, tiene preguntas cuyas respuestas se conocen sólo hasta el final. Mientras ese fin llega yo tengo una respuesta para todas sus preguntas: el amor. Y me parece oír que la vida me dice como tú: "¡Corepto!".
¡Hasta mañana!...