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A 50 años de la tragedia

NOTICIA| EL 15 DE ABRIL A LAS 11:15 SE ANUNCIÓ: "PEDRO INFANTE HA MUERTO".

Ha pasado medio siglo desde el accidente aéreo que arrancó la vida a Pedro Infante, pero  su legado musical y cinematográfico, representativo de la cultura popular mexicana, sigue vigente. (Notimex)

Ha pasado medio siglo desde el accidente aéreo que arrancó la vida a Pedro Infante, pero su legado musical y cinematográfico, representativo de la cultura popular mexicana, sigue vigente. (Notimex)

El recuerdo de Pedro Infante sigue vivo entre los mexicanos, así como el dolor por su pérdida.

La mañana anunciaba que sería un día soleado digno de caracterizarse por la alegría y la cotidianidad de una ciudad tranquila, de habitantes trabajadores y jocosos. Éste no sería cualquier día, sino uno que marcaría la vida de millones de mexicanos.

“¡Ha muerto Pedro Infante!”, anunció a las 11:15 horas el locutor de la XEW Manuel Bernal. “¡No puede ser, murió Pedro Infante!”, comunicaba consternada y con lágrimas la gente de Mérida a sus vecinos. Después la prensa nacional y extranjera daba eco de la noticia.

Así fue el 15 de abril de 1957. Después de despegar del aeropuerto de Mérida a las 07:30 horas el avión que copiloteó el capitán Pedro Infante, cayó en picada al vacío provocando una gran explosión. “Había mucho humo; el olor era terrible, insoportable. Olía a carne asada, a humanos quemados y a pescado, porque eso era lo que transportaba el avión, además de algunos textiles. Había mucha gente en el solar de mi casa, un solar inmensamente grande, donde cayó el avión. Se escuchaban gritos y lamentos de mucha gente. Al caer el avión hubo una explosión; no sé qué habrá sido, si un motor o el tanque de gasolina.

“Recuerdo un escenario terrible. Después llegó el ejército a acordonar el área para buscar los restos de Pedro Infante y sus dos acompañantes: el capitán Víctor Manuel Vidal y el mecánico Marciano Bautista”, dijo Rubén Canto Sosa, de 82 años (en ese entonces tenía 32) quien aún es dueño de la casa donde cayó el avión, entre las calles 87 con 54.

Momentos de tristeza

“‘¡Aquí hay un cadáver!’ gritó una de las personas que excavaba con pala, mientras otros utilizaban picos. Empezaron a sacar y a sacar tierra cuando se ve el primer cuerpo carbonizado, el cual envolvieron en una manta para ponerlo en unas láminas. “‘¡Aquí hay otro!’, gritaron al poco tiempo. Pero después un soldado gritó ‘¡Aquí hay otro pero sin cabeza!’ De lo calcinado que estaba no tenía ni cabello ni orejas; qué barbaridad; qué cuadro tan triste llegamos a ver; mi esposa encontró una bota con un dedo grande adentro; no estaba quemado”, añadió Don Rubén, quien a pesar de varios intentos, no podía contener las lágrimas.

“Por favor, aléjense porque esto puede explotar’, gritaron los bomberos a la gente que se encontraba en el lugar. Ya había explotado creo un primer tanque, pero decían que faltaba otro y pues explotó. Lo bueno es que fue en menor grado”, agregó la esposa de Don Rubén: María García Suaste de Canto.

“Fue una cosa dantesca, terrible. Conecté la radio donde informaba algo así: ‘se supone que en el percance murió el gran artista’. A media cuadra había mucha gente, ya que en ese lugar estaban las oficinas de TAMSA (de la cual era socio Pedro infante). Se les informó que efectivamente Pedro había muerto. Fue horrible para todos; lo queríamos mucho”, señaló Eduardo “Wilo” Rosel Zapata, ahora de 72 años, amigo y joyero personal de Infante.

Don “Wilo” hizo tres esclavas de oro al artista con un peso, cada una, de 250 gramos. Gracias a una de ellas identificaron el cuerpo del actor y cantante.

Adiós al amigo

El hijo de quien fuera el director mexicano que más trabajó con él, Ismael Rodríguez, también recordó la tragedia. “Me acuerdo que hubo una revolución en mi casa. Mi papá salía mientras mi mamá lloraba. Recuerdo que las muchachas (que ayudaban en la casa) no lloraban, sino aullaban. Era una locura espantosa poner la radio, poner todo. Para mí sí fue una cosa muy impactante porque toda la gente lloraba, mucha gente iba y le daba el pésame a mi papá y mi papá me dijo: ‘¿sabes qué?, murió Pedro’. Ahí fue cuando supe lo que pasó”, manifestó Ismael Rodríguez Jr.

Entregaba su corazón a todas

¡Váaalgame Dios!”, solía expresar una y otra vez Pedro Infante en su personaje de Luis Antonio García (Los tres García y Vuelven los García) cuando veía a alguna linda chica, a pesar de que la abuela Luisa (Sara García) lo pellizcara.

No tan alejado de la realidad, además de ser un caballero, el ídolo mexicano se caracterizó por ser el eterno coqueto. Por más que lo evitara, no faltó la mujer que dio el primer paso al manifestarle su amor.

Es cierto, Pedro Infante se casó tres veces, aunque es curioso que nunca se divorció. Y tal fue el acoso de sus seguidoras, que María Luisa León, Lupita Torrentera e Irma Dorantes optaron por aguantarse a pesar de experimentar sentimientos encontrados, los cuales van desde la comprensión al sufrimiento.

“Pues sí. Creo que mi mamá (Lupita Torrentera, segunda esposa de Pedro) debió haber sufrido muchísimo. Ella me decía: ‘No, es que yo me tenía que hacer guaje, porque era tal el acoso que no había más’. O sea, te tenías que cuidar porque enloquecían por Pedro’. Y yo le preguntaba a mi mamá: ‘¿Cómo podías aguantar que las viejas se le lanzaran a mi papá?’. Entonces ella me respondía: ‘Lupita, lo tenías que perdonar, porque las mujeres le rogaban y se le aventaban’”, dijo Lupita Infante, hija de Torrentera.

“(De hecho) dice mi mamá que las primeras veces que él se quedó en casa ‘yo no quería perderme un segundo de verle su cara y me quedaba toda la noche viéndole’. Y yo pensaba que no podía ser eso; sin embargo, podría definir a mi papá como una persona que tenía magia.

Fue un hombre consentido de Dios, porque todo tenía afinado; era guapo, carismático, tenía buena estatura, el cuerpo que él logró hacer; además, contaba con clase y cantaba bello; tenía un encanto maravilloso”, agregó.

¡A pasear todas con él!

Además de su físico y talento reconocido, Pedro Infante se ganó millones de corazones por su sencillez. El propietario del Hotel Boulevard Infante, Juvencio Sosa Chacón (de 82 años), que fuera la casa del Ídolo de Guamúchil, recordó así uno de los momentos de coquetería del protagonista de cintas como Dos Tipos de Cuidado.

“Cuando él murió, yo tenía 32 años. En la mera esquina vivía mi novia. Yo venía a verla siempre y ella me decía: ‘Aquí vive Pedro Infante. Siempre cuando sale me grita: ¡hey chaparrita!’. Él era muy coqueto, muy vacilador”, dijo Juvencio, en entrevista en Mérida.

“Actualmente tengo 76 años, pero en ésa época (antes de que falleciera Pedro en 1957) y antes de casarme, yo y muchas muchachas de aquí nos íbamos a donde aterrizaba su avioneta. Todas iban para que les diera una vuelta y sí lo hacía; era muy sencillo”, comentó Florentina Osorio, comerciante.

Nunca lo olvidará

Sin duda muchas personas que estuvieron cerca de Pedro Infante tendrán muchos recuerdos y anécdotas qué contar, pero tal vez una de las más tristes la relata Isidro Ávila Villacís, veterano fotógrafo del Diario de Yucatán, a quien la muerte del ídolo le ha dejado una experiencia que nunca olvidará.

Ávila Villacís comenzaba su carrera en el diario y una de sus primeras comisiones con la lente fue la cobertura de este acontecimiento que enlutó en 1957 al gremio artístico nacional.

“Vi los restos del avión que cayó de cabeza, invertido, y a los bomberos sacando por pedazos lo que quedó de los pasajeros que murieron carbonizados, y al azar los ponían en tres pitas. No había manera de reconocer quién era quién”. Así recuerda Isidro aquella mañana del 15 de abril de 1957, cuando el avión carguero de Tamsa en el que viajaba Pedro Infante se estrelló al sur de la ciudad.

El fuego había cesado y el humo y retorcidos pedazos de la aeronave dominaban la escena. Como reportero gráfico, Isidro llegó al lugar para cubrir su tarea informativa, pues desde lejos vio la enorme humareda. En la Policía Municipal le habían informado que un avión se había estrellado, sin saber aún que uno de los pasajeros era el ídolo.

Pedaleando su bicicleta lo más rápido posible y guiándose del humo para llegar al lugar de la tragedia, dio con el sitio donde la aeronave cayó.

El lugar ya estaba acordonado cuando llegó y el humo casi no permitía la visibilidad.

“Toda la manzana estaba cubierta de humo, pues el avión cayó en medio, en el traspatio de las casas”, cuenta Ávila con aire de nostalgia.

De acuerdo con el peritaje que se emitió ese día y recordado por Isidro, el sobrepeso de la aeronave fue lo que la hizo caer, ya que al elevarse y querer virar para continuar el vuelo a la capital del país, que era su destino, se fue de cabeza y cayó invertido a tierra.

“Fue una tragedia con suerte porque el avión no derrapó, de haberlo hecho el número de muertos pudo haber sido mayor a las tres personas fallecidas, además de que más casas hubieran corrido con la misma suerte. El avión cayó invertido y se hundió en la tierra, quizá como metro y medio o dos metros y no avanzó más, eso fue una ventaja”, señala.

Fue alrededor de las siete de la mañana cuando tuvo lugar el accidente en el que Pedro Infante, el capitán Víctor Manuel Vidal y el mecánico Marciano Bautista perdieron la vida.

Ahí falleció otra persona, una joven de 18 años que murió calcinada por la explosión al caer la nave. Isidro Ávila manifiesta que para las 9:30 de la mañana decenas de personas ya estaban en el lugar del accidente, detrás del cordón de seguridad, tratando de ver qué había ocurrido, aunque para ese momento apenas se empezaba a correr la voz de que Pedro Infante era de uno de los pasajeros fallecidos en el accidente.

Realizando su labor informativa, Ávila vio cuando los bomberos sacaban los restos de los cuerpos de los tres únicos pasajeros del avión carguero de Tamsa.

“Como el avión cayó de cabeza, los cuerpos quedaron debajo muy aplastados, y luego vino la explosión que los carbonizó”, afirma.

Los bomberos, continúa, se envolvían las manos en los restos de encajes y telas que el avión carguero transportaba, y sacaban los pedazos carbonizados de las tres víctimas.

“No había una figura reconocible, lo único entero que sacaron fue una espina dorsal con un glúteo, de ahí en fuera todo lo demás fueron restos carbonizados”.

Esos restos, según cuenta, fueron depositados en tres bolsas (pitas), a las que se les colocaron al azar los nombres de las tres víctimas que viajaban en el avión, uno de ellos Pedro Infante.

“Por eso cuando se llevaron el féretro del actor y cantante sellaron la tapa, la soldaron para que nadie lo abriera y lo viera, porque no había más que restos carbonizados sin reconocer”, asegura.

De su presencia en el lugar de los hechos y su labor informativa queda constancia en el “Extra”, vespertino que se publicó la tarde de ese día y en el que se pueden ver las fotografías de los pocos rastros visibles de lo que fue el avión carguero de Tamsa, así como en la edición del Diario del martes 16, en el que se plasman las gráficas que logró captar la mañana del 15 de abril de 1957.

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