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MARKETING ESTRATEGICO | LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO

Heriberto Ramos Hernández

En el mundo, ocho de cada diez personas no saben lo que es un Blog. Nueve de diez desconocen los Wikis, y mas del noventa y siete por ciento nunca ha descargado algún video de YouTube.com.

No soy un fanático que se deslumbra con las nuevas tecnologías de información. Entiendo que el artefacto tecnológico es solo un medio que facilita catapultar las posibilidades, pero también reconozco que aprovechar estas nuevas realidades requiere desarrollar una comprensión del contexto, una visión coherente ante fenómenos que vistos individualmente parecieran inconexos, aleatorios, y para algunos hasta amenazantes. No se trata de información, (Nuevas cosas), se trata de conocimiento. (Nuevos ojos).

¿Un ejemplo? Imagine que los laguneros actuales tuviéramos la posibilidad de trasladarnos a principios del siglo pasado, y regalar a cada uno de nuestros padres fundadores un kit tecnológico. Un paquete con una laptop, teléfono celular, y las instrucciones precisas para desarrollar redes virtuales de comunicación.

Intuyo que les haríamos un pobre favor. ¿Por qué? Porque las estructuras sociales y los paradigmas vigentes en 1907, impedirían que nuestros ancestros interiorizaran la frontera de posibilidades que estas nuevas tecnologías traen consigo. (Nuevas cosas para los mismos ojos)

Así, tecnología no significa progreso en automático; existe una brecha entre la invención tecnológica, y la astucia intelectual necesaria para aprovecharla. Quienes acortan esta brecha, (países, regiones, empresas, o personas) ganan.

Porque en esta nueva economía del conocimiento existen también los extremos.

Los científicos, los tecnólogos, los innovadores, los creativos, los emprendedores, es decir aquellos que “inventan” las nuevas realidades, y que han aprendido a renovar sus ojos a velocidades cada vez mayores. Tienen poder para transformar la realidad simplemente porque de entrada la cuestionan. No se estacionan en el cómodo sillón de “lo que conocemos” se afanan en la difícil construcción de “lo que debemos conocer”.

El otro extremo es el llamado “consumariado intelectual” aquellos que por incapacidad o comodidad, no anticipan como se aproxima el ferrocarril del cambio, hasta que son atropellados. Cada vez será mas peligroso ir por el mundo cargados de paradigmas copiados, empaquetados, y próximos a caducar. Con ojos que ven sin observar.

Y en mi rol de profesor de negocios debo ser radical. Las universidades que ofrecen una enseñanza únicamente profesionalizante, (las herramientas para insertarse en el mundo laboral) estarían limitando su función. Con alumnos inmersos en la falacia de una enseñanza que puede comprarse como un perfume, y que vista así, se evapora velozmente. Fabricas de obedientes empleados para puestos de trabajo en vías de extinción. Alejadas del aprendizaje que se vive, que se busca, que se disfruta, y cuyo fruto perenne es la capacidad para aprender a aprender, y para aprender a crear.

Pero no es un asunto exclusivo del sistema educativo, también existen empresas y empresarios cuya idea de competencia se limita al recorte de costos como panacea, una especie de anorexia empresarial que termina matando el negocio. Lo cierto es que los negocios no se hacen para ahorrar costos, se hacen para ganar dinero.

Y es aquí donde los negocios cuyo desempeño esta basado en salarios minúsculos, monopolios ilegítimos, o exclusividades locales, no podrán seguir compitiendo. Nadie puede ganarle a China en costos reducidos. El camino entonces no será la explotación de los recursos humanos o las materias primas.

Es necesario subir de nivel, y competir con recursos intangibles; el diseño, el talento, las marcas, patentes, denominaciones de origen, los nuevos sistemas de comercialización, los nuevos estilos de liderazgo, las redes de franquicias; y los avances científicos en biotecnología, cuidado de la salud, medios de comunicación, y derivados financieros.

En la época feudal la riqueza era la tierra, y los títulos nobiliarios que venían con ella. Con el arribo del sistema capitalista, quien solo tenia tierra y nobleza tuvo que acudir con los dueños del dinero si quería hacerla producir.

La historia se repite. Hoy, el dinero sin conocimiento esta condenado a enterrarse en esquemas de bajo rendimiento, produciendo muy poco, a veces ni la inflación. Por eso el capital acude ya con los dueños del conocimiento, con quienes tienen la visión, las capacidades, y las ideas indispensables para hacer los mejores negocios. Con quienes ya conocen las nuevas reglas para ganar en una economía global del conocimiento.

Heriberto Ramos Hernández

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