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La desertización

Gilberto Serna

Allá afuera están ocurriendo fenómenos meteorológicos a los que poco a poco les estamos dando la importancia que merecen por que, a querer o no, juegan un importante papel en la vida de este planeta y por tanto de los que lo habitan. No hace muchos años se hablaba de una guerra que iba a consistir en un estira y afloje por la conservación del agua para el consumo de los seres humanos. Antes se había hablado de la carencia de comida cuyo aseguramiento daría lugar a que hubiera invasiones de países con un superávit de población que daría lugar a graves y cruentos conflictos. La teoría a la que no se le daba gran importancia a mediados del siglo XX, hace cerca de cincuenta años atrás, está vigente en el mundo pues la población ha ido aumentando, como se pronosticaba geométricamente en tanto los alimentos crecen aritméticamente.

Llegará el momento, si es que no está presente ya, en que la comida se convertirá en un artículo de lujo al que las naciones pobres no podrán acceder. Si volteamos nuestra miradas a poblaciones repartidas en el mundo podremos advertir dónde se sufren hambrunas devastadoras que amenazan acabar con pueblos enteros. Niños con sus barriguitas abultadas, los bracitos y piernitas delgadas, la piel pegada a los huesos, dan noticia fehaciente de un estado de desnutrición cuya presencia es un síntoma de la desatención social de las generaciones actuales.

La desertización, que consiste en convertir en desierto, por distintas causas, tierras, vegas, lagos, etc., es un problema cuyas consecuencias son a escala planetaria, según lo afirma el experto, Hama Arba Diallo, secretario ejecutivo de la Convención de la ONU contra la Desertización. Se espera, que debido al calentamiento global siga aumentando el número de fenómenos meteorológicos extremos tales como sequías y lluvias intensas, teniendo un drástico efecto en suelos ya debilitados por la acción humana, poniendo en riesgo a más de un mil 200 millones de personas en cien países.

En un anuncio, con ribetes fatídicos para la humanidad, la Organización de las Naciones Unidas en mensaje de su secretario general, Ban Ki-Moon, se admite el retroceso de la deforestación de las tierras cultivables y de los bosques y de la carencia de agua, que ha generado el avance de zonas desérticas. Lo que se prevé aumentará la miseria, la migración forzada y la vulnerabilidad ante los conflictos en las zonas afectadas.

No, no es una pesadilla de la que podamos deshacernos despertando. En América Latina, la pérdida de tierras de cultivo y de selvas afectará a 313 millones de hectáreas. Aquí en La Laguna ya sentimos la mengua del agua que afecta a la población, a la agricultura y a la cuenca lechera, en una primera fase a las familias de menores recursos pero que amenaza con extenderse a otros núcleos de población. ¿Quién iba a pensar que el agua potable se iba a embotellar en una desenfrenada competencia, en botellas? La situación es alarmante. Según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, se tienen zonas degradadas que incluyen desiertos crecientes: África, China, India, Mongolia, Pakistán, Siria, Nepal y Laos.

El caso de Sudán es paradigmático pues lo que allá ocurre, el avance del desierto y el retroceso de la calidad de la tierra se atribuye, más que al cambio climático, a la explotación desmedida de los recursos del suelo. En nuestro país los depredadores arrasan con los bosques para industrializar la madera. Destruyen lugares selváticos para construir residencias y hoteles. Nada los detiene. Asesinan, sobornan, lo que sea con tal se obtener ingresos millonarios que en el futuro de nada les servirán.

En el desierto un litro de agua estará valorado en un precio que ni todo el oro del mundo podrá comprar. Ayer, si las cosas marchan debidamente, se inauguró el Quinto Foro de Lucha contra la Desertización y la Sequía, que concluirá el miércoles. Un centenar de países asiste. Es un problema mundial que afecta a dos tercios de la tierra cultivable en el mundo. Sí, adivinó usted, donde residen los más pobres de este mundo en que los humanos nos hemos esforzado por acabarlo.

No hace mucho se decía que la meta mundial en la reducción de la pobreza a la mitad para el año 2015 es una quimera pues hasta ahora no se han tomado medidas para abordar la conservación del principal instrumento de vida que tienen los países en desarrollo, que es la tierra. Se calcula que para el año 2020 unas 135 millones de personas abandonarán sus tierras por la continua desertización. Asia es el continente más perjudicado, afirma la ONU.

Allá por los años cuarentas de la centuria pasada Winston Churchill, primer ministro británico, señalaba el peligro amarillo, se escribían novelas, se hacían estudios, se filmaban películas. No parecía que llegara la producción de alimentos a constituir un problema que no fuera resoluble mediante modernas técnicas de producción. Eso se acabó. El mundo enfrenta para esta primera mitad del siglo XXI guerras, hambrunas y cuanto podamos imaginar en quien se ve obligado a luchar por su supervivencia. De ser cierto habrá un caos que acabará con el mundo tal como lo conocemos.

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