Mapa de los puentes de la Lorraine con sus cabinas, comedor y cuartos de baño.
POR RICARDO RUBÍN
NAVEGANDO EN LOS RÍOS DE FRANCIA
Si quiere usted hacer un viaje realmente extraordinario y fuera de lo común, nada como recorrer algunos de los ríos de Francia a bordo de las cómodas barcazas acondicionadas para tal fin.
Hace algunos años, junto con mi esposa, hicimos uno de esos paseos, que nos llevó durante siete días por el río Yonne y el canal de Bourgogne a una media docena de pequeños puertos y villas en la campiña francesa.
El viaje se inició en el Hotel Regina, de París, donde un autobús nos recogió para llevarnos a la cercana villa de Auxerre, donde nos instalamos en una pequeña pero cómoda cabina de la barcaza Lorraine. Poco después se sirvió un cóctel con bocadillos para que pasajeros y tripulación se conocieran. La barcaza era de 38 metros de largo y cinco de ancho, tenía dos puentes, capacidad para 22 pasajeros y una tripulación de siete hombres, incluyendo al chef y al capitán de la nave.
La Lorraine era baja, ancha y muy cómoda. Tenía 11 cabinas con camas matrimoniales, un amplio comedor, una pequeña biblioteca y tres servicios sanitarios comunales con baño para todos los pasajeros. Llevaba una buena dotación de bicicletas para aquellos viajeros que desearan explorar a su gusto las villas y viñedos donde nos detendríamos.
El barco estaba adornado con macetas con flores, y había cortinillas que daban a sus ventanas el aspecto de una casa alegre y fresca. Navegaba lentamente y permitía disfrutar del paisaje en toda su belleza
El río Yonne y el Canal de Bourgogne están en el centro de Francia, y el Lorraine navegaba más de día que de noche para que los pasajeros pudiéramos admirar el paisaje y disponer de mayor tiempo en los sitios más interesantes.
Las villas que recorrimos, zarpando de Auxerre, fueron Gurgy, St. Florentin, Tonnerre, Tanlay y Ancy-Le-France. El viaje fue precioso, pues a ambos lados del río hay extensos viñedos, castillos, museos, viejas e históricas iglesias y detalles curiosos e interesantes que incendian la imaginación.
En Gurgy, por ejemplo, hicimos a pie por sus calles empedradas la ruta que siguieron Juana de Arco y Napoleón cuando estuvieron allí y visitamos la abadía de estilo gótico de San Germán, construida en el siglo XV, y en cuyas criptas hay pintados algunos de los más hermosos y antiguos frescos de Francia.
En St. Florentin fuimos al pintoresco mercado donde venden productos de la región, y donde hay un gran ambiente entre el regateo de vendedores y compradores. Después de comer estuvimos en la región de Chablis para probar los mejores vinos que se producen en esa famosa zona.
En Tanlay, otra de las villas que recorrimos, fuimos a la basílica de St. Madeleine, considerada uno de los más finos ejemplos de la arquitectura romanesca y tomamos vino en el Cháteau Terrace, de donde se tiene un panorama sorprendente de toda la región. Y en Ancy-Le-France, nos extasiamos ante los bosques de árboles de lima. La última noche del viaje se ofreció a bordo una fiesta de gala, con la mejor cena que se pueda imaginar, una rica variedad de vinos, música y alegría.
Pero son muchos más los atractivos y recuerdos de un paseo en estas barcazas. Por ejemplo, las comidas a bordo, que son espléndidas y de la mejor cocina francesa. Cada barcaza lleva un chef que prepara la comida principal y escoge los vinos apropiados que se van a tomar. En el comedor del barco se reúnen los pasajeros y después de cenar charlan, juegan cartas, o salen a cubierta para disfrutar de la fresca brisa del río, y contemplar las luces de los villorrios que van dejando atrás.
En cada una de las siete villas principales que cruzamos, la barcaza se detuvo, y en algunas de ellas comimos en sus mejores restaurantes, recorrimos sus principales atractivos y visitamos en bicicleta algunos viñedos donde se degustan los vinos que se producen allí.
En cada villa se pueden comprar diversas obras de artesanía, vinos, frascos de mermelada fresca, pinturas y por supuesto, tomar fotografías de todo lo que atrae la atención.
